El virtual candidato presidencial de la oposición demócrata en Estados Unidos, Joe Biden, anunció ayer por la tarde por Twitter que eligió a la senadora Kamala Harris, hija de inmigrantes, como su compañera fórmula para disputar la reelección de Donald Trump en las elecciones del próximo 3 de noviembre.
«Tengo el gran honor de anunciar que he elegido a Kamala Harris -una valiente luchadora por los más débiles y una de las mejores servidoras públicas del país- como mi compañera de fórmula», escribió el ex vicepresidente Biden en su cuenta de la red social.
«Cuando Kamala era fiscal general, trabajó cerca de Beau (Biden)», recordó el candidato, en referencia a su fallecido hijo y el cargo que la senadora ocupó en California hasta 2017.
«Vi cómo enfrentaban a los grandes bancos, ayudaban a los trabajadores y protegían a las mujeres y niños de los abusos. Estaba orgulloso entonces y estoy orgulloso ahora que será mi compañera en esta campaña», concluyó el también ex senador.
Harris será la segunda candidata a vicepresidente por uno de los dos principales partidos políticos que dominan el sistema electoral en Estados Unidos, luego de la campaña republicana fallida del ya fallecido John McCain y la entonces gobernadora de Alaska, Sarah Palin, en 2008.
Pero además, la senadora es la primera hija de inmigrantes en competir por la vicepresidencia.
De madre india y padre jamaiquino, Harris se ha convertido en una de las voces femeninas más potentes del Partido Demócrata en el Senado y, en las últimas primarias, se presentó como precandidata presidencial, hasta que abandonó la carrera y apoyó a Biden.
Harris creció en Oakland, en la California progresista de los años 60, orgullosa de la lucha por los derechos civiles de sus padres. «Mi madre me decía a menudo: Kamala, podrías ser la primera en lograr muchas cosas. Asegúrate de no ser la última», le gustaba repetir a la senadora durante su desafortunada campaña para las primarias demócratas, a la que puso fin en diciembre.
El próximo 3 de noviembre Biden y Harris intentarán disputar la reelección de Trump en medio de la peor crisis económica y sanitaria del país en décadas, con un derrumbe del empleo y las peores cifras epidemiológicas del mundo.