Un consejo (y un espejo)

Política cordobesa | Por Pedro D. Allende

Un consejo (y un espejo)

Vas a tener que ganar sin que la gente se dé cuenta”.

La frase, actuada con maestría por el publicista Ramiro Agulla, impactó en su destinatario. Pero José Manuel de la Sota comprendió enseguida. Preparándose para llegar por tercera vez al sillón mayor de la Provincia (y como escala para su empecinado plan presidencial), sabía que no podía arriesgar.

Cuatro años antes, Luis Juez, astilla desprendida del PJ, había puesto en vilo a su proyecto. Mientras el Gallego” conversaba con Agulla a principios de 2011, con las PASO nacionales que se venían en agosto, Juez mantenía una inquietante intención de voto. En paralelo, la candidata a la reelección presidencial, Cristina Kirchner, despegaba en Córdoba tanto como para imponer condiciones en caso de requerirse su respaldo. 

Cierto es que Juan Schiaretti había redondeado una sólida gestión. ¿Alcanzaría? ¿Qué podría ofrecer la marca Unión por Córdoba, luego de tres mandatos, a un electorado que se mostraba abierto a opciones? El Gallego no dudó: contrató a Agulla, que ya había sido asesor de figuras como De la Rúa, De Narváez, Piñera, Fox y Mc Cain, entre otros, y ambos se dieron a un cuidadoso manejo de los detalles: fechas, listas, alianzas, propuestas, ejes.

De la Sota ganó en los términos planteados por su publicista, aunque el binomio no fue mucho más allá. El concepto vencer sin ser advertido”, aunque trillado, es la alternativa para políticos que, en río revuelto, necesitan encontrar la marea exacta para desplazarse, con más maña que fuerza, una palma delante del resto. 

Perotti como reflejo

Bien puede aplicarse la máxima en la elección santafecina de 2019. Distrito predominantemente justicialista, con 365 municipios o comunas, destacan su capital (Santa Fe) de mediana escala, pero influyente; una poderosa urbe que además de superar el 1,3 millón de habitantes constituye un relevante polo del Mercosur (Rosario); con más un interior diverso y pujante. Los gobernadores elegidos desde 1983 muestran el peso de estas auténticas fuerzas centrípetas. Con un marco constitucional desactualizado por ausencia de acuerdos (pesando más la descripta cuestión territorial que el partidismo), sin cláusula de reelección, se han sucedido ocho gobernadores en diez turnos electorales. Cinco de ellos, justicialistas: Vernet; Reviglio; con 2 mandatos no consecutivos Reutemann; Obeid; y el actual Perotti, que continúa a tres gobiernos socialistas: Binner, Bonfatti y Lichfitz. Se recuerdan dramáticas pulseadas, como el primer triunfo de Reutemann (1991, todavía con Ley de Lemas, presentando el PJ cuatro fórmulas) sobre el intendente rosarino radical Usandizaga (quien fue el más votado); o el más reciente de Lichfitz, otro ex lord mayor rosarino, con apenas 1.493 votos de diferencia sobre el macrista Miguel del Sel (Juntos por el Cambio ganó en la ciudad capital) y poco más de 24.000 votos sobre el justicialista Perotti. 

El actual gobernador llegó a las elecciones de 2015 y 2019 como figura instalada: varias veces intendente de Rafaela -similar a nuestras San Francisco o Villa María-, ministro, legislador provincial y nacional. Se enfrentó en 2019 al intendente de Santa Fe, el radical José Corral, y al ex gobernador socialista Bonfatti. El desgaste del socialismo, el fracaso macrista y algún viento de cola sumado por la dupla Fernández-Fernández, lo empujaron. Llegaba el turno para ese interior profundo, de intendentes de pueblos gringos medianos o pequeños. Perotti se sentaría en la Casa Gris, quizá sin que el electorado, al decir de Agulla, lo haya percibido del todo.

Pero no le está yendo bien al contador rafaelino, vapuleado por la oposición tras 15 meses de gestión. Sin la pertenencia territorial, el carisma o el liderazgo de antecesores en el cargo, le está costando además conducir al peronismo. Se señalan sus pérdidas de tiempo en ejercicios administrativos inocuos; su mala elección de ministros, a varios de los cuales ha debido reemplazar demasiado rápido; sin encontrarle la vuelta a problemas gravísimos como el narcotráfico; su tibia postura cuando la fallida expropiación de Vicentin; y los errores frente al manejo de la pandemia (sumando en estos días un escándalo sobre vacunados por fuera del rango de prioridades). El desempleo en el Gran Santa Fe alcanzó el 20,3% en el segundo semestre de 2020 (el del Gran Rosario, 17,3%). Según la consultora CB, se encuentra entre los cinco gobernadores peor considerados de la Argentina, con una imagen mala o muy mala, que supera el 53%. Buen tipo, llegó casi por inercia, pero le falta vuelo” se sinceran en el justicialismo santafecino, donde pocos lo defienden. 

Líderes de envergadura forjaron en Córdoba otro tipo de acuerdos y hegemonías, más arraigadas a su ciudad cabecera. Pero sin De La Sota o Schiaretti al frente, llegará en el justicialismo el turno para nuevos referentes, donde sobresalen los dirigentes del interior, particularmente intendentes, dos de los cuales transitan la experiencia de conducir la ciudad capital, Llaryora y Passerini, (aunque el enorme peso provincial en la presente gestión de la ciudad impide precisar por ahora si la mano de ambos talla genuinamente en algún rubro…)

Los jefes capitalinos no son los únicos. Accastello, Llamosas o Gill, como Perotti en Santa Fe, más allá de su paso por gabinetes o bancas legislativas provinciales o nacionales, trascendieron por haber sido eficaces gestores locales, mostrando aptitud en comunidades medianas y homogéneas, pero sin probar completamente su capacidad de maniobra en la complejidad que supone una mayor escala. 

Quien resulte candidato, tras 24 años de gobierno justicialista y un cuatrienio marcado por la pandemia y sus consecuencias (desgaste, fragmentación, etc.), deberá recordar aquello de procurar el triunfo sin ser advertido, como De la Sota hace una década. En cuanto al presente, comenzar por mirarse en el espejo del alicaído Perotti no será una mala opción. Sin construcción de una plataforma que sustente el vuelo propio, hasta el más ducho desperdiciará su oportunidad.

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