A finales de 2022, EEUU y Rusia sabrán cuál de sus candidaturas gana la votación y termina liderando la que se ha denominado como una de las organizaciones internacionales más importantes del mundo de la que nunca se ha escuchado”: la ITU, o, en español, la Unión Internacional de Telecomunicaciones”, hoy liderada por el chino Zhao Houlin.
El mandato es facilitar y asegurar la conectividad internacional; la toma de decisiones sobre normativa internacional para aspectos vinculados a las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), las redes de comunicación, tecnologías como órbitas satelitales o la seguridad del espectro electromagnético; y el modo de acordar y desarrollar estándares técnicos para llegar a comunidades con un bajo grado de digitalización, que incluye zonas rurales y países en desarrollo.
Esta agencia de la ONU, con 700 fichados en su personal y 400 millones de dólares de presupuesto para 2020, tiene dos tipos de membresía: los 193 Estados miembros tradicionales, y un total de 900 miembros del sector privado que forman parte de las mesas de toma de decisiones (study groups”), las que proponen recomendaciones que generan luego las resoluciones que, tras recibir un voto unánime, se convierten en obligaciones jurídicas internacionales que los Estados miembros deben traducir en sus marcos jurídicos nacionales.
La ITU como espacio por el poder
La idea de que un tema como el tipo de información al que se puede acceder cuando un usuario abre un navegador de Internet se acuerde en la ITU explica por qué esta organización ha adquirido una capa de poder y geopolítica, que no siempre se ve de forma directa. La gobernanza de la ITU permite explicar esta tracción de fuerzas: además de la Secretaría General y el Consejo, la ITU tiene tres sectores técnicos principales (T, R y D) a los que pertenecen los grupos de estudio y conferencias, que se reúnen cada cuatro años para revisar avances y proponer recomendaciones.
En este sentido, la ITU juega un papel importante sobre quién liderará, y bajo qué principios, las tecnologías y aplicaciones de la vida política, económica y militar. Los estándares técnicos son los que permiten llamar de un teléfono móvil a otro, aunque procedan de dos fabricantes distintos. Decidir un modelo consensuado e integrador –y no romperse en dos modelos totalmente distintos entre China y EEUU– tendrá también implicaciones de seguridad en las cadenas de aprovisionamiento y el intercambio de productos de forma transfronteriza.
Esto tendrá implicaciones en que las ciudades no solo sean inteligentes, sino también seguras, y se garantice la gestión del reconocimiento facial, su uso ya en ciudades de todas las regiones, o los efectos que puede tener para la represión digital.
El alcance de los planes de digitalización, el fomento de infraestructuras o quién capacita técnicamente a un país en desarrollo van más allá de lo puramente técnico, como se puede comprobar con la actual competitividad entre la Ruta de la Seda Digital de China en África y en América Latina; las estrategias de EEUU; la nueva capa tecnológica de la Alianza del Quad con Australia, India y Japón; o la incorporación de pilares únicos sobre digitalización en las estrategias regionales de la Unión Europea en África y en el Indo-Pacífico.
Esta idea de la ITU como espacio de poder no es algo único. En los últimos años se ve cómo la tecnología se ha convertido en un activo geopolítico que puede determinar el reequilibrio de poder en el mundo, así como qué marco de seguridad internacional y de respeto a los derechos humanos se garantiza. También tendrá implicaciones en la reorganización de las alianzas y las coaliciones ante ciertas temáticas que toquen a las tecnologías. Ello explica que, si en 2010 EEUU afirmaba que la ITU tenía un lugar limitado en el ecosistema de Internet”, en 2017 la ITU se incluyera dentro de la Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU como un espacio donde había que promover los intereses del país a nivel global. También explica que China esté realizando campañas de posicionamiento de ciudadanos chinos en los puestos de alta dirección mundial, como son la ITU, la ICAO (para la aviación civil) o la UNIDO (para el desarrollo industrial en países en desarrollo). Pero no todo es EEUU y China. Rusia se ha sentido excluida de la reunión convocada por el presidente Biden para abordar las amenazas por ciberataque mediante ransomware”.
En conclusión, gobernar la tecnología va más allá de la ITU, pero buena parte se centraliza en ella. En octubre de 2022 más de 100 países se reunirán en Bucarest para votar por una de las dos candidaturas: la estadounidense Doreen Bogdan-Martin (actual directora general de ITU-D y que aspira a la Secretaría General) y que está recibiendo apoyos de las Big Tech” estadounidenses, con una presencia cada vez mayor en muchos pequeños países en desarrollo; o el ruso Rashid Ismailov, anterior viceministro de Telecomunicaciones y también previamente ejecutivo de Huawei.
Una opción idónea sería el entendimiento entre distintas visiones. Sin embargo, el contexto actual está marcado por la creciente balcanización de la tecnología. Hay mucho en juego.