Desde hace varias semanas, el estado de ánimo en gran parte de Estados Unidos era de inmensa alegría: los casos, las hospitalizaciones y las muertes debido al coronavirus habían caído de manera considerable y la campaña de vacunación avanzaba raudamente con la inoculación de millones de personas todos los días.
Pero de repente el escenario comenzó a cambiar, al punto que el sábado sumó casi 70.000 nuevos casos de coronavirus, uno de los números más altos de la pandemia. Cada vez queda más claro que los siguientes meses serán dolorosos para los norteamericanos, como lo admitió el propio presidente Joe Biden, quien volvió a pedir no bajar la guardia” para terminar este trabajo” contra la pandemia.
Con casi 60 millones de personas ya inoculadas con la vacuna, la situación sólo se explica porque se están propagando nuevos virus que se consideran variantes, con mutaciones que hacen que el coronavirus sea más contagioso y, en algunos casos, más mortífero. Ya mientras se autorizaban las vacunas el año pasado, las nuevas variantes que hoy complican al mundo nacían en el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil. Desde entonces, no han dejado de surgir mutaciones: una semana en California, a la otra en Nueva York y Oregon.
De hecho, la variante B.1.1.7 -sumamente contagiosa- que arrasó en el Reino Unido y ahora causa estragos en Europa continental, también está creciendo de manera exponencial en Estados Unidos. Un conjunto de pruebas genéticas reducidas ha identificado más de 12.500 casos, muchos de ellos en Florida y Míchigan. Hasta el 13 de marzo, dicha variante representaba alrededor del 27% de los casos nuevos en todo el país, frente al 1% de principios de febrero.
Conforme se arraigan, estas nuevas versiones del coronavirus amenazan con aplazar el final de la pandemia. Si bien por el momento se supone que la mayoría de las vacunas son eficaces contra todas las variantes, las autoridades de salud pública están muy preocupadas de que las iteraciones futuras del virus puedan ser más resistentes a la respuesta inmunitaria, por lo que quizá obliguen a los estadounidenses a hacer fila para recibir refuerzos de manera regular o incluso vacunas nuevas.
La evolución no está de nuestro lado”, afirmó Devi Sridhar, profesora de salud pública de la Universidad de Edimburgo en Escocia, quien agregó que parece que este patógeno siempre está cambiando de una manera que nos dificulta suprimirlo”. Por eso, las autoridades de salud reconocen la necesidad apremiante de seguirle el rastro a estos nuevos virus en su recorrido por Estados Unidos.