Fue vivido como una legítima victoria en el campo de las relaciones internacionales por el gobierno de Alberto Fernández; en paralelo, se alzó un coro de voces opositoras para denostarlo, con una virulencia que en algunos pasajes sonó irracional. Durante la XV reunión del grupo BRICS, fundado en 2009 por Brasil, Rusia, India y China, y ampliado en 2011 a Sudáfrica, se anunció una “ampliación de familia” que tendrá vigencia desde el 1 de enero próximo, incorporando a la Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
La noticia no pasa inadvertida para el mundo, involucrando a nuestro país, probablemente de la mano de su socio más importante -Brasil- ratificando que aquel cambio de rumbo que se consolidó con el restablecimiento de la democracia en ambos países, hace cuatro décadas, no fue en vano.
Se trata de un espacio de significativa importancia territorial, poblacional y económica por la potencialidad que los llamados BRICS poseen en el planeta. El grupo, pensado desde los inicios del siglo XXI, cuando un informe de Goldman Sachs jugó con las iniciales de los países fundantes y el vocablo “brick” (ladrillo en inglés), por sus singulares condiciones de crecimiento a mediano y largo plazo (consideradas las variables poblacionales, socioeconómicas, de recursos naturales, industrialización), y comenzó a trabajarse en el campo de las negociaciones desde unos tres años antes de su fundación.
Considerando otros enclaves importantes, varios de sus miembros fundantes y recientes incorporados son parte del G-20; otros son parte del grupo de los “próximos 11” (como también lo son Estados que desean ingresar al bloque, como Bangladesh o Turquía). Uno -Rusia- integra del G-8, y otros son miembros observadores o invitados permanentes de ese Grupo (como China). Algunos presentan en este momento intereses comerciales o políticos encontrados o conflictos francos (bélicos) con potencias occidentales (el caso de China o Irán entre los primeros, el de Rusia en el segundo) pero el resto de los países adscriben al enclave occidental, sosteniendo relaciones regulares con sus principales potencias. Asimismo, de las cuatro naciones musulmanas que se incorporan, tres tienen buenas relaciones con Israel.
Señalamos que no se trata de una organización que pretenda establecer escalones de integración económica (zonas de libre comercio, uniones aduaneras o mercados comunes), como tampoco un esquema multilateral de preferencias arancelarias, sino más bien busca configurarse como un bloque apto para generar una identidad internacional, por el perfil económico de quienes lo integran, todos con una realidad o potencialidad para crecer a una velocidad mayor que la media en los próximos años; dados sus recursos (en el campo de las energías, minería, alimentos, biodiversidad); su capacidad instalada (factor humano, diversificación industrial y de servicios, potencialidad para el desarrollo tecnológico o intelectual); la amplitud de sus territorios (5 de los 8 países más extensos del mundo); y la magnitud de sus poblaciones (4 de los 9 países más habitados del planeta) que además mejorará sensiblemente, como potencial público consumidor, en el mediano plazo, dado el incremento de sus ingresos per cápita estimados para dentro de pocos años.
El potencial para Argentina
Nuestro país integra, con Brasil, el “top 3” de exportadores netos de alimentos en el mundo; es parte de sendos “top 5” de exportadores de litio (junto a China) o de carne vacuna; y único país del bloque entre los “top 20” de exportación de vino. Sus oportunidades son inmensas, ya que entre los mismos integrantes de los BRICS (incluyendo sus nuevos miembros), se cuentan quienes tienen mayor potencial para adquirir los productos que Argentina ofrece, a los que se sumará también la posibilidad del gas en el mediano plazo.
Asimismo, 5 de los 6 mayores productores de soja del orbe, entre los cuales se encuentra nuestro país, son parte del bloque.
Los BRICS presentan numerosos desafíos. Sin duda, hay diferencias de incidencia política y económica entre sus nuevos actores. Se suman idiosincrasias culturales, sociales, cívicas, religiosas, muy diferentes. Países republicanos unitarios o federales; presidencialistas (Argentina), semipresidencialistas (Egipto) o parlamentarios (Etiopía); monarquías constitucionales (EAU) o absolutas (Arabia Saudita); de vocación teocrática (Irán, una república islámica); nacionales o plurinacionales. Hay países transitando etapas de estabilidad, como otros con severos problemas sociales, económicos o políticos. A pesar de ello, tras esta diversidad aparecen ciertos lineamientos ilustrativos de que las decisiones tomadas en cuanto a la ampliación del bloque no responden a un impulso, ni tampoco se han pensado “contra” países o bloques del mundo en particular, sino más bien a favor de tributar a la condición multipolar del mundo actual, haciendo crecer uno de aquellos.
En nuestro país, los candidatos presidenciales Patricia Bullrich y Javier Milei fueron categóricos en contra de la asociación argentina al bloque, asegurando que impulsarán su salida si triunfan en las elecciones. Juan Schiaretti, un candidato con experiencia de gobierno real (no la tienen los anteriormente señalados), se mostró entusiasmado con la membresía alcanzada. Un veterano empresario internacional como Eduardo Eurnekian ha señalado los méritos de la iniciativa, que de ningún modo puede interpretarse -según su análisis- como perjudicial para con las relaciones con Occidente y los EEUU en particular.
Los mecanismos de relacionamiento que prevé BRICS consideran la cooperación financiera a través del banco propio, que dirige Dilma Rouseff, como también el análisis de la ampliación de mercados o la facilitación de inserción de productos, estimulando el intercambio o propiciando la realización de obra pública.
La iniciativa recién ha sido anunciada y, en lo inmediato, deberá transitar, en sus países parte, los caminos de la ratificación; desde 2024, habrá que analizar cómo van influyendo estas membresías (de lograrse) en la identidad del bloque que los socios sean capaces de construir.