Terminaba la inauguración del período ordinario de sesiones del Concejo Deliberante y empezaba un besamanos tedioso. Entre el insoportable calor, el riesgo de cortes eléctricos y los apretujones en derredor de los capitostes, el centro operativo de Av. Colón al 4700 (allí donde muchos habrán practicado puntería contra los bolos en otras épocas) se presentaba poco atractivo para estirar la presencia.
Los cronistas fisgoneábamos a las celebridades que se dieron cita, oficialistas u opositoras, potenciales candidatos o candidatas, todos dispuestos a fotos o palabras. Pero uno sólo era el dueño de la escena: frente a un auditorio colmado, Llaryora hizo su balance, para iniciar formalmente su campaña provincial.
En los últimos 40 años de democracia, Córdoba tuvo 7 intendentes, de los cuales 3 (todos de la UCR) buscaron y lograron la reelección: Ramón Mestre; Rubén Martí; y el retoño del primero, Ramoncito. El resto gobernó sólo un período, con distinta suerte: Kammerath terminó en colapso (actualmente convicto); Juez acumuló un genuino respaldo, e intentó la gobernación en 2007 (perdió ajustadamente) y ahora va por el mismo sueño (tras volver a perder provincialmente en 2011 y ser derrotado en la ciudad en 2015); y Giacomino fue un fiasco.
Las tres agrupaciones partidarias que gobernaron en ese lapso mostraron referentes muy disímiles. Mestre o Martí, por el partido de Yrigoyen (de sectores internos opuestos); Kammerath (conservador, entonces aliado al justicialismo); o Llaryora (que supo enfrentar al oficialismo partidario), por el peronismo. Juez (ex peronista, que terminó en Cambiemos) o Giacomino (originariamente radical, que terminó en el kirchnerismo), en el Frente Cívico.
Daniel Passerini, el actual vice de Martín (ambos provenientes de diferentes líneas, forjadores de espacios propios en el oficialismo provincial) certifica continuidad. Tras la avalancha mediática por posicionarlo, llega el turno de sumarle integrante de binomio. Y ello nos conduce a la friccionada tenida en torno a cómo se completará la fórmula que compita en la Provincia: ¿quién secundará a Llaryora? ¿Un hombre o una mujer?
No faltaban en el centro operativo de Av. Colón los militantes justicialistas de siempre, esos que van porque hay que estar. En un rincón del amplio salón, insensibles a las térmicas altas, tres de ellos (dos hombres, una mujer) sostenían un intenso entrevero. Sin chances de acercarme a las celebridades, abandoné la cola de saludadores y puse rumbo hacia el grupo. No me equivoqué.
No es un trámite sencillo
Los contertulios fueron al hueso. Enrolada en el viguismo, la primera exponente defendió a capa y espada la inclusión de “la Ale” en la fórmula. Señaló que es el objetivo del grupo y que no se descarta un “operativo clamor” que, lejos de aquel triste 22 de agosto de 1951, cuando Eva Perón debió dar un paso al costado pese al pedido popular (fallecería meses después), ésta sería una página dorada en la historia del peronismo cordobés. Dejó traslucir que la señora está activa, e interesada en la movida. Habría -dijo la militante- ya una decisión tomada. Explicó que no sólo la apoyan sus incondicionales, aquellos que le toleran berrinches y arbitrariedades domésticas diversas, los que siempre festejan sus descargas fulminantes contra funcionarios que no defienden lo suficientemente a Juan, a ella misma o a su fluctuante entorno inmediato. “Es lo que quiere el Gringo”, afirmó, suelta de cuerpo, como suelen hacer los schiarettistas cuando no quieren debatir.
Vigo dejaría el Senado (garantizando el acatamiento del suplente, Eduardo Accastello), y se inclinaría a dominar la Legislatura y también el Ejecutivo, donde la “vieja guardia” (es decir, aquellos que con aptitud jubilatoria aún bregan por seguir forrando sus paredes de nuevos pergaminos) encontraría en ella a una celosa protectora.
Sus compañeros expresaron, con matices, desacuerdo. Uno, enrolado en los nuevos signos, señaló: “Martín no necesita a una institutriz”. Aportó que el sanfrancisqueño es un cuadro formado, que ha pasado por las suficientes responsabilidades como para acometer la gestión que se propone. “Algunas más que el propio Schiaretti cuando llegó a la Casa de las Tejas (por ejemplo, las intendencias de San Francisco y Córdoba), y por cierto, con 10 años menos que aquél cuando inició su primer mandato”, agregó. Por otra parte, afirmó: “Llaryora tiene los mismos derechos que el Gallego o el Gringo, quienes siempre eligieron a sus vices (incluso lo hizo Juan en su primera candidatura, sumando al hasta entonces juecista Pichi Campana)”.
El militante advirtió que el schiarettismo tampoco está en situación de decidirlo todo: los imanes empiezan a atraer hacia otros polos, y eso afecta inequívocamente a las candidaturas y a la campaña. Cree que no será sencillo encontrarle a la señora, fuera de la militancia viguista (empleados y funcionarios que, por ahora, cobran muy bien) eco para la súplica.
La tercera voz reconoce el valor del aporte de Vigo a una futura campaña, pero cree que su rol en el Senado es demasiado sensible como para dejarlo en manos de un ajeno al schiarettismo, de afectos volátiles, como Accastello.
Por otra parte -señala bajando la voz- la esposa de Schiaretti no rinde electoralmente: “no mide”, dice, en la jerga. Además, dos cuadros de la capital no aseguran equilibrio entre la Docta y el determinante interior provincial. Y sería incompatible con el modus vivendi del peronismo que la vicegobernadora pretenda oficiar como dique de contención a la jefatura del gobierno (“Ni a Cristina le salió”, justifica). “Todos deben acompañar, todos deben negociar, todos deben ceder, pero sólo uno será el que conduzca, como fue siempre”, asevera, y nadie lo contradice.
La charla sigue: fechas, datos, recuerdos del pasado o incluso del futuro, parafraseando a Erich von Däniken. Conversaciones que, desde afuera, parecen idénticas, campaña tras campaña. Mientras miro a varios que todavía dan vueltas por la sala, me pregunto si Natalia de la Sota habrá logrado su “selfie” con Llaryora. Afuera, los afiches de Martín y Juan Manuel Llamosas, tan parecidos a los que hace unas semanas encumbraron a Passerini, me sugieren que no todo está dicho por ahora.