Los emergentes BRICS en la próxima postguerra

Por Roberto Mansilla

Los emergentes BRICS en la próxima postguerra

Los BRICS (Brasi, Rusia, India, China, Sudáfrica, y pronto también Argentina) buscan revitalizarse ante los cambios en las relaciones internacionales derivados de la guerra en Ucrania. Este foro de potencias emergentes, formalmente constituido en 2009 ha retomado su impulso este 2022, siempre atendiendo a los cambios en el nuevo equilibrio geopolítico mundial.

Por otro lado, esta nueva etapa de los BRICS contempla igualmente la posibilidad de ampliar sus miembros, tras la solicitud formal de admisión por parte de Argentina e Irán. En términos globales, los BRICS representan el 40% de la población mundial (más de 3.000 millones de personas), el 25% de su economía, el 18% de su comercio y contribuyen con más del 50% al crecimiento económico en el mundo, abarcando países con relevante liderazgo regional en el Sureste Asiático, Asia Central y Asia Occidental, África y América del Sur.

Esta repentina revitalización de los BRICS parece tener el foco en el presidente ruso, Vladímir Putin. Las sanciones occidentales contra Rusia y las tensiones generadas en cuanto a la suspensión de las exportaciones de petróleo y gas ruso determinan para Moscú la necesidad de reforzar sus alianzas exteriores. Este nuevo esquema de cooperación comenzó a cobrar forma en la reciente cumbre virtual de los BRICS realizada el 23 de junio en Pekín.

Toda vez, Occidente también refuerza sus piezas geopolíticas (OTAN, G7 sin Rusia), con especial incidencia en la reciente cumbre de la Alianza Atlántica en Madrid en la que también se acordó una histórica ampliación hacia países tradicionalmente neutrales, como Suecia y Finlandia.

Por ello, el contexto bélico ucraniano, que implica directamente a uno de los miembros estratégicos de los BRICS (Rusia) determina, para este foro, la necesidad de no quedar al margen del nuevo equilibrio geopolítico global.

En cuanto a la ampliación, Moscú observa con buenos ojos el ingreso de países aliados, como Argentina e Irán, un esquema que le permite reducir el impacto de las sanciones. China también apoya esta ampliación, especialmente en el caso argentino.

Debe observarse con atención el súbito giro argentino para ingresar en los BRICS, que puede ser explicado por situaciones de crisis interna, así como ante las expectativas sobre la posibilidad de una devaluación y un nuevo default. Este escenario de crisis podría haber determinado la decisión de acercarse a los BRICS con la finalidad de acceder a créditos blandos e inversiones, principalmente en infraestructuras, por parte de potencias emergentes (especialmente China). En cuanto a la República Islámica de Irán, se enfoca en que su ingreso a los BRICS le permitiría al país persa obtener apoyos para reducir el aislamiento propiciado desde hace décadas por EEUU y Europa en lo relativo al programa nuclear iraní, y las acusaciones occidentales sobre los vínculos de Teherán con organizaciones consideradas como terroristas.

Del mismo modo, por su condición de productor petrolero y de gas natural, Irán también manifiesta intenciones de ocupar espacios en el mercado energético ante las sanciones mutuas existentes entre Occidente y Rusia. Esto supondría para Moscú que Irán se convierta en un competidor energético de importancia vía BRICS en mercados estratégicos como China e India. Con todo, Teherán mantiene una sintonía geopolítica clave con los dos principales miembros de los BRICS, China y Rusia. Prueba de ello han sido los ejercicios militares conjuntos que estos tres países vienen realizando en los últimos meses en el Golfo de Omán y ahora también con Venezuela, a partir de agosto, este último un aspecto que inquieta a Washington por realizarse en su esfera de influencia hemisférica y que podría ser analizado como un mensaje de Moscú ante el apoyo estadounidense y de la OTAN a Ucrania.

Por otro lado, está Rusia. La economía rusa ha logrado hasta ahora resistir con notable efectividad las sanciones internacionales, pero no se atisba en el horizonte una posibilidad de que Occidente disminuya sus esfuerzos de aislamiento de Rusia de la economía global.

Por tanto, Putin vuelca sus prioridades hacia los mercados asiáticos (China e India) que hoy se benefician de las exportaciones de petróleo y gas ruso. En mayo aumentaron un 28% las importaciones chinas de petróleo ruso y en un 20% en el caso indio. Ante las sanciones occidentales, ambos países asiáticos se benefician de precios más baratos del crudo ruso.

Desde la invasión a Ucrania, Rusia ha recibido 24.000 millones de dólares de parte de China e India en concepto de exportaciones energéticas, logrando así un flujo de ingresos que le ha permitido minimizar las sanciones occidentales y, al mismo tiempo, financiar la guerra en Ucrania.

Por ello, en la cumbre de Pekín, Putin se erigió prácticamente como un “maestro de ceremonias” convencido de la necesidad de fortalecer sus vínculos con estos aliados emergentes ante la presión occidental. Todo ello sin descuidar su tradicional esfera de influencia euroasiática post-soviética.

La cumbre abordó asimismo la posibilidad de diseñar una divisa de reserva internacional, coordinada por el yuan chino, el rublo ruso y la rupia india, para alejar el predominio del dólar estadounidense. China también aprovechó la cumbre para impulsar su Iniciativa de Desarrollo (GDI), creada en 2015 y anunciada por el presidente Xi Jinping durante la Asamblea General de la ONU en 2021. El GDI se erige como un mecanismo de apoyo de la Iniciativa de la Ruta de la Seda y sus corredores económicos euroasiáticos, así como mantiene contactos con la Unión Económica Euroasiática (EAEU) impulsada por Putin en 2016.

