Como una canción correctamente compuesta y bien ejecutada, que no permite distinguir si es la música la que acompaña a la letra o viceversa, el discurso de Martín Llaryora en la noche electoral municipal del domingo 23 de julio subraya un cambio de época.
Los datos del escrutinio definitivo ampliaron en un punto más la distancia entre Daniel Passerini (48,6%) y Rodrigo de Loredo (40,7%), confirmando un cambio en el comportamiento electoral de la ciudad de Córdoba.
El abstencionismo no alcanza para explicar el nuevo retrato en escorzo de la Capital. Se ratificó el distintivo de ciudad con gobierno progresista e innovador –algo no tan frecuente en la liga de grandes ciudades iberoamericanas, tradicionalmente conservadoras–, con una agenda propia acorde a las demandas ciudadanas, como salud y seguridad, con eje en el rol y capacidades de los gobiernos locales para dar respuestas.
Juntos por el Cambio (JxC) no ofreció un repertorio novedoso ni amplió su base electoral por fuera del rango comprendido entre 2015 y 2023, tanto cuando la Unión Cívica Radical (UCR) encabezó la Alianza Juntos por Córdoba con el 32,36%, como cuando fue separada, en los comicios de 2019, con el 19,37% y con el 21,68% de Cambiemos, respectivamente.
Por el contrario, el “partido cordobés” logró sumar aliados y escalar electoralmente, iniciando su metamorfosis aliancista: desde el modesto 17,32% de Unión por Córdoba (UxC) en 2015, pasando por el 40,20% de Hacemos por Córdoba (HxC) en 2019 y finalizando con el 48,6% del nuevo sello en la actualidad.
Este crecimiento electoral repercute en el órgano representativo de la ciudadanía local, el Concejo Deliberante. Típicamente los municipios ofrecen una polifonía de múltiples partidos vecinalistas, que representan propuestas y sectores sociales heterogéneos. Por ejemplo, la composición actual tiene diferentes variantes internas (con nueve bloques) pero es sólida por el lado del oficialismo, que mantiene un único frente. Con el resultado de los nuevos comicios será distinto, ya que ingresan sólo tres listas: Hacemos Unidos por Córdoba (HuxC) con 16 escaños; Juntos por el Cambio (JxC) con 14; y el Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad, con sólo uno. Polarizado el escenario, el partido cordobés da cátedra sobre unión en la dinámica de hacer política; por su lado la oposición tiene el desafío de mantenerse unida, materia que reprueba a nivel nacional con su correlato local. El silencio y escaso acompañamiento de sus principales figuras, Rodrigo de Loredo y Luis Juez, no parecen ser buenos indicadores en el ordenamiento interno de JxC a nivel local.
En otro nivel de resonancia, las derrotas departamentales sufridas en el capítulo de junio anuncian un cambio en la matriz del voto, y parecen recortar temporariamente el alcance del recambio generacional peronista. Pese a ello, el traspaso de la posta política sin mediar derrota es un ejercicio institucional y democrático significativo.
Sobre la base de la posición de Córdoba a nivel nacional, que no nació con De la Sota, pero tampoco con Angeloz, las palabras del gobernador y del intendente electos resonaron como un eco que se proyecta desde la historia y sobre las asimetrías estructurales de hoy. Es algo mucho más grande que un reclamo municipal por el atraso en los subsidios por la prestación de servicios básicos. Se trata de un modelo de desarrollo económico federal del interior que procure contemplar las potencialidades y necesidades de las provincias productoras, frente a reglas de juego económicas no decididas ni consultadas con los gobernadores.
Las reverberancias del eco son múltiples y el termómetro de las PASO del próximo domingo será determinante para medir su proyección.
Hacia afuera, se tratará de lidiar con “los pituquitos de Recoleta” que, lejos de la figura retórica, tienen nombre y apellido, agenda e intereses y una larga tradición en el uso instrumental del Estado y de la Nación. Hace mucho que se quebró la lanza y quedaron atrás los liderazgos nacionales de Juárez Celman, Sabattini, San Martín, por lo que cualquiera sea el resultado electoral nacional, la red de relaciones con aquel sector no será la misma, en especial para esta nueva generación de dirigentes que procura dialogar y coordinar políticas. Por lo que aquello de la preexistencia de las provincias a la Nación recobra un protagonismo relevante en la mesa de negociaciones.
Hacia adentro, es probable que los movimientos tectónicos proyecten nuevas arquitecturas. A cada nueva etapa le correspondió su diseño institucional y, en un contexto de reformas constitucionales en provincias hermanas y cambio profundo de las relaciones materiales de la sociedad, no es de extrañar que el Partido Cordobés busque el propio.
Hacemos Unidos por Córdoba alcanzó un nivel de volumen que suena distinto de aquel vinilo de dos lados que se escucha desde Nación. Si el peronismo es el movimiento que vuelve a la Argentina un estilo difícil de interpretar, hay que cambiar de plataforma y agudizar aún más el oído para seguir el ritmo y estilo cordobés.