Se cumplen 20 años de la guerra global contra el terrorismo” que iniciaron las fuerzas armadas de EEUU tras los atentados de Al Qaeda; en estos años el papel de las FFAA ha pasado de liderar una guerra” a convertirse en un instrumento más de una lucha”. EEUU declaró tal guerra en 2001 porque consideraba que una respuesta militar, violenta y contundente, podría acabar con los terroristas de Al Qaeda ocultos y protegidos en el santuario talibán. Enviaron sus fuerzas armadas a Afganistán unilateralmente, sin consultar ni esperar a sus aliados, a pesar de que éstos habían activado el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte (Otan) y declarado los atentados como un ataque armado contra la Alianza. No hubo uno para todos”, porque la cadena de mando de la guerra contra el terrorismo no pasó nunca por Bruselas, sino por el Mando Central de EEUU (USCENTCOM) de la base aérea de Tampa, Florida. Tampoco hubo todos para uno” porque ese Mando Central minusvaloró o despreció las ofertas de ayuda que sus aliados les hacían llegar a través del Centro de Coordinación abierto en la base para quienes quisieran sumarse a la coalición para la guerra global contra el terrorismo. La operación Libertad Duradera libró la guerra en Afganistán hasta 2014; la Coalición desplegó allí fuerzas de 27 países, y tuvo éxito militar al derribar al régimen talibán y hacer huir a los terroristas.
La Coalición no disponía de un plan para después de ganar la guerra, como tampoco lo tuvo en Irak en 2003, y cometió el error de dar paso a una misión de asistencia internacional (ISAF) para que se encargara de la estabilización y reconstrucción de Afganistán, cuando la utilidad de estas intervenciones militares ya se cuestionaba por sus limitados resultados en los Balcanes. Ni ISAF ni la Coalición supieron aprovechar el desplazamiento de los talibán para consolidar el control territorial y prevenir su retorno. La progresiva y lenta implantación de ISAF y la prioridad sobrevenida de Irak restaron interés estratégico y recursos a la guerra” contra el terrorismo en Afganistán.
En esas condiciones y con Irak como modelo, creció el fenómeno de la insurgencia. Ya que no era posible derrotar en campo abierto a la Coalición, los talibán se dedicaron a hostigar y emboscar a las fuerzas extranjeras, eliminar a sus colaboradores y aterrorizar a las poblaciones.
Al igual que la guerra abierta favorecía a la Coalición, la insurgencia favorecía tanto a las milicias locales como a los terroristas globales, porque los situaba en condiciones de llevar la iniciativa, mientras que situaba a sus rivales en posiciones de defensa. Los combatientes talibán asumieron la insurgencia como método para desgastar la voluntad de permanencia de las fuerzas de ISAF, mientras que los yihadistas de Al Qaeda los adiestraban en el manejo de explosivos. La insurgencia hizo crecer exponencialmente el número de ataques y la necesidad de tropas para combatirla, una situación para la que ISAF no estaba preparada y que superaba la capacidad de contrainsurgencia de la Coalición. El presidente Obama trató de replicar en Afganistán el éxito que la contrainsurgencia había alcanzado en Irak, gracias al incremento de la fuerza y al apoyo sunita, pero ya era demasiado tarde para hacerlo.
Para funcionar, la lucha contra la insurgencia precisa superioridad de medios militares. Ha funcionado en Irak donde la combinación de fuerzas locales, regionales y de la Coalición ha derrotado militarmente al Estado Islámico y acabado con el control territorial que ejercían en Irak y Siria, al igual que una combinación similar de fuerzas sirias, iraníes y rusas ha derrotado a la insurgencia yihadista siria. También precisa que después de desalojar la insurgencia de sus feudos se disponga de fuerzas para mantener el control territorial mientras sea necesario, y realizar cambios que mejoren la vida de la población. La intervención militar en Afganistán bastó para lo primero, desplazando al talibán al otro lado de las fronteras, pero no fue capaz de consolidar la seguridad ni la prosperidad del país. La seguridad ciudadana, el Estado de derecho o el desarrollo económico y social exceden las capacidades de las FFAA.
Si en Irak quedó claro que la Coalición Global apoyaría al régimen de Bagdad a librarse de la insurgencia del Estado Islámico, y en Siria no se dudaba de que las fuerzas rusas e iraníes no dejarían caer al régimen de Bashar al Assad, en Afganistán la retirada de las tropas conllevaba el desmoronamiento del régimen afgano.
La salida de Afganistán ha puesto fin a la guerra” contra el terrorismo, es decir, a la confrontación militar directa y fulminante con el adversario terrorista, y ha dado paso a la lucha contra el terrorismo en la que el elemento militar tiene una función relevante pero no es ya ni el único instrumento ni el más decisivo.
EEUU y la Coalición Global han venido utilizando nuevos medios de actuación contraterrorista, como los drones, los satélites y las fuerzas de operaciones especiales que han demostrado mayor letalidad y menores daños colaterales. En 2019 el presidente Macron anunció una reorganización de la intervención francesa en el Sahel, que coincide con las tendencias señaladas. EEUU y Francia son los primeros países en pasar de la guerra” a la lucha” contra el terrorismo, pero no serán los últimos.