Cesáreo Bernaldo de Quirós (1879-1968), pintor argentino, formó parte de una generación interesada en sentar las bases de una estirpe cultural argentina.
Su tiempo fue el contiguo a la Organización Nacional, cuando gradualmente va declinando el andamiaje construido por el “orden conservador” y sobrevienen sus derivaciones. Se trataba de un país joven que demandaba en un sinnúmero de tópicos aportes como el de don Cesáreo, un entrerriano de prosapia, remolón en sus inicios, que, a puro talento perfeccionado en Europa, logra repercusión internacional.
Mientras avanzaba su carrera, De Quirós decidió instalarse en su provincia natal y se dedicó a pintar el interior argentino: paisajes, personajes, tradiciones. Sus biografías recuperan a Leopoldo Lugones, cuando al homenajearlo en 1928 lo sindicó como “pintor de la patria”.
Sobresale entre aquellas obras, un óleo fechado en 1919. Se trata de “El embrujador”, donde trasciende una estampa principal masculina, de mirada penetrante y gesto adusto, sosteniendo un gallo con su brazo izquierdo, y encerrando en su puño derecho algunas plumas, completando entre el paisano y el ave, una misteriosa simbiosis.
La parábola del “embrujador” se aplicó a diversas faenas: la curandería, el ocultismo, la videncia. La presencia del gallo alude a la riña (la fuerza), pero también a la astucia y la tenacidad. El indescifrable vínculo entre los actores del cuadro honra su título.
Un siglo después
Manuel Calvo desarrolló una carrera consistente. Empezó su vínculo con el Estado provincial hace 20 años exactos, a poco de iniciarse el primer gobierno justicialista de este largo ciclo, como asesor. Direcciones, subsecretarías, secretarías, ministerios, bancas legislativas se sucedieron con prisa y sin pausa, hasta alcanzar en 2019 el penúltimo peldaño ascendente: la vicegobernación.
¿Cómo pasó? “Una tormenta perfecta de talento, ambición, contracción al trabajo, ubicuidad y suerte del campeón”, dicen en la Legislatura, donde Calvo ocupa el despacho más importante -y a nadie le pasa desapercibido.
Figuras estelares del peronismo provincial se sumaron en esos gobiernos, a veces renovándose por cuadros más nuevos, a veces modificando sus roles por la cercanía o distanciamiento con el poder de turno; Calvo aprovechó todas las oportunidades para ascender, preferido tanto por De la Sota como por Schiaretti, por su manejo técnico y habilidad para tejer sin hacer una de más ni terminar -como tantos- despistado en la carrera.
Gestionó en importantes espacios: Gobierno, Obras Públicas, Administración, Comunicación. Pasó por la Legislatura ocupando una banca y conduciendo la Comisión de Presupuesto. En esa experiencia deposita su esperanza, la tropa que fue reclutando “el Manu”, perfiles no rutilantes pero hechos al modelo del jefe. Cerca del varillense se reitera que el hoy Vicegobernador nunca dejó de cultivar su primera función importante: Director General de Asuntos Municipales (bajo el ala de Jorge “el Zurdo” Montoya). “El Manu sigue teniendo una relación fluida con intendentes en toda la provincia” afirman; activo que lo mantendría en la pulseada por la candidatura principal, el año próximo.
Su estudiada combinación de seriedad y simpatía, su look jovial y su bien explotada condición de “sub-50”, se completa con otros trazos de su personalidad. Cerebral, olfato para decidir las alianzas coyunturales correctas (y deshacerlas), detallista. “Lo controla todo”, señalan quienes lo conocen. Alguno que lo observó puertas adentro del Panal apunta su percepción para no pasarse de la raya: “A veces, el Gallego, o actualmente el Gringo, le han marcado offside, pero enseguida lo recuperaron entre sus colaboradores principales”. Se recuerdan muchas instancias de enfrentamiento horizontal que sorteó, con varios dinosaurios que siguen rechazando su meteórico ascenso. “Pero al Manu le basta alguna ida el interior en el helicóptero con el jefe, para poner las cosas en su sitio” dicen todos.
De San Justo, como Llaryora, la relación entre ambos estuvo marcada por las tensiones. Hoy son los referentes de más relieve a la hora de pensar en las candidaturas 2023 y su vínculo se parece bastante a una dramática partida de truco; para quienes lo acompañan, “Manuel presenta una ventaja: da más garantías a Schiaretti de que no habrá cambios entre el actual núcleo de poder y el que venga cuando él gobierne”. Se mira en el espejo del Gringo, contador como él, quien fuera vice de José Manuel (2003-2007) antes de ir por su primer mandato (2007-2011).
Señalan los bien informados que Calvo ha tejido vínculos con Natalia de la Sota, ¿podría ofrecerle el segundo lugar de la boleta, en una eventual precandidatura?
Capacidad para imponerse no le ha faltado hasta ahora. Dicen sus seguidores: “llevando las de perder, ganó todas las pulseadas, incluso como Vice, donde se encontró con muchos legisladores experimentados que le disputaron espacio”.
Pero el alto índice de desconocimiento sigue siendo una amenaza a su proyección inmediata. En paralelo, los analistas lo apuntan como alternativa para encabezar la boleta en la Capital -si el reciente apuntalamiento de Vigo queda en borrasca-, como lo han hecho los dos vices que tuvo Schiaretti hasta aquí (Campana en 2011 y Llaryora en 2019). Un Plan B nada desdeñable.
Calvo sigue adelante. Como al embrujador de don Cesáreo, no le falta presencia, ni maña. Le sobra versatilidad para atreverse en la gallera. Es posible que, recorriendo las provincias argentinas, un siglo después, en otro ciclo de claroscuros nacionales, Bernaldo de Quirós se hubiera tentado por pintar a Manuel Calvo.
Es otro tiempo, pero hay rastros parecidos por retratar.