Una tendencia de nuestros tiempos es el vaciamiento de la clase media, de forma global y especialmente en el mundo occidental e industrializado; en particular en EEUU, donde hay, en proporción a la población, menos clase media que hace 50 años. Explica algunos fenómenos importantes, desde parte de los problemas de la democracia, y los populismos de extrema derecha, pasando por las tendencias proteccionistas. Sin este decaimiento no se hubiera explicado el trumpismo y el cierre comercial parcial, especialmente contra China. Aunque en EEUU se está dando un doble y significativo: junto a la caída de la clase media, un crecimiento en número y en ingresos de la clase alta, lo que genera un nuevo tipo de desigualdad que parte de la educación recibida; y un aumento de la clase baja. Es decir, a la vez desclasamiento y reclasamiento. En estos últimos años los que no han obtenido un título universitario han bajado en EEUU, mientras los que sí lo han logrado han ascendido en la escala social.
Un reciente estudio del Centro Pew señala que la proporción de adultos en los hogares de clase media en EEUU cayó de un 61% en 1971 a un 50% en 2021, es decir un 11% en los últimos 50 años, frente a un aumento del 7% de las clases con ingresos más elevados, cuya proporción pasó de un 14% a un 21%. Los de ingresos más bajos pasaron de un 25% a un 29%. Es un fenómeno que viene de lejos, pero que ha recobrado fuerza con el impacto de la pandemia. De la Gran Recesión que empezó en 2008, las clases trabajadoras, medias y altas cayeron y salieron todas a la vez. Pero las dificultades financieras causadas por la recesión del Covid-19 en EEUU fueron principalmente soportadas por las familias de ingresos bajos y medios.
Estas tendencias en estas cinco décadas no significan un empobrecimiento, sino más desigualdad. En EEUU los ingresos de los hogares han crecido considerablemente (un 50% en dólares constantes de 2020, donde la media ha alcanzado los 90.131 dólares anuales) entre 1970 y 2020. Pero lo han hecho más en las clases más altas (69% y 219.000 dólares) y menos en las más bajas (45% y 29.963 dólares). Y aunque los negros y los hispanos han progresado, no lo han hecho tanto como los blancos o los asiáticos. El mayor progreso, como hemos señalado, fue para los licenciados –la educación como factor de ascenso social y su carencia como regresión– y para los hoy mayores de 65 años, los del “baby boom”. Con todo, la desigualdad ha crecido. Se mantuvo entre hombres y mujeres.
Estas diferencias tienen consecuencias políticas. Es más probable que el 48% que en esta encuesta se describe a sí mismo como parte de la clase media se identifique como Republicano, que los estadounidenses de clase baja y de clase alta, que tienden a verse más como “liberales”, en su sentido norteamericano, que se asemeja al “centro izquierda”. Esto lo saben bien los Demócratas, que perdieron en estos últimos años una parte de lo que era su base sociológica “natural” en esa clase media a la baja.
Para recuperarla, Joe Biden aboga por “una política exterior para las clases medias” que pretende responder simultáneamente a los desafíos de EEUU en el interior y en el exterior, que algunos ven, en lo que a proteccionismo y política frente a China se refiere, como un trumpismo con cara más moderada. Este enfoque recibe cierta resonancia y apoyo en el público estadounidense, más consciente de los empleos y niveles de sueldo que se han ido a China y otros países asiáticos. Hoy, esa ciudadanía está menos interesada que la Administración en la promoción de los derechos humanos y la democracia en el extranjero, y mucho más en restricciones comerciales con China y en políticas industriales que beneficien a las empresas estadounidenses. La política contra la inflación –que tanto afecta a las clases medias y bajas– es también una prioridad para los gobiernos, empezando por el de Biden. Pero hay dudas de que la política comercial sirva para resolver los problemas de desigualdad de la sociedad estadounidense.
Todo ello no significa un rechazo de la globalización como tal. Un número récord (68%) de estadounidenses considera ahora que la globalización es generalmente buena para EEUU, y casi tres cuartas partes que el comercio internacional es beneficioso para los consumidores, su propio nivel de vida, para las empresas tecnológicas, la economía y la agricultura de EEUU. Mayorías claras consideran que mejorar la educación pública (73%), reforzar la democracia en el país (70%) y reducir la desigualdad racial (53%) y económica (50%) son muy importantes para preservar la influencia global de EEUU en el mundo. Es decir, que la fortaleza de EEUU empieza dentro. Los ciudadanos creen mayoritariamente que mantener el poderío económico (66%) y la superioridad militar (57%) son factores clave en la influencia global de EEUU.
Estas tendencias estadounidenses a un vaciamiento de la clase media tienen un paralelismo en el resto del mundo occidental, y guardan cierta relación causal con la post industrialización y la revolución tecnológica en curso. De reforzarse este fenómeno se puede llegar a sociedades de tercios: un tercio clase alta, un tercio clase media y un tercio clase baja, lo cual tendrá, como en EEUU, su impacto en el funcionamiento de la democracia, como ya se ha visto en los últimos años.
A escala planetaria, también se ha producido una reducción de la clase media global. Hace tiempo que venimos alertando de un posible choque de clases medias, entre las del mundo desarrollado que no quieren bajar, y las de las economías emergentes que quieren seguir ascendiendo. Un choque que se puede haber agravado con el desigual impacto de la pandemia, y, ahora, de la guerra de Ucrania, que desde el Sur Global se tiende a ver como un conflicto entre grandes potencias ex coloniales o imperiales.