La región de Centroamérica es rica en recursos naturales y sus pueblos resisten ante el peligro latente de empresas que buscan beneficios económicos por sobre la sostenibilidad del ambiente, el respeto por los derechos humanos y el territorio.
Berta Cáceres fue una líder indígena lenca, feminista y activista ambientalista de Honduras que dio su vida por el agua. Su última gran batalla fue contra la instalación de una represa en el Río Gualcarque. El río atraviesa zigzagueante los hermosos y puros bosques tropicales hondureños.
Es fuente de vida tanto para el sustento como para la conexión espiritual de la comunidad lenca, un pueblo que habita la zona de Honduras y El Salvador desde antes de la llegada de Colón y actualmente es la comunidad indígena hondureña más numerosa. De hecho, en el año 1536, fueron las y los lencas quienes se levantaron contra la masacre española. El líder de la resistencia fue el jefe guerrero Lempira quien logró una alianza nunca antes vista entre lencas y otros pueblos.
Algo del espíritu de Lempira, en su resistencia y revolución, tuvo Berta Cáceres quien fue asesinada en la madrugada del 2 de marzo del 2016 por sicarios que irrumpieron en su casa. Los disparos fueron contra su cuerpo por su oposición a la construcción del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca que busca construir una represa en el Río Gualcarque y sus cuencas, por parte de la empresa estatal Desarrollos Energéticos DESA S.A. con financiamiento internacional.
La capacidad movilizadora de Berta logró que el conflicto se visibilice y que compañías internacionales –como la china Sinohydro o la Corporación Financiera Internacional adscrita al Banco Mundial– retiren sus inversiones. No obstante, como advirtió a HOY DÍA CÓRDOBA uno de sus hijos, Salvador Zúñiga Cáceres: “Sigue siendo una situación grave porque la concesión sobre el río sigue en pie, y persiste un ambiente de desestabilización que se gesta desde DESA S.A. y las estructuras militares que siguen operando en la zona”.
Un río de Justicia
La resistencia de Cáceres fue por la vida. El respeto por la naturaleza impregna la cosmovisión lenca: la tierra y el agua les sustenta como seres vivos y por eso son sagrados. A lo largo del tiempo esto significó grandes problemas en cuanto a la tenencia de tierras, invasión de espacios tradicionales, contaminación o eliminación de fuentes de agua y persecución.
Desde 2009, año del golpe en Honduras que depuso del poder al entonces presidente Manuel Zelaya, se han aprobado un 30% más de concesiones según un informe del Centro de Estudios para la Democracia. De hecho, según el informe “Visión de País 2010–2038 y Plan de Nación 2010‐2022 de Honduras”, publicado en CEPAL, el Gobierno espera “elevar la tasa de represamiento y aprovechamiento hídrico al 25%”.
Desde el asesinato de Berta Cáceres el pueblo lenca, sus familiares y compañeros de lucha del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) – espacio que coordinó y dirigió- piden Justicia.
Actualmente hay ocho personas detenidas que fueron juzgadas en 2018. Ese año se estableció que Cáceres fue asesinada por su condición de activista de derechos humanos en defensa del pueblo lenca frente la imposición en su territorio del proyecto estatal hidroeléctrico Agua Zarca.
En julio de 2021, el Tribunal de Sentencia de Honduras declaró culpable a David Castillo (exgerente de la empresa DESA S.A. y responsable del proyecto) como coautor intelectual del asesinato de Cáceres. Castillo es la octava persona juzgada por el crimen. Anteriormente fueron condenados tres sicarios y cuatro personas vinculadas a DESA y al Ejército.
Pero la sentencia de David Castillo sigue pendiente y se espera que el próximo 4 de abril finalmente el Tribunal se manifieste. Desde el COPINH mantienen su exigencia de llevar ante los tribunales a los autores intelectuales del crimen, que involucra a familias de la élite hondureña.
Salvador Zúñiga Cáceres es hijo de Berta y estuvo en Córdoba donde dialogó con este medio. “Estamos en una situación de peligro latente. No tenemos garantías de que no se vaya a construir la represa, por eso estamos en un proceso de reorganización desde el COPINH”, advirtió sobre su rol en la organización que su madre dirigió y la actual situación.
— ¿Qué esperan al 4 de abril?
— La sentencia de Castillo, que ya fue condenado. En Honduras hay mucha impunidad y actualmente hay un intento de generar amnistía para presos políticos, y también para personas corruptas que estuvieron ligadas al Estado. Castillo fue funcionario del Estado. En este nuevo contexto, hay una amenaza de que él forme parte de esta amnistía.
— ¿Qué representa el río para el pueblo lenca?
— Es una fuente de vida indispensable. La represa significa romper con el vínculo ancestral que tenemos con el río. Es el lugar donde la población lleva adelante su vida cotidiana, cultivando la tierra con el maíz. Alrededor de los proyectos hidroeléctricos hay una situación de entrega territorial y de la población, poniéndonos a disposición grupos militares y armados que justifican todas las vulnerabilidades que vivimos. La represa no nos dará salud ni educación. La importancia del vínculo con la tierra no solo tiene que ver con la comunidad del Río Gualcarque, sino también con otros territorios que se ven afectados directa e indirectamente.
“A más de seis años del asesinato todavía no se han vinculado a las personas que ponían el dinero para el proyecto hidroeléctrico. Los verdaderos responsables: quienes ponen el dinero y solamente lo mueven de un lugar a otro”, denuncia.
Berta Cáceres fue una ambientalista pacífica, legado que dejó en el pueblo lenca que guió, memoria que vive y resiste. Supo decir: “Pese a que es muy duro y doloroso, hemos aprendido a luchar con alegría, con esperanza y con fe. Hemos aprendido a luchar con música, con ceremonias y con espiritualidad donde nos acompañan nuestros ancestros y ancestras, nuestros Nahuales. Eso es lo que nos alienta. Y saber que aquí no hay otro planeta de repuesto. Solo hay uno». Una semilla de sabiduría para un mundo mejor.