Si bien se identifica al Mundial de Fútbol de 1978 como el suceso de reconocimiento internacional de las Madres, éstas ya eran conocidas en Francia, donde gobernaba Valery Giscard D’Estaing, Países Bajos (más interesada la Casa Real que los políticos) y Suecia, además de los EEUU de Carter, quien dispuso las misiones de Patricia Derian (en 1977 y 1978) la que presionó a los militares y recabó información en organizaciones no gubernamentales, entre ellas las Madres. Cyrus Vance, secretario de Estado norteamericano presentó a Videla, finalizando 1977, una lista de 7.500 desaparecidos.
Las Madres lograron exponer ese año en la OEA y la ONU, con apoyo de Amnesty.
En Francia suman apoyo gubernamental de ONG y de argentinos exilados que participaban de diferentes acciones de denuncia, como en el comité contrario a la organización del Mundial de Futbol. A modo de ejemplo, las acciones organizadas por Envar el Kadri, ex integrante de las Fuerzas Armadas Peronistas, volcado a la pacificación tras el pedido del presidente Perón, que organizó marchas con importantes presencias, como Simone Signoret (la actriz ganadora del Oscar), utilizando los pañuelos al modo de las Madres.
En los Países Bajos se televisó una marcha en 1978, en pleno Mundial (cuya realización las Madres habían criticado llamándolo “cortina de humo”), siendo visitadas por el plantel neerlandés antes de la final -también por jugadores suecos- y organizándose campañas solidarias coordinadas desde Ámsterdam, sumando financiamiento y cobertura política.
Bonafini señaló que aquella presentación en la televisiva fue un “cimbronazo”. Con el dinero aportado por los neerlandeses, que debía servir para ayuda social y logística (una manera de complicar la visibilidad de estas organizaciones era requerirles, por las empresas de medios, absurdos precios para publicar solicitadas), las Madres compraron un inmueble, en 1980, para su sede.
En Argentina tuvieron colaboración de otras organizaciones, como CELS o SERPAJ. Adolfo Pérez Esquivel estuvo más de un año preso, desde abril de 1977, recibiendo el Nobel de la Paz en 1980. En noviembre de ese año el gobierno de facto, alertado por el avance de lo que en la Casa Rosada se denominaba “campaña antiargentina”, detuvo a varios dirigentes de los organismos de derechos humanos, entre ellos a un grupo de Madres.
Desde 1978, las marchas de las Madres se reprimieron con intensidad, incluyendo gases lacrimógenos, perros y golpes. En aquel año, la revista “Para ti”, de la editorial Atlántida -una de las voceras del régimen- ofrecía a los lectores la posibilidad de enviar postales para contar, desde muchos lugares, lo supuestamente bien que se vivía en el país y desmentir las presuntas “campañas antiargentinas”. Hebe de Bonafini contó, en 1984, que las Madres enviaron las tarjetas, pero con datos personales propios, de sus hijos secuestrados y la fecha de su desaparición. Jamás se difundieron por la revista.
Mantuvieron vínculo, sobre todo desde 1979, con las Abuelas de Plaza de Mayo (organización nacida un par de años antes, de madres cuyas hijas, hermanas o nueras estaban embarazadas o eran mamás recientes al momento de sus secuestros), lideradas por Aída Mariani, posteriormente por Estela de Carlotto, hasta el día de hoy. En 1983 se opusieron a la amnistía decretada por el dictador Bignone, derogada por el gobierno de Raúl Alfonsín. También en 1979 Amnesty concreta una gran campaña internacional contra las violaciones a los DDHH en Argentina. Las Madres visitan nueve países. Vuelven a Holanda, participando de una manifestación frente al Palacio Real. Ocurre, además, en setiembre, la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, pese al bloqueo de la Dictadura, que limpió centros de detención, trasladó detenidos y destruyó documentos propios y de organizaciones a cuyas sedes ingresó ilegalmente. Pero el informe de la OEA fue lapidario, logrando pruebas contundentes para documentar casi 6.000 desapariciones. Las Madres volvieron a tener singular protagonismo, sin mayor impacto inmediato en el país, distraído por el Mundial Juvenil de Fútbol en Japón. Como lo señalan muchas investigaciones, los organismos argentinos de DDHH empezaron a considerar a los desaparecidos como muertos, aunque las Madres siguieron reclamando la aparición con vida. El 30 de abril de 1981 lideraron la primera “marcha de resistencia” contra el gobierno militar, repitiéndolas anualmente. En 1982 se opusieron con firmeza a la guerra de Malvinas, mientras Amnesty compilaba y publicaba toda la información reunida desde 1976 en el país, más testimonios recabados en el extranjero por exilados. La idea de “plan sistemático de represión” encarada por la Dictadura ya quedó demostrada desde aquellos informes.
En 1983, un medio español preguntó al temido Ramón Camps si las Madres no tenían derecho a saber dónde estaban sus hijos. Dijo el represor: “las llamadas madres (vaya a saber si lo son en realidad) de los desaparecidos son todas subversivas. Eso ya lo dije hace cuatro años y nadie me hizo caso”.
La llegada de Alfonsín no agotó objetivos para las Madres. En la naciente democracia se plantaron frente al nuevo Gobierno y la sociedad como una conciencia incómoda. Una bomba en la sede de la organización exigió del presidente constitucional un exhorto a su gabinete para esclarecer los hechos. La relación siguió complicada y se mantuvieron las protestas, que incluyeron una toma simbólica de la Casa Rosada en junio de 1984, ante el incumplimiento presidencial de atenderlas en audiencia. Se reclamaba entonces al Presidente no abandonar la búsqueda de los desaparecidos, el esclarecimiento de los casos y el juzgamiento de involucrados durante la Dictadura.
En 1984, Hebe de Bonafini utilizó por primera vez en democracia un concepto curiosamente apropiado en la actualidad por la derecha libertaria. Para repudiar una carta pública de Videla, calificó a los militares como “casta privilegiada que convirtió al país en campos de concentración”. Sobrevendría desde entonces la historia de la Asociación, ya en democracia, sufriendo una escisión en 1986, por la posición a tomar frente a situaciones como la muerte de los hijos desaparecidos, participar de la CONADEP, avanzar en indemnizaciones, etc. y sujeta a un intenso devenir posterior. Capítulos que la historia analizará.
Frente a la muerte de Rosa de Camarotti y Hebe de Bonafini en 2022 (con gran parte de las participantes de primeras marchas ya fallecidas), queríamos enfocarnos en el primer y gran legado de las Madres: su ductilidad para resistir pacíficamente al terrorismo estatal y su aptitud para aportar a la procura de la verdad, obteniendo importantes piezas probatorias de utilización institucional y judicial. Un aporte que supera cualquier cuestionamiento.