Un fuerte compromiso con la democracia y una mirada reflexiva sobre la etapa de violencia y violaciones a los derechos humanos que generó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, hace 50 años, fue el eje del acto oficial encabezado por el presidente de Chile, Gabriel Boric, que contó con la presencia de dirigentes y mandatarios extranjeros pero no con representantes de la pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI), que reivindicó la asonada y se autoexcluyó de la recordación.
Boric recordó al presidente socialista Salvador Allende, depuesto y muerto ese día mientras aviones bombardeaban el Palacio de la Moneda, sede del gobierno. “Hoy, como han dicho quienes me antecedieron, conmemoramos una fecha que es dolorosa y sin duda un punto de inflexión de nuestra historia, historia que es compartida que trajo muerte, sufrimiento, persecución y pobreza”, dijo el joven mandatario.
Boric reiteró su llamado a no relativizar el golpe y criticó a quienes insisten en que no había otra alternativa, al afirmar que “por supuesto que había otra alternativa y el día de mañana cuando vivamos otra crisis siempre va a haber otra alternativa que implique más democracia y no menos”.
En contraposición, el partido pinochetista chileno Unión Demócrata Independiente (UDI) dijo ayer en una declaración que el golpe de estado fue inevitable debido al supuesto “quebrantamiento de la democracia” ejecutado por el gobierno de Allende.
“Entre 1970 y 1973 sobrevino un quiebre social, político e institucional respecto del cual el 11 de septiembre se transformó en algo inevitable”, afirmó en conferencia de prensa el presidente de la UDI, Javier Macaya. Luego, afirmó que la administración de Allende “estuvo marcada por el odio, la legitimación de la violencia como vía de acción política y la severa polarización provocada por un sector de la izquierda chilena”.