Hay nombres de pila que por sí delatan de quien se trata. No hace falta agregar nada al nombre de algunos famosos. Con decir Evita hablamos de Eva Perón, El Diego” es Maradona. Charly, un icono del rock argentino. En Córdoba –en lo académico- si decimos Deodoro”, nos referimos a Deodoro Roca. Con su contemporáneo Saúl Taborda (1895–1944) fueron ideólogos de la Reforma Universitaria de 1918.
Deodoro recordado, Saúl olvidado; ambos vivieron en el tumultuoso mundo de la primera Guerra Mundial. En medio de luchas imperiales de un capitalismo desembozado con ingentes masas obreras sumidas en la pobreza. Surgía expectante unos meses antes, en 1917, la revolución bolchevique, tumbando al zarismo e imponiendo la dictadura del proletariado con la promesa de lograr la igualdad entre los hombres.
Imaginemos a los dos debatiendo, en ese entorno mundial, sobre una universidad que dejara de ser oligárquica, clerical y reaccionaria. Apostaban a terminar con un régimen académico anacrónico montado sobre el derecho divino del profesorado universitario de pensamientos enclaustrados, burocráticos, utilitarios, mero salvoconducto de títulos habilitantes, frivolidad de los discursos sin compromisos, ausencia de éticas en la enseñanza”. Para que fuera posible se necesitaba una universidad autónoma y democrática, dando origen al gobierno tripartito. Y, además, que fuera gratuita (lo cual recién se logra con la eliminación de aranceles, durante la primera presidencia de Perón). Además, contar con un profesorado de calidad, garantizado con concursos periódicos y libertad de cátedra.
Pero aún todo ello sería insuficiente si la universidad no estuviera comprometida socialmente y abierta a los laburantes”, como lo fue la creación, en 1948, de la Universidad Obrera (hoy Universidad Tecnológica Nacional) y la apertura, en la UNC, de la exitosa Escuela de Oficios.
Coincidían Saúl y Deodoro en lograr un mundo mejor, pero una no sutil diferencia había entre ambos. Deodoro, con la visión de un modelo que tiñera al mundo con una mirada homogénea. Saúl, en cambio, apuntaba a poner tinte en las tradiciones de los pueblos. A diferencia del Deodoro internacionalista, Saúl soñaba una sociedad de cariz nacionalista -sin caer en el chauvinismo- fortalecida con la mirada puesta en la patria grande latinoamericana.
En su enorme producción literaria –de difícil acceso, como si fuera un pensador maldito- advierte la falla de Occidente, que, rico en pensamientos humanistas, no es ejemplar en hacerlos realidad. Desviación de sus fundamentos liminares que impacta, para Taborda, en el pesimismo de sus pueblos.
Señala la responsabilidad de la iglesia conquistadora –un mea culpa que la iglesia postconciliar reconoce–, sin dejar de criticar el intelectualismo que separa el pensamiento de la fe. Se anticipa a lo que otro pensador olvidado (y reprimido por la dictadura), Rodolfo Kusch, sostiene sobre la necesidad del sincretismo con las creencias telúricas.
Sus críticas al positivismo pretenden superar el modelo racionalista heredado del siglo XIX. En sus propuestas, alejado de su contaminación europeizante, crea una categoría original: la pedagogía facúndica”, nutrida en estilos de vidas enraizados en valores telúricos. Rescata el mestizaje como valor antropológico devenido de la presencia hispánica con la Conquista; acepta el proyecto sarmientino de educación popular, pero advierte sobre su sesgo europeo-norteamericano.
Sostiene una renovación cultural basada en saberes populares. Así, su antiimperialismo no solo rechaza el avasallamiento a la riqueza de las naciones, sino también su modelo cultural.
Contemporáneo de Gabriela Mistral, coincide con ella en muchas de sus ideas pedagógicas, como en la crítica al pensamiento hegemónico imperante. Anticipa lo que hoy propone el papa Francisco: una antropología relacional”, nutrida de toda cultura y creencia que se identifique en el respeto a la dignidad humana.
No se atribula Saúl –como Deodoro- en combatir a los poderes del momento: el clericalismo, la oligarquía liberal positivista y cientificista, el imperialismo y todo dogmatismo. Antivalores que aun hoy vemos en iglesias apéndices de intereses económicos, la oligarquización global de la especulación y los grupos concentrados de Internet.
Como intelectual comprometido con su tiempo, Saúl impulsa transformaciones sociales, nuevos modelos estatales y relaciones mundiales solidarias. Declama una democracia funcional con autogobiernos fortalecidos en el comunalismo, como pilar de un federalismo vivífico. Para él, el comunalismo es un orden existencial enraizado en lo popular, alimentado por tradiciones ancestrales de sus pueblos. Habla de un nuevo Estado frente a las falencias de las instituciones vigentes, de cariz absolutista heredada de concepciones imperiales europeas. Pero al apostar a lo nacional no reniega de una visión ecuménica. Es su esperanza una sociedad de naciones destinadas a asegurar la paz y la justicia internacional”. Hoy sería renegar la existencia de la globalización financiera usuraria.
Como señalamos alguna vez, el acrónimo GLO-CAL sintetiza el encuentro entre lo global” solidario, humanista; y lo local” enraizado en lo nacional. El mundo es una aldea, pero la patria es nuestro hogar.
Nuestra Universidad de Córdoba, en el rectorado de Francisco Tamarit, abrió la Cátedra Abierta Saúl Taborda para recuperar su pensamiento. Vigente sigue el ideario tabordiano. Simplemente Saúl.
Ex ministro de Finanzas, profesor consulto de la UNC