Las represalias no demoraron en llegar. Enfurecido por el fracaso de la denominada Ley ómnibus en Diputados, Javier Milei arremetió contra las provincias y apuntó especialmente a Córdoba. En rigor, el apuntado es Martín Llaryora, considerado como el mentor del rechazo opositor. La ira presidencial se canalizó a través de distintas vías, ya reposteando críticas al gobernador cordobés, ya solicitando la renuncia de Osvaldo Giordano, hasta el pasado viernes titular de la Anses, que fue eyectado de su cargo como represalia al posicionamiento del bloque cordobesista, en particular, de la diputada Alejandra Torres, actual pareja de ex ministro de Finanzas de Juan Schiaretti.
Sin dudas, el ataque tuitero es el arma predilecta del “libertario”, que a veces pareciera no comprender que ya es el Presidente de la Nación. Así, desde el exterior, mientras disfrutaba de su extensa gira espiritual por Israel e Italia, después de haber lagrimeado en el Muro de los Lamentos y antes de ser recibido por el papa Francisco, Milei volvió a la carga contra el mandatario cordobés, a quien le reprochó “llorar por 20.000 millones de pesos” en subsidios para el transporte, cuando “paga $ 27.000 millones en pauta oficial”.
“Que deje de arreglar con los medios para que hablen bien de él y no lo critiquen”, lanzó punzante el presidente. Uno de los periodistas de más dilatada trayectoria también fue víctima de su furia tuitera, al ser acusado de estar operando a favor del peronismo cordobés. Frente a los embates desde la Casa Rosada, Llaryora decidió plantar bandera y aclaró que “no es tiempo de responder agravios ni insultos”; en paralelo, se despachó con una serie de anuncios en los que ratifica la continuidad de los programas relacionados con el transporte social (boleto educativo gratuito, boleto obrero social y boleto para