ROMA.- Tras siete votaciones sin consenso en el Parlamento italiano, finalmente Sergio Mattarella, de 80 años, fue reelecto como presidente de la República, un movimiento que espera darle estabilidad al Ejecutivo que conduce el premier Mario Draghi y que alivió las preocupaciones de la clase política ante una posible crisis por falta de consensos.
En un principio Mattarella había rechazado la posibilidad de ser reelecto pero aceptó la candidatura luego de que, en las primeras horas del sábado pasado, un amplio abanico de fuerzas políticas le hicieron llegar su apoyo de cara a la octava elección, realizada horas más tarde, y donde el mandatario consiguió 759 votos, superando ampliamente el mínimo de 505 apoyos que exigía la Constitución y ampliando la base de sustentación que había logrado en su primera candidatura en 2015, cuando fue elegido con 665 apoyos. La continuidad de Mattarella, que había sido rechazada por el mandatario durante 2021, recibió el apoyo de todas las fuerzas que sostienen a Mario Draghi como primer ministro por lo que es vista como la máxima garantía de continuidad del Ejecutivo italiano, algo que llevó tranquilidad a sus vecinos continentales, que ven en Draghi la garantía de estabilidad y cooperación con la Unión Europea (UE).
Poco después de ser reelecto, Mattarella explicó la razón por la que aceptó un nuevo mandato. “Estas condiciones imponen no eludir los deberes a los que uno está llamado y por supuesto deben prevalecer sobre otras consideraciones y distintas perspectivas personales”, afirmó. Su permanencia es vista por analistas y dirigentes como una de las pocas opciones para evitar una crisis política que acelere la convocatoria a elecciones para renovar el Parlamento, previstas para marzo de 2023, con las dificultades que supondría para Italia sumergirse en un proceso electoral en medio de la definición del gasto de una partida de más de 200.000 millones de euros que el país recibió de fondos europeos.
Los líderes europeos celebraron la reelección, que fue percibida como un signo de estabilidad para las instituciones en Bruselas, pero también para las otras cancillerías, por el rol que Italia podrá tener en la reforma del Pacto de Estabilidad europeo, en la que se busca flexibilizar las reglas fiscales y de deuda para los miembros de la UE.