Las fotografías y los videos del festejo del cumpleaños de Fabiola Yáñez en plena cuarentena provocaron un amplio (y merecido) repudio de la ciudadanía en general. El rechazo fue amplio porque los enojados e indignados fueron no solamente quienes critican siempre (o casi siempre) al gobierno de Alberto Fernández, sino también quienes lo apoyan. Unos y otros se mostraron ingratamente sorprendidos frente a la indolente conducta del primer mandatario.
Además de amplio, el repudio fue merecido. Porque nada puede explicar, y mucho menos justificar, semejante despropósito ético y político.
Los dirigentes deben ser y parecer, sus conductas deben ser ejemplares, particularmente en tiempos dificilísimos como los de una pandemia. El Presidente de la Nación es un ser humano y, como tal, puede cometer errores. Obviamente, atento a sus responsabilidades, también debe pagar las consecuencias.
Lamentablemente para él, para el gobierno que preside y para el frente electoral que lo puso en la Casa Rosada, su reacción fue apocada, timorata e irresoluta. Frente a semejante error, lo correcto hubiera sido reconocer la inconducta y pedir perdón, lisa y llanamente. Nada de eso hizo el Alberto Fernández. Por el contrario, se enredó, innecesariamente, en una serie de explicaciones y justificaciones vacías y casi superficiales.
Hoy por hoy, en plena campaña electoral rumbo a las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) del 12 de setiembre, para los oficialistas, ese sainete debe justipreciarse a luz de todo lo que ha hecho y está haciendo el gobierno nacional en el marco de la pandemia. Es decir, hay que dar vuelta la página, denunciar la herencia recibida tras la pandemia del macrismo” y empezar a hablar del futuro. Es el discurso de la líder del Frente de Todos, Cristina Fernández de Kirchner.
Del otro lado de la grieta, para los opositores políticos y mediáticos, aquel fue un hecho más que lamentable, un acto imperdonable. Tanto que, para algunos, hubiera merecido la renuncia o la destitución mediante un juicio político, nada menos. Para otros, algo menos drásticos, ameritaría que el gobierno perdiera las elecciones de medio término. Por eso y nada más que por eso. Es decir, un castigo electoral ejemplar por semejante inconducta.
Una moneda al aire
Más allá de las posturas extremas a ambos lados de la grieta, se equivoca el oficialismo si cree que lo pasado, pisado”; y también se equivoca la oposición si cree que ganará las elecciones por la publicación de esas fotos.
Una cosa es que la imagen presidencial caiga en la consideración de la opinión pública, algo tan lógico como reversible, y otra cosa es que eso se traduzca en un instantáneo beneficio electoral para la alianza Juntos (ex por el Cambio).
A pesar del gigantesco esfuerzo de los medios de comunicación que dominan la agenda mediática en Argentina, para sostener el tema en la tapa de sus diarios y en sus cadenas de televisoras y radios a lo largo y a lo ancho del país, el impacto de la foto se va licuando poco a poco. Raro sería lo contrario, sobre todo en un país como la Argentina, donde ningún dirigente político (y muy pocos ciudadanos) pueden tirar la primera piedra, ni rasgarse las vestiduras en nombre de la ética política o cívica.
Al día de hoy el resultado de las Paso y, mucho más, de las elecciones generales a realizarse el 14 de noviembre, es una incógnita, una moneda al aire.
A pesar de los notorios avances en la campaña de vacunación y de la incipiente recuperación de la mayoría de los sectores económicos, si se consideran los números de muertos por el coronavirus, de desempleados y pobres, entre otros, cualquier oficialismo podría perder. Por eso, no por la foto.
Sin embargo, el fracaso de los cuatro años de Mauricio Macri es una carga demasiado pesada para que Juntos logre reposicionarse tan rápidamente. A eso deben sumarse las diferencias internas en el PRO y con la UCR, cada vez más inocultables.
El jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fracasó al tratar de jubilar a su mentor. En esa grieta, los radicales sueñan con un triunfo de Facundo Manes en la provincia de Buenos Aires, y una futura candidatura presidencial en el 2023.
En Córdoba es posible que los candidatos de Hacemos por Córdoba (o, mejor dicho, del gobernador Juan Schiaretti) sean los más votados, aunque en la sumatoria ganen los candidatos que se enfrentan en la interna de Juntos.
Al respecto, el muy posible triunfo del binomio Juez–De Loredo sobre el tándem Negri–Santos significaría una tremenda derrota para Mauricio Macri. Y, muy probablemente, un certificado de división para la oposición de cara a las elecciones provinciales de 2023.