El decálogo de la propaganda de guerra

Por Eduardo Ingaramo

El decálogo de la propaganda de guerra

Arthur Ponsonby, un noble inglés, hijo del secretario de la reina Victoria, en su libro “La falsedad en tiempos de guerra” (1928), identificó los 10 mandamientos o decálogo de la propaganda de guerra. Casi 100 años después, la descripción es completamente aplicable, no sólo a las guerras, sino también a aquellas confrontaciones entre sectores políticos que aquí lideran los polos de la grieta.

El decálogo incluye lo siguiente: 1) Nosotros no queremos la guerra; 2) El enemigo es el único responsable de la guerra; 3) El enemigo es un ser execrable; 4) Pretendemos nobles fines (nunca intereses particulares o sectoriales); 5) El enemigo comete atrocidades voluntariamente, los nuestros son errores involuntarios; 6) El enemigo utiliza armas no autorizadas; 7) Nosotros sufrimos pocas pérdidas, las del enemigo son enormes; 8) Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa; 9) Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime; 10) Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores.

Todo ello es independiente de que algunas de las afirmaciones hayan sido ciertas alguna vez, pero que en todo caso no son absolutas, y esconden otros hechos propios inconfesables.

Las afirmaciones de Rusia respecto del acoso previo de la OTAN, o las de Occidente respecto de la historia imperial de Rusia que temen las ex repúblicas soviéticas son ejemplos del primer mandamiento.

Aquí, las afirmaciones de la oposición respecto de la autoría o radicalización de la grieta, o sus recientes afirmaciones respecto a la intención de eliminarla “eliminando a los K”, o la de éstos respecto de la entrega de la soberanía, la fuga, el endeudamiento y el empobrecimiento de la población que ocultan que la concentración y extranjerización de las empresas monopólicas, se produjo en gran parte de 2004 a 2010.

La atribución exclusiva a Rusia o a EEUU y la OTAN de la guerra en Ucrania, o, en nuestro país, la atribución de la grieta al kirchnerismo o la oposición es la ratificación de la segunda característica de la propaganda de guerra.

Para que la atribución de responsabilidades sea más contundente, la atribución a los líderes del otro bando (Putin, Xi, Biden o Zelensky) un carácter despreciable, ratifica la vigencia del tercer postulado. La atribución de Occidente respecto a que su participación en Ucrania está motivada por la defensa de la democracia y los DDHH ante una dictadura, oculta que lo mismo dijeron en Irak, Siria, Libia, Somalia o Yemen; mientras que Putin la atribuye a la defensa de su soberanía, los pueblos rusoparlantes y la desnazificación de Ucrania, ratifican el punto cuarto.

En nuestro país la atribución a CFK y a La Cámpora del monopolio de la corrupción oculta la propia y visible corrupción del gobierno anterior, mientras que el favorecimiento de los sectores concentrados que les atribuyen desde el gobierno actual ignora que la fuga y la concentración empresaria también se produjo durante los gobiernos peronistas.

La atribución de atrocidades al enemigo, como las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, los ataques químicos del gobierno sirio o las bombas de racimo o hiperbáricas de Rusia, que hace Occidente; o el desarrollo de armas químicas en Ucrania con apoyo de EEUU, el ataque sostenido a la población de Donetsk o Lugansk, con 15.000 muertos, con que Rusia los acusa, confirman el quinto mandamiento.

En nuestro país ocurre igual cuando se atribuyen a errores las propias culpas, sea por la devaluación brusca de 2016; el endeudamiento sin límite; la creencia de la lluvia de inversiones; la caída del salario real; la aprobación de pliegos de miembros de la Corte; o las idas y vueltas de las propias iniciativas del actual gobierno.

El sexto puto está muy relacionado con lo anterior en donde las tareas de inteligencia ilegal o la persecución fiscal y judicial de opositores ha sido moneda común.

Los canales de noticias intentan mostrar que las pérdidas militares o de territorio son mínimas en el propio, y enormes en el enemigo, para mantener la moral; mientras que señalan la falta de tropas, preparación y equipamiento del bando opuesto (séptimo enunciado).

El “eje del mal” de Bush, o la adhesión al liderazgo de la iglesia ortodoxa rusa de Putin son ejemplos del carácter sagrado de las causas en los territorios en conflicto. Por suerte en nuestro país la grieta aún no ha derivado en una guerra santa.

Mientras que las acusaciones internas de “traición” que se dan a cualquiera que se oponga a la guerra o simplemente promueva la paz, son muestras claras del último postulado en Rusia y Occidente. También en el ámbito nacional han sido cada vez más frecuentes esas acusaciones de “haber traicionado el mandato popular” descalifican a los que se atreven a plantear disidencias.

Es evidente que los postulados de Ponsonby se cumplen; sólo nos queda dudar de toda comunicación que se dé en esos ámbitos, buscando cada uno completarla críticamente.

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