Esta es la nueva edad de oro de la India, mientras que el Grupo de los Veinte (G20) está moribundo. Este podría ser el breve resumen del Diálogo Raisina, que se desarrolló en el primer trimestre de este año.
Fue impresionante ver la confianza en sí mismos de los anfitriones. Samir Saran, presidente de la Observer Research Foundation (ORF), ha logrado lo que hace unos años era casi inimaginable: convertir el Dialogo Raisina en uno de los foros más importantes de geoeconomía y geopolítica. Tanto es así, que el mundo entero estuvo atento a lo que se discutía en Nueva Delhi.
La ocasión lo merecía. El Raisina de este año 2023 coincidió con la reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20, por lo que el programa estaba repleto de grandes nombres. El primer día, durante la cena, hubo ocasión de escuchar las opiniones de los ministros de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Francia, Indonesia y Dinamarca, y las de Bill Gates. Al día siguiente, en sesiones separadas, se reunieron los cuatro ministros de Asuntos Exteriores del denominado “Diálogo de Seguridad Cuadrilateral” (Quad): Japón, Estados Unidos, Australia y la India; entre ellos, Antony Blinken, y después Josep Borrell, con los ministros de Asuntos Exteriores de Canadá, México y Bangladesh; y, para ponerle “picante” al asunto, a mediodía le tocó el turno a Serguéi Lavrov.
Las diferencias en la política mundial de este primer cuatrimestre de 2023 no pueden ser más marcadas. Mientras, todos los líderes occidentales, incluida la primera ministra italiana, Georgia Meloni, que inauguró el Raisina, condenaron la invasión rusa de Ucrania y se mostraron firmes en su exigencia de que Rusia “tiene que salir de Ucrania. Punto final”, en palabras de la ministra canadiense Mélanie Joly, la India no se movió ni un ápice de su posición de neutralidad.
El ministro indio de Asuntos Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar, estaba evidentemente contrariado porque, una vez más, la guerra había monopolizado la conversación. La firma de un comunicado conjunto resultó imposible y, por lo tanto, se socavó la agenda de desarrollo sostenible de la India, cuidadosamente elaborada para su presidencia del G20.
Fue un “déjà vu” de la reunión de Bali de los grandes y poderosos (aun) del mundo del año pasado, bajo la presidencia indonesia del G20; pero hubo, asimismo, un par de diferencias.
En primer lugar, esta vez los anfitriones indios declararon, públicamente, que hubo dos países que vetaron el borrador final del comunicado, señalando con el dedo directamente a Rusia y a China (un importante mensaje diplomático, según Joly); y, en segundo lugar, en esta ocasión Lavrov vino, habló y escuchó mientras que en Bali sólo habló y se fue. Un pequeño avance, según Borrell, aunque éste también se mostró decepcionado por la reunión.
Las relaciones exteriores están ahora marcadas por dos factores estructurales, lamentó Borrel, el representante europeo de la Política Exterior común. La rivalidad entre Estados Unidos y China, y el paso del multilateralismo a la multipolaridad sin consenso a la vista. Un panorama sombrío.
No sólo la Organización de las Naciones Unidas – ONU está prácticamente paralizada en estos momentos, como observó el ministro mexicano, Marcelo Causabón, sino que se teme que esta inacción se extienda al grupo de los países ricos, el G20.
Para la India, y la mayoría de los países del Sur Global, esto es problemático porque, ahora mismo, lo que la India necesita es estabilidad geopolítica para seguir creciendo. Samir Saran resumió el sentimiento general de desesperación afirmando que “una vez más, Europa está en llamas”. De ahí que muchos participantes indios demandasen de sus contrapartes europeas un plan de paz creíble. “Si el plan chino no es creíble, ¿cuál es el vuestro?”, preguntó un interlocutor indio durante la cena. Obviamente, la respuesta de los europeos, muchos visiblemente contrariados, sobre todo los del Este, fue que Rusia tenía que detener su invasión. Los indios no veían eso como una solución, lo cual puso de manifiesto la disyuntiva que se evidenciará en los encuentros multilaterales a partir de ahora. India, la grande y vieja India, reconvertida en potencia de primer orden, viene a sentar sus posiciones en la mesa de los grandes.
