¿Dardo o boomerang?

Por Pedro D. Allende

¿Dardo o boomerang?

Los dardos pertenecen a la categoría de armas que se arrojan manualmente. La genealogía del vocablo es europea: dard (francés), dars (francés antiguo), dardus (latín), darod o daroth (anglicismo antiguo), darothuz (antiguo germánico). Presentes en innumerables relatos verídicos o ficcionales que reflejan las más audaces aventuras, su empleo resume la ambición del ataque o el reflejo de defensa, a puro valor y destreza.

Ello ha llevado a que, en el terreno de las relaciones sociales, conectadas a partir de ductos por los que fluyen mensajes hechos de palabra, la expresión “dardo” se utilice para ensalzar el comentario sagaz, la crítica filosa, la voluntad de impactar y por qué no, de herir.

Así fue que terminado por el Gobernador su discurso de apertura del año legislativo el pasado martes, inaugurando la segunda mitad de su mandato (sólo le queda un acto como éste antes de las elecciones de 2023), se habló con fervor en medios afines del disparo de un “dardo al corazón del kirchnerismo”. Juan se despachó de lo lindo; autopercibido como “progresista en serio”, exhumó sus reconocidas credenciales setentista -saludable sería que, más allá de la repetida utilización coyuntural, profundizase sobre el tema, en tanto ser una de las más autorizadas voces para clarificar ese debate inconcluso-. Atacó al esquema de poder nacional, tildándolo de “unitario” y reiteró enojado sus reclamos frente a la desequilibrada asignación de subsidios (al transporte y la energía eléctrica) y financiamiento de obra pública (avisando que reclamará por dicho rubro, acreencias millonarias a la Nación, debidas aún desde la gestión de Mauricio Macri.)

La difusión de su discurso, convertida en un engarce de columnas cuasi oficialistas diseminada por distintos medios hegemónicos, celebró a Schiaretti como baluarte del antikirchnerismo y cultor de la famosa avenida del medio. Complementando la estrategia con algunos “off the record” que refuerzan esta idea, incluso frente a la incierta elección interna provincial prometida para marzo, haciéndose saber por personeros autorizados, que están frías las perspectivas de arreglo con dirigentes locales relacionados con el Frente de Todos. Si hay elección, sería entre peronistas de Hacemos por Córdoba.

¿Pero a quién lanzó Schiaretti su presunta arma letal? ¿Al Estado Nacional o al Gobierno Nacional? ¿Al presidente Alberto Fernández o al kirchnerismo (nacional y local)? Mientras subían los decibeles de su bramido, un peronista presente en el recinto legislativo se preguntaba: ¿Juan tendrá en cuenta que, hace ya 24 horas, Máximo Kirchner renunció a la jefatura del bloque en Diputados?” Otro le contestaba: “sin duda el Gringo ha medido y pesado cada palabra, nadie va a negar su autoridad, pero cada vez suena más solo, y más parecido al macrismo”. Los dos se preocupaban respecto a si la adhesión explícita o implícita a esa vertiente no representaría un límite para integrantes de Hacemos por Córdoba que por no sentirse atraídos hacia Cambiemos miran por descarte al ‘team’ que, de a poco, algunos peronistas empiezan a formar en derredor a Alberto Fernández.

En paralelo, circuló la versión de que los congresistas que responden al Gobernador se abstendrían de votar cuando se trate el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. “Al final, ponemos la cara en las elecciones, decimos que somos un partido provincial, y nunca votamos nada: siempre nos abstenemos, o no vamos a votar, sea el aborto o el FMI”, se quejaba un militante desencantado con el derrotero legislativo del cordobesismo.

¿Cuánta pimienta tendría el dardo? ¿Impactó en algún blanco? Consultados varios dirigentes cordobeses, nadie se atreve a evaluar la potencia de la acción; mucho menos, a ponderar su utilidad política futura. En Buenos Aires ya consideraban como opositor a Schiaretti. Contestó sus reclamos el secretario de Energía de la Nación, que no es un funcionario de cuarta categoría como planteó el Gobernador en su discurso; pero cierto es que su relevancia en el organigrama no habla bien del impacto de la queja, ni siquiera respondida por un ministro.

Preocupaciones

Más allá de las intensas posturas que afloran en los surrealistas días argentinos, y de que, para alcanzar acuerdos en todo orden de agenda, siempre sea indispensable sortear los abismos más profundos, campea una coincidencia: los veintidós meses que restan hasta el fin de estos mandatos gubernamentales serán de lo más complicado que haya vivido la Argentina en cualquier tiempo.

Pandemia y crisis económica, profundo empobrecimiento e inseguridad -proyectada a dimensiones insondables como lo demostró el terrible episodio de la droga adulterada-, deterioro educativo y perforación de la contención social, déficit fiscal y quebranto previsional, no son novedades (ni siquiera la pandemia puede considerarse como tal). Son problemas reales y gravísimos, que arrojan mes a mes víctimas evitables.

Hace falta algo más que protestar contra el unitarismo. Lejos de pavimentar una hipotética avenida del medio que hoy en realidad no existe, este discurso cordobesista se conforma acurrucado bajo la heterogénea derecha opositora, de algún modo siguiendo la paradoja explicada por Churchill: el que de joven no es progresista, no tiene corazón, y el que de mayor no se hace conservador, no tiene cerebro.

Conservadurismo prudente, evitando extremismos, que por ahora se evaluarán contraproducentes por el “think tank”; pero exudando la resignación de quien -como alguna vez cantó Charly García- debe mirar a las nuevas olas, siendo parte del mar. Esperemos que el dardo sin filo ni dirección comprobada no se convierta en boomerang y termine afectando, más tarde o más temprano, vitales reservas propias.

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