Aunque parezca una historia del Medioevo, la guerra en Ucrania tiene un trasfondo fuertemente religioso, relacionado con una disputa entre la iglesia ortodoxa rusa y su par de Kiev. No resulta casual, en efecto, que el propio patriarca ortodoxo ruso Kirill saliera a respaldar la invasión del presidente Vladimir Putin al calificar a su par ucraniana como una “fuerza del mal” que quiere romper la unidad histórica entre las dos naciones.
“Que Dios nos proteja de que la actual situación política en Ucrania, país hermano, se utilice de modo que prevalezcan las fuerzas del mal”, declaró Kirill en su primer sermón dominical tras el inicio de la guerra. “Que el Señor preserve la tierra rusa, una tierra de la que forman parte Rusia, Ucrania y Bierlorrusia”, agregó. Para él, las “fuerzas del mal” son las que “combaten la unidad” de la iglesia ortodoxa rusa con los países surgidos de la “Rus”, un Estado Medieval que se considera el antepasado de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
Ocurre que en 2018 el actual patriarca de la capital ucraniana, Filaret, ganó la independencia de la iglesia ortodoxa de Moscú con su reconocimiento oficial por parte del patriarca de Constantinopla, máxima autoridad del credo.
Tras el estallido de la URSS, a fines de 1991, los obispos ucranianos quedaron bajo el mando de la iglesia ortodoxa rusa: si bien con relativa independencia, la iglesia ucraniana pasó a depender del patriarcado de Moscú. Fue entonces cuando el metropolita Filaret de Kiev lanzó una rebelión, en 1992, convirtiéndose en patriarca y jefe de una iglesia ortodoxa ucraniana autoproclamada, que por supuesto no fue reconocida por ninguna de las 14 iglesias ortodoxas del mundo.
De esta manera, hasta hace poco, Filaret cohabitaba en Ucrania con la iglesia ortodoxa oficial, dependiente de Kirill, el patriarca de Moscú, sin ningún reconocimiento de Constantinopla.
Sin embargo, todo cambió tras la anexión de la península de Crimea en 2014 por parte de Rusia, que comenzó a drenar fieles hacia las iglesias dependientes del patriarca de Kiev, cuya reivindicación de independencia redobló su fuerza.
En octubre de 2018, Filaret obtuvo su gran victoria cuando el patriarca Bartolomé, jefe de la iglesia de Constantinopla (Estambul), accedió a reconocer la autonomía del patriarca de Kiev, que pudo convertirse oficialmente en el jefe de una iglesia ortodoxa autocéfala, liberado ya de la tutela rusa.