Esto fue visible en Nueva Delhi: se criticó duramente la doble vara de medir de Occidente en asuntos exteriores. Y un síntoma sumamente importante: cuando el canciller ruso, Sergei Lavrov, denunció las pasadas intervenciones estadounidenses en Serbia, Afganistán, Irak y Siria, despertó un gran aplauso del público indio.
Muchos interlocutores indios trazaron paralelismos con Irak, señalando que entonces nadie pidió imponer sanciones a Estados Unidos (más aplausos indios en la convención). Asimismo, Palestina también fue mencionada por los participantes de Indonesia y el mundo árabe.
En general, las opiniones sobre la guerra en esta parte del mundo están marcadas por el cinismo, el antiamericanismo y el pragmatismo. No es que la gente sea neutral respecto a las atrocidades cometidas por el ejército ruso en Ucrania, las condenan, pero piensan que, al igual que Estados Unidos, Rusia, como gran potencia, actúa en muchos aspectos por encima del derecho internacional, pero dado que sigue siendo un vecino poderoso, es mejor llevarse bien con ella.
La historia importa mucho. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos se puso del lado de Pakistán, y la India recibió el apoyo de la Unión Soviética. Incluso hoy, Rusia proporciona a la India equipamiento militar, y es una fuente fundamental de energía barata. Por ello, la India no criticará públicamente a Rusia, con la que mantiene una asociación estratégica especial y privilegiada.
La abstención de Bangladesh –el vecino hindú de la India, con una población de 200 millones de habitantes– en las últimas votaciones de la ONU condenando la invasión rusa, sigue el mismo patrón. Muchos participantes bangladeshíes aprovecharon la ocasión para recordar cómo Estados Unidos apoyó a Pakistán durante su guerra de independencia, en 1971, que acabó desembocando en un genocidio. Y denunciaron que la Casa Blanca nunca ha pedido perdón por ello.
Desde Jawaharlal Nehru, la India siempre ha querido ser neutral y no alineada, para consternación de Estados Unidos. Es probable que esto continúe.
Aunque, para complicar más el nuevo orden internacional, el verdadero rival futuro de la India es China, y esto también fue palpable en Nueva Delhi. Los participantes chinos estuvieron ausentes porque no pudieron conseguir sus visados a tiempo (no hubo comida india para ellos). En este sentido, estar en el Raisina es como estar en la encrucijada de múltiples tensiones geopolíticas. Aunque estos gestos no significan que la India vaya a dejar de colaborar con China.
Aparte de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la organización a la que tanto apuesta el presidente brasileño Lula da Sailva, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), donde los líderes se reúnen regularmente, existe también el grupo Rusia-India-China (RIC). Menos conocido, pero, según Sergei Lavrov, un marco trilateral muy activo que reúne regularmente a funcionarios y expertos de los tres países.
Un mayor crecimiento del grupo RIC es precisamente lo que Occidente quiere evitar, y por eso se ha invitado al líder indio Narendra Modi a participar en las reuniones del G7. Esto, a su vez, explica la confianza en sí mismos de muchos funcionarios, académicos y expertos indios. Sienten que su país, su viejo y gran país, de dimensiones continentales, cuna de la civilización, está despertando nuevamente y convirtiéndose en la bisagra entre Occidente y Oriente, y están disfrutando de este momento.
Y Occidente acusa recibo: el Reino Unido y la Unión Europea están muy interesados en firmar un acuerdo de libre comercio con la India. Aunque no les será tan fácil. La India se ha adherido al Marco Económico para el Indo-Pacífico (patrocinado por Estados Unidos), pero ha abandonado el pilar comercial.
Es cierto que la India ha mejorado el nivel de vida de su población en la última década. Pero estos avances llevarán su tiempo. Las infraestructuras de la India están aún muy por detrás de las de China, la desigualdad de ingresos sigue siendo elevada, y persiste el sistema de castas. Aunque la India es una democracia, como indica la reciente censura del documental de la BBC sobre Modi, la libertad de los medios de comunicación es limitada. De hecho, en 2022, Reporteros sin Fronteras situaba a la India en el puesto 150 del mundo en cuanto a libertad de prensa.
Muchos detalles, idas y vueltas, obstáculos y gestiones. Pero la India está de vuelta en el tablero global, y viene a poner sus fichas en el nuevo orden internacional.