Al inicio, Cambiemos fue una alianza electoral entre tres partidos políticos: Propuesta Republicana (o PRO como se lo llama usualmente), la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica (CC). Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió, respectivamente, coincidieron y la crearon en 2015.
Desde un punto de vista electoral, la decisión de esos tres dirigentes y sus respectivos partidos, fue exitosa. En su debut, Cambiemos ganó la segunda vuelta y consagró a Mauricio Macri como presidente. El primer mandatario elegido mediante elecciones competitivas que no proviene del radicalismo ni del peronismo.
Como si eso fuera poco, también en su debut electoral, ganó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba) y en la Provincia de Buenos Aires. Desde entonces, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, ambos del PRO, gobiernan los dos principales distritos electorales del país en nombre de Cambiemos.
A semejanza de la Alianza entre la Unión Cívica Radical y el Frepaso (Frente País Solidario) que hizo presidente de la Nación al dirigente radical Fernando de la Rúa en 1999, Cambiemos debutó ganando. También a semejanza de aquella alianza, puso fin a un largo período del peronismo en el poder.
La realidad política de estos años ha demostrado que Cambiemos nunca fue una coalición de gobierno. Desde el 10 de diciembre de 2015, el gobierno nacional ha estado en manos del macrismo. El PRO ha gobernado, con Mauricio Macri como presidente de la Nación y con Marcos Peña como jefe de Gabinete y mucho más: sus ojos y oídos.
Desde los inicios, los socios políticos del PRO fueron ignorados, en los buenos, por supuesto, y hasta en los peores momentos de la gestión nacional. En particular, la UCR y sus principales dirigentes, fueron maltratados o, por lo menos, destratados por los funcionarios macristas, encabezados por Marcos Peña.
Sin historia, sin dirigentes y sin territorio, la Coalición Cívica nunca fue más que la figura de su fundadora y propietaria, la actual diputada nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Elisa Carrió. Los tuits de Lilita fueron, durante los primeros años, la única oposición al mismo oficialismo macrista.
Pues bien, la gestión presidencial de aquella novel y exitosa alianza electoral que nunca fue una coalición de gobierno, ha fracasado. Así lo demuestran los indicadores socioeconómicos y las encuestas de opinión. El “cambio”, tan prometido en campaña y tan pronosticado en gestión, a esta altura, es parte del pasado.
El fracaso de los “coucheados”
Las muchas promesas que hizo Mauricio Macri durante la campaña electoral han sido incumplidas. También han sido errados los reiterados pronósticos que hizo el presidente durante su mandato. No pudo resolver los problemas heredados y, para colmo, creó nuevos problemas que tampoco sabe resolver.
Nunca hubo candidatos y funcionarios tan bien “coucheados” como los macristas. Nunca hubo un fracaso tan repentino y tan estrepitoso. No se gana ni se gobierna con el marketing político y las redes sociales. Se gana con propuestas sensibles y se gobierna con políticas efectivas. Una lección para oficialistas y opositores.
Al llegar a la Casa Rosada, el PRO se propuso un objetivo político “refundacional”: una nueva política, sin los viejos partidos. A esos fines, hacían falta dos cosas: fagocitar a la UCR y, a la vez, liquidar al Partido Justicialista, culpándolo de todos los males de los últimos 70 años, empezando por los 12 del kirchnerismo.
Con un desempeño de regular a bueno, aquella “refundación republicana”, tal vez, hubiera sido posible. En la práctica, después del triunfo en las elecciones de medio término de 2017, parecía casi un hecho. Sin embargo, la impericia en la gestión del PRO enterró lo que ahora es parte del pasado.
De pronto, los justicialistas empiezan a unificar listas de candidatos a cargos provinciales y nacionales. El objetivo de dividirlos y enfrentarlos también parece parte del pasado. Hasta Eduardo Duhalde ha reaparecido, como si nada tuviera que ver con la caída de la otra alianza y la llegada de Néstor Kirchner al poder.
Tan grande ha sido la debacle del PRO, que la UCR volvió de la muerte. Hoy por hoy, los principales dirigentes radicales cuestionan que Mauricio Macri sea el candidato de Cambiemos a la presidencia y proponen al ex ministro de economía de Cristina Fernández, Martín Lousteau, el de las retenciones móviles al campo.
La interna de Cambiemos en Córdoba es un ejemplo del llamativo renacimiento radical. Las listas que encabezan Ramón Mestre para la gobernación y Rodrigo De Loredo para la intendencia, son una muestra de rebeldía frente a la torpeza política de una alianza electoral conducida desde despachos oficiales de Balcarse 50.
Con un justicialismo en busca de la unidad (la logre o no) y con un radicalismo en busca de la interna (la logre o no), aquel Cambiemos de 2015 forma parte del pasado, no del futuro. Aun puede reinventarse, por supuesto. Debería mejorar la gestión y reordenar la tropa propia. Para eso, el coaching no alcanza.