Los equipos de rescate marroquíes continuaban esta mañana las tareas de búsqueda de sobrevivientes tras el violento terremoto que el viernes pasado sacudió la región sudeste de la turística ciudad dejando un saldo de casi 2500 muertos y casi la misma cifra de heridos, con la ayuda de brigadistas de España, Reino Unido, Catar y Emiratos Árabes Unidos.
El sismo, considerado el más grave en los últimos 60 años, tuvo una magnitud de 6.8 según los servicios geológicos estadounidenses y 7 según el centro marroquí para la investigación científica y técnica.
Según el último balance realizado por el Ministerio del Interior de Marruecos la cifra de muertos, hasta el momento, es de 2.497, mientras que la cantidad de heridos reportados es de 2.476.
Ayer a la noche las autoridades locales precisaron que habían aceptado las propuestas de España, Reino Unido, Catar y Emiratos Árabes Unidos de «enviar equipos de búsqueda y rescate».
Otros países como Francia, Estados Unidos o Israel se pusieron a disposición del reino norafricano.
La provincia de Al Hauz, epicentro del sismo, fue la más golpeada, seguida de Tarudant, en estas ciudades el sismo destruyó aldeas enteras.
Esta mañana rescatistas españoles estaban presentes en dos localidades al sur de Marrakech, Amizmiz y Talat Nyaqoub en donde se desplegaron 12 ambulancias, varias decenas de 4×4 del Ejército y la gendarmería, según consignó un despacho de la agencia de noticias AFP.
Asimismo, un centenar de socorristas marroquíes se preparaban para iniciar las operaciones de búsqueda y un equipo de 30 bomberos españoles, un médico, una enfermera y dos técnicos se coordinan con las autoridades marroquíes para iniciar las labores.
Annika Coll, responsable del equipo de bomberos español aseguró que «la gran dificultad está en las zonas alejadas y difíciles de acceso» y enfatizó en que «es difícil decir si las probabilidades de encontrar supervivientes disminuyen porque, por ejemplo, en Turquía (donde se produjo un violento sismo en febrero) conseguimos hallar una mujer viva tras seis días y medio. Siempre hay esperanza».
«También es importante encontrar los cuerpos sin vida porque las familias tienen que saberlo y hacer el duelo», añadió.
A unos 70 kilómetros más al norte, otro equipo de 48 agentes de la Unidad Militar de Emergencias (UME) estableció un campamento en la entrada de la pequeña localidad de Amizmiz desde el domingo por la noche.
«Esperamos una reunión con la protección civil marroquí para determinar exactamente dónde podemos desplegarnos», señaló Albert Vásquez, de la UME.
El equipo va acompañado de cuatro perros y lleva microcámaras para introducirse en las pequeñas cavidades entre los escombros, también lleva aparatos para detectar presencia humana.
En Tikht, un pequeño pueblo cerca de Adassil, un minarete y un puñado de casas de adobe aguantan como únicas supervivientes en un paisaje apocalíptico.
«La vida ha terminado aquí», lamentó Mohssin Aksum, un vecino de 33 años. «El pueblo está muerto».
Cerca suyo, las fuerzas de seguridad marroquíes cavan las tumbas para las víctimas o instalan tiendas amarillas para los supervivientes que se quedaron sin hogar.
En este escenario, el domingo, una gran cantidad de habitantes hacían fila en los hospitales locales para donar sangre.
Ante la amplitud de la destrucción, brota la solidaridad en Marrakech, donde numerosos habitantes hicieron fila en los hospitales para donar sangre.
La Cruz Roja Internacional advirtió de la importancia de la ayuda humanitaria que, según ellos, puede ser necesaria «durante meses o incluso años», pero las primeras «24 o 48 horas (son) críticas», advirtió.
Además de las pérdidas humanas y materiales, el sismo afectó al patrimonio arquitectónico del reino, en la medina del barrio antiguo de Marrakech, los daños son impresionantes y las murallas del siglo XII que rodean la ciudad imperial, fundada sobre el año 1070 por la dinastía de los almorávides, están parcialmente desfiguradas.
Este sismo es el más grave y con mayor número de víctimas en Marruecos desde el ocurrido en Agadir el 29 de febrero de 1960 en donde murieron casi 15.000 personas, un tercio de la población de esta ciudad en la costa oeste.