La velocidad mental de la bicicleta

Por Germán Magnani

La velocidad mental de la bicicleta

Observando ese campo de combate que es el tablero de ajedrez, los jugadores imaginan con anticipación una secuencia de movimientos, victorias y derrotas tácticas, parciales, que conducirán hacia la victoria final o hacia el armisticio: tablas. También en las artes marciales se practica esta prefiguración del combate, que suele estar mostrada con distintos recursos narrativos en el cine: escenas del combate que todavía no han ocurrido, pero que podrían ocurrir, filmadas en blanco y negro, sugiriendo que están como imaginadas por cada uno de los contendientes.

El ajedrez, las artes marciales… no es casual que estemos hablando, sin decirlo, de Oriente. (Y quizás de un pasado). Aquellas culturas son -o fueron- distintas, con respecto a Occidente: las concepciones del tiempo, de la velocidad, del movimiento, de la distancia, de la energía vital. Cada suspiro tiene -o tenía, allá- otro sentido.

Si tuviéramos que utilizar una palabra para dar a entender lo que vamos queriendo decir, esta palabra podría ser: «planificación». Cálculo. Medida.

Esto es una forma de la velocidad mental, porque son la planificación y el cálculo los que permiten llegar, y llegar antes, al objetivo. (La velocidad, en su pureza atolondrada, es más bien lenta).

La planificación es una práctica de la economía. Es decir: de la ecología. (Economía, guerra, ecología… ¿pueden ser sonidos distintos para esa misma cosa de la supervivencia humana?)

Un cálculo, una medida, nos informan que para ciertos lugares (la urbe) y para ciertas distancias, una bicicleta como medio de transporte es más eficaz, más sencilla y de menor costo que otros medios: una bicicleta es mejor.

Cuando el objetivo es transportarse en la ciudad, una bicicleta puede conducir hacia la victoria final, a condición de no olvidar que una herramienta vale por lo que vale quien la utiliza.

Es más eficaz, más breve en el tiempo, subirse a una bicicleta que esperar el transporte colectivo.

Es más simple subirse a una bicicleta que verse obligado a sacar un carnet de conductor.

Es más simple bajarse de una bicicleta que buscar un lugar libre o iluminado en una calle, en una playa de estacionamiento.

Si pensamos en números: ¿cuántas horas de trabajo cuesta una bicicleta? ¿Cuesta más o cuesta menos que otros medios de transporte, si lo calculamos en horas de trabajo?

El uso de la bicicleta invita a una adaptación de la propia indumentaria. Es posible andar en bicicleta con tacos altos y pollera, descalzo o en ojotas. Es más fácil y seguro utilizar zapatillas que zapatos (los cuales, si tienen suela de cuero, exigen un perfecto apoyo para no resbalar sobre el pedal). El saco, la corbata y su camisa dificultan el uso del manubrio.

A poco de andar el ciclista entra en calor. Con la práctica, aprende a vestirse con lo justo, de modo tal de no verse obligado a detener la marcha para sacarse un abrigo, aún en pleno invierno.

Pero si el frío es mucho, los guantes son una verdadera ayuda, pues los dedos se entumecen, y se dificultan el agarre del manubrio o el frenado.

En verano, es posible disfrutar del aire libre y del canto de los pájaros, pero es necesario estar dispuesto a transpirar.

El uso del casco debería ser obligatorio.

Todas las bicisendas de Córdoba muestran errores técnicos. En algunos casos son errores que pueden poner en peligro la vida del ciclista.

Una de las bicisendas, construida a lo largo de la Cañada, se interrumpe de pronto, rota, horadada desde abajo por el agua, ofreciendo una caída de varios metros. En ocasiones, una de las bicisendas en la margen derecha del río se hunde en una laguna de medio metro de profundidad y varios metros de diámetro. En la plaza Vélez Sarsfield, la bicisenda termina de pronto, de frente, en el cordón de la vereda.

Las bicisendas en las anchas avenidas del medio de la ciudad desalientan el ciclismo, en lugar de fomentarlo, y esto por la siguiente razón biológica: el pasaje tan cercano de toda esa masa de automóviles produce en el cuerpo una descarga refleja de adrenalina, una tensión física involuntaria. El placer de andar en bici (endorfina), común a toda actividad física, se transforma entonces en displacer.

Algunos errores, tan evidentes, se han corregido: fue anulada la bicisenda que había sido instalada en la calle Deán Funes, y que pasaba frente al colegio Cassaffousth. Tenía una pendiente muy obvia, y no en la dirección de avance, hacia adelante y/o atrás, sino hacia los lados, a izquierda y derecha de la bici.

Córdoba, en Argentina, es uno de los territorios más ricos del planeta. El extracto que la representa para el espacio público (sus técnicos, y una casta política que a su vez los autoriza) no sabe ni hacer una bicisenda: la única verdad es la realidad.

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