Santiago Bilinkis es hoy un divulgador científico en nuevas tecnologías y desafíos, ex empresario innovador y economista que proviene del corazón del sistema capitalista –MIT, Harvard, Universidad de San Andrés, etc.- pero su deriva intelectual lo está llevando a preguntas, cuestionamientos y propuestas innovadoras que parten de una afirmación “El capitalismo está roto”. De allí, que lo considere importante para pensar un futuro mejor.
Él dice que el capitalismo ha logrado que en los últimos 70 años enormes logros. Quintuplicó la riqueza, subió de 46 a 73 años la expectativa de vida y redujo a la mitad la pobreza extrema. También hizo que el 1% de la población tuviera el 50% de la riqueza y el 50% de la población tuviera el 1% de la riqueza.
Además afirma que “devastamos más de la mitad de los bosques tropicales, disparamos los gases de efecto invernadero, generamos cambio climático y dejamos a un millón de especies vegetales y animales en peligro de extinguirse”.
El siglo XX se caracterizó por la competencia de dos sistemas, el capitalismo de libre mercado, republicano y democrático y el comunismo de partido único, centralizado y en donde lo colectivo era lo único importante.
En los 80 el comunismo fruto de su éxito inicial, se complejizó tanto que hizo imposible administrarlo y cayó por sus ineficiencias, ineficacias y corrupción.
En las siguientes décadas parecía que el capitalismo era la única forma de seguir desarrollándose. Pero al igual que al comunismo, su éxito lo desnaturalizó por la enorme concentración que produjo, la destrucción creciente del medio ambiente, la biodiversidad, etc.
Hoy si se le pregunta a la población si prefiere la equidad o el crecimiento, dos tercios eligen la equidad y solo un tercio el crecimiento. Pero allí hay una contradicción entre lo que queremos para el conjunto y lo que queremos para nosotros mismos, como cuando creemos que los demás no se esfuerzan o conducen mal, pero nosotros si lo hacemos bien.
La tensión entre competencia y cooperación tiene décadas pero continúa porque es evidente que “la mano invisible del mercado” no funciona ni funcionará como lo pensó Adam Smith, por lo que hoy gana por paliza la cooperación como paradigma. Lo que contradice el principio básico del capitalismo basado en el egoísmo creador.
Allí él cree que hay que cambiar el capitalismo por formas –como las cooperativas o las empresas B- que permiten dadas ciertas condiciones, que las mayorías trabajadoras puedan producir, ahorrar y capitalizar colectivamente o las empresas no persigan solamente el beneficio financiero.
También plantea la alternativa de los “decrecedores”, que es un grupo que afirma que el problema del capitalismo es el crecimiento constante que es antinatural –solo el cáncer crece indefinidamente hasta que mata a su anfitrión- por lo que impulsan el desarrollo cualitativo –cuidado del ambiente, la salud, las relaciones sociales, la educación, etc.- que no suman al PBI como sí lo hacen la producción de armas, la destrucción de un bosque o el consumo ilimitado de energía de fuentes fósiles.
En los debates que se producen en los foros de sus exposiciones, existen todas las reacciones posibles. Desde aquellas que se asombran y/o lo descalifican por su “deriva socialista”, pasando por los que descreen que se pueda cambiar, los que esperan un cataclismo capitalista que permita el nacimiento de una nueva forma civilizatoria, o los que creemos que aunque suene utópico comencemos a cambiar nuestro entorno inmediato hacia un modelo sostenible y más justo.
Entre los que caminamos por esta última alternativa, sabemos que ninguna empresa social o no, es sostenible si no logra eficacia en los objetivos de sus grupos de interés –sean asociados, trabajadores o la comunidad-, que para ello es necesaria la eficiencia en el uso de los recursos, la transparencia en la información de gestión, el ahorro y la inversión responsable y/o colectiva.