El GDI contempla también mecanismos de cooperación y de financiamiento a través del Fondo de Cooperación Sur-Sur, la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el Fondo Asiático de Desarrollo (ADF) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM). Entre sus prioridades se establecen la reducción del hambre y la pobreza para 2030, la seguridad alimentaria, la investigación sobre las vacunas del Covid-19 y el impulso al cambio digital en la economía global. A comienzos de 2022, se estableció un Grupo de Amigos del GDI a que logró atraer a más de 50 países.

Volviendo a las expectativas de Putin, cabe destacar la sintonía que mantiene el presidente ruso con prácticamente todos los líderes de los BRICS, en especial con su homólogo chino, Xi Jinping, probablemente su mayor aliado estratégico. Este factor se evidenció con la visita de Putin a Pekín el pasado 4 de febrero con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, que fueron boicoteados por EE UU y Europa. Asimismo, también se ha manifestado sintonía política entre Putin y el líder brasileño, Jair Bolsonaro. No obstante, es posible un cambio presidencial en octubre próximo en las elecciones brasileñas, donde el ex presidente Lula da Silva lidera la intención de voto. De llegar Lula a la presidencia es previsible que continúe con este nivel de sintonía con Rusia. En mayo, Lula culpó de la guerra en Ucrania a la OTAN, al presidente ucraniano, Volodymir Zelenski, y al mandatario estadounidense, Joseph Biden. Por otro lado, el regreso presidencial de Lula permitiría añadir otra variable, ya que compartiría con Putin la condición de ser ambos los precursores e impulsores de los BRICS desde su inicio en 2009.

Con respecto a India, la relación de Putin ha sido básicamente cordial, tanto con el actual primer ministro, el nacionalista Narendra Modi, como con su antecesor Manmohan Singh. Es de destacar que India es un cliente estratégico para la industria militar rusa, pero que, al mismo tiempo, Nueva Delhi debe mantener estratégicos (y no menos arriesgados) equilibrios geopolíticos, en especial con China (con el cual India mantiene litigios fronterizos) y EEUU, receloso de los vínculos económicos y militares indo-rusos.

Buscando un nuevo equilibrio global

El final del mes de junio fue prolífico en la realización simultánea de tres grandes cumbres globales: la de los BRICS bajo formato virtual; la del G7 en los Alpes bávaros; y la Cumbre de la OTAN en Madrid. Este contexto evidencia cómo los grandes foros globales están impulsando iniciativas de reestructuración del equilibrio del poder en las próximas décadas, actualmente condicionados por la guerra en Ucrania.

Mientras en Madrid la OTAN adoptaba un «nuevo concepto estratégico» apuntando a Rusia y China como amenazas, la cumbre de los BRICS diseñaba iniciativas multilaterales ante el nuevo contexto global.

A pesar de la sintonía existente, los BRICS no actúan de forma monolítica, sino que sus miembros también están determinados por los intereses propios. A esto debe observarse con atención cómo afecta la desconexión económica occidental de Rusia y cómo este escenario puede procrear oportunidades económicas para algunos de sus miembros.

La tensión energética ruso-occidental tras la invasión militar a Ucrania persuadió a Brasil a anunciar sus intenciones de aumentar su producción petrolera para intentar ocupar espacios en el mercado ante la previsible ausencia rusa. Por otro lado, y a tenor de su dependencia energética, India y Sudáfrica se benefician de las exportaciones más baratas de crudo y gas natural ruso.

China hace equilibrios, una perspectiva similar a la de India dentro de los BRICS. Para Nueva Delhi, este foro emergente supone una oportunidad clave para expandir sus intereses económicos, en particular hacia los países del Sur Global (África, sureste asiático y América Latina). No obstante, India reaccionó con cautela a la eventual ampliación de los BRICS hacia Argentina e Irán, lo cual puede interpretarse como una medida de disuasión ante lo que, geopolíticamente, podría suponer un “BRICS sinocéntrico” con China como poder central. A fin de evitar fricciones internas, China respaldó la petición india de bloquear el eventual ingreso a los BRICS de Pakistán, tradicional rival militar y nuclear indio. Por otro lado, el primer ministro Narendra Modi también estuvo presente en la reciente cumbre del G7, lo cual confirma la realpolitik india de manejar equilibrios globales.

Tras las recientes cumbres del G7 y de la OTAN, Occidente define un nuevo rumbo estratégico ante la posibilidad de abordar focos de confrontación militar y geopolítica in crescendo, tanto en Europa del Este (con el foco en Ucrania) como en Asia-Pacífico.

Por otro lado, la reciente cumbre de los BRICS también tuvo sentido prospectivo con miras a afrontar los futuros retos estratégicos, particularmente orientados para ampliar la multipolaridad, contrarrestando la hegemonía atlantista occidental. Prueba de ello fueron la adopción de la Estrategia para la Asociación Económica y la Iniciativa para la Seguridad Global como herramientas en materia económica, financiera y de seguridad que impliquen equilibrar el tradicional peso hegemónico atlantista. Los BRICS también contemplan la posibilidad de ampliación hacia otros actores emergentes, como Indonesia, Egipto, Tailandia, Argelia, Malasia y Turquía, entre otros.

En perspectiva geopolítica con el actual contexto internacional, observamos una especie de “neoguerra fría”, determinada por la revitalización del atlantismo vía OTAN y G7, mientras que los BRICS apuestan por un posicionamiento más euroasiático, con Rusia, China e India como piezas angulares.

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