Jean-Luc Mélenchon, a los 70 años y tal vez en la última contienda de una larga carrera en la política, vive su hora de gloria. El domingo, en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas, la coalición de izquierdas que lidera empató con la candidatura del presidente Emmanuel Macron. Y quedó en una posición óptima para convertirse, tras la segunda vuelta del próximo domingo, en la segunda fuerza en la Asamblea Nacional.
La gloria, sin embargo, no es completa. Ningún instituto de sondeos le da una mayoría de diputados. Era el objetivo que se fijó cuando, tras las presidenciales de abril, planteó las legislativas como una revancha y una elección que forzase al presidente a nombrarle primer ministro.
El candidato, que hace unos meses parecía a punto de caer en la irrelevancia política, es hoy el primer opositor a Macron. El objetivo de Mélenchon y de los candidatos de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes) es ahora movilizar a la mayor parte posible del 53% de votantes censados que se abstuvieron el domingo y dar la vuelta a las predicciones el día 19. El éxito del francés refrenda el tópico según el cual la unión hace la fuerza.