El papa emérito Benedicto XVI, el alemán Joseph Ratzinger, murió hoy en el Vaticano a los 95 años, a casi una década de su renuncia en 2013 a un pontificado breve y no exento de polémicas, un gesto con el que revolucionó a la Iglesia y abrió las puertas a la elección ese año del argentino Jorge Bergoglio como el papa Francisco.
«Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecúan por más tiempo al ejercicio de mi Ministerio. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de Pedro», anunció Jospeh Ratzinger, en latín, a un grupo de cardenales que lo escuchaban un lunes feriado en el Vaticano, 11 de febrero de 2013.
Golpeado por disputas internas que tuvieron su pico más alto en el primer escándalo Vatileaks que reveló el robo de documentos secretos de su mayordomo, Ratzinger sobrevivió menos de ocho años al cargo para el que había sido elegido el 19 de abril de 2005.
La sorpresa fue tal que incluso la Santa Sede desconocía que verbo usar para el acto y hasta cómo sería denominado Ratzinger una vez que el 28 de febrero de ese año se hiciera efectiva la dimisión: finalmente se optó por el «papa emérito» con el que se lo mencionó hasta hoy. Fue la primera renuncia voluntaria de un Papa desde la de Celestino V en 1294.
Ratzinger, nacido en la ciudad bávara de Marktl el 16 de abril de 1927, nunca se arrepintió de la dimisión. «Fue una decisión difícil. La tomé en plena conciencia y creo que hice bien», planteó el alemán Benedicto XVI, de 93 años, en una entrevista con el diario Corriere della Sera en marzo de 2021.
Tras una cinematográfica despedida del Vaticano, Benedicto XVI se recluyó un tiempo en Castel Gandolfo, la entonces residencia papal de verano, a la que llegó en helicóptero, y fue desde allí siguió el cónclave que el 13 de marzo de ese año eligió a Bergoglio como el pontífice 266 de la historia.