A sus casi 70 años, el entrerriano -naturalizado cordobés- Mario Raúl Negri representa cabalmente a los “hombres de amianto” alguna vez tipificados por el ex gobernador de su partido, Eduardo César Angeloz.
Porque el doctor Negri, eterno diputado nacional, vicegobernador de Angeloz luego de oponerse tenazmente a la reforma re-eleccionaria que aquél propugnaba, aparece o desaparece sin que importe lo que haya hecho o dejado de hacer. “Generoso en la desmemoria -decía Angeloz- nuestro pueblo siempre brinda oportunidades. Aquí no se quema nadie”.
Aunque la estrella de don Mario, aquel que muchas veces se jactó de andar con una mochila liviana que le ha permitido hacer y deshacer, probablemente hoy más representativo de “Juntos por el Cambio” que del radicalismo, viene en declive. Dejó de conducir el interbloque cambiemista en 2019. Si bien preside la bancada radical, ha sufrido un desgranamiento con tropa cordobesa incluida, conducida por Rodrigo de Loredo. Fue dolorosamente derrotado por éste y por Luis Juez, en su intento de saltar al Senado (2021). Sobrado de años de aportes, algunos presionan para jubilarlo. Aunque Negri se las arregla, desde aquella banca en la que objetivamente produjo bastante poco (no ha sido relevante su contribución legislativa ni cuando condujo una bancada oficialista), contando sin embargo (y allí radica su principal capital) con micrófonos atentos a sus picantes reflexiones.
Y nos ha sorprendido con una fatalista visión de la coyuntura. Dijo textualmente: “Desde la condena (el Frente de Todos) han convertido al Gobierno, al Senado y a los bloques en un estudio jurídico dedicado a la agresión y al ataque. Estamos en pre anarquía. Impiden que funcionen las instituciones. La gestión no existe”. Agregando: “Hay un llamado a la desobediencia a la ley. El kirchnerismo quiere que Argentina se debata en la calle y nosotros queremos procurar que sea en las instituciones y que éstas funcionen. No queremos que el Congreso baile como el oficialismo quiere”.
Lo plantea Negri como un espectador, como un analista, como si nada tuviera que ver la fuerza que integra con el hecho relatado.
Lo dice un referente del radicalismo, autopercibido como defensor de la democracia. Ya en tiempos de Irigoyen, el radicalismo antipersonalista estaba más cerca de la ruptura que de la continuidad del Peludo. Y si no, veamos el comportamiento de Alvear en la década siguiente. Por si no quedan dudas, repasemos la actuación de la mayoría radical cuando alentó en 1945 el traspaso del poder a la Corte Suprema de Justicia y su entusiasta participación en la “marcha de la libertad” y avanzadas posteriores, emparentadas con la presión por encarcelar (cuanto menos) al coronel Perón.
O sus silencios ante los golpes militares que sufrió el gobierno peronista, costando vidas: el 28 de setiembre 1951 y el más sangriento, del 16 de junio de 1955, con el bombardeo en el cual, algunos radicales de fuste, luego funcionarios desde 1963 (gobierno de Illia) participaron personalmente. O su colaboración con el derrocamiento de Perón en 1955, abriendo un diálogo que se mantuvo durante todo el período de la autoproclamada “Revolución Libertadora”, costándole al partido de Alem la fractura entre frondizistas y balbinistas.
O la directa participación de sus militantes en un atentado único en su tipo, cuando el 1 de mayo de 1951, mientras se realizaba un acto en la Plaza de Mayo, murieron seis personas y hubo un centenar de heridos, muchos de ellos mutilados. No todas las bombas explotaron: la tragedia podría haber sido dantesca. Alguno de sus autores, fue funcionario de Alfonsín.
O su tolerancia durante 18 años, de la proscripción al peronismo y en especial de su líder, sin dificultades para reponer, durante un gobierno constitucional (Illia) el decreto de prohibición del sustantivo propio Perón o sus derivados emitido por el dictador Aramburu. O su cooperación política -con hombres e ideas- en el onganiato, donde sus referentes ocuparon puestos de gobierno (como Arturo Mor Roig, ministro del interior de Lanusse y cerebro de la reforma de facto de 1972).
O su colaboración con la dictadura de Videla, aportando cuadros civiles a su gestión (por caso el cordobés Ricardo Yofre, subsecretario de la Presidencia entre 1976 y 1978), y donde constitucionalistas como Félix Loñ (muy ligado al balbinismo) aportaban ideas, incluso publicadas en revistas jurídicas de tirada nacional, para justificar la vigencia del vergonzante Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional por sobre la propia Constitución argentina.
Por eso no sorprende que un radical conservador como Negri, que innegablemente lleva en su ADN aquella genética de contradicciones e hipocresías (pues como señaló alguna vez el mismo Angeloz, las actitudes o tensiones del presente “no tardan en descubrir sus raíces en nuestro pasado”, alerte hoy, como si su interbloque y su fuerza política nada tuviera que ver con aquello, la “pre” anarquía (es decir una situación anterior al estado de “ausencia del poder político”, tal como la define la RAE).
Sin reparar, por ejemplo, en la posible connivencia entre las fuerzas de Juntos por el Cambio, la justicia y los poderes económicos concentrados que podría derivarse de este viaje a Bariloche realizado por magistrados federales, en el que se habrían reunido con operadores judiciales vinculados al Jefe de Gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, y gerentes de un medio nacional. Sin considerar que es la propia negativa a sesionar, a otorgar quórum, la que deja a la Cámara de Diputados sin autoridades y sin orden del día.
Si atenerse a funcionar (para salir de la presunta “pre” anarquía) es, para Negri, “bailar como el oficialismo quiere”, debe ser analizado. Porque otras fuerzas con representación en el Congreso, entre ellas el schiarettismo (también antikirchnerista) sí estaban dispuestas a sentarse a trabajar, pues para ello fueron votados. Pero qué puede esperarse de una coalición en la que su otra vertiente cordobesa, el juecismo, considera por boca de su líder, que en la Argentina nada cambió desde 1983, o que se encuentra habitada por un pueblo de mierda.
Diría Angeloz: “Hemos improvisado y así estamos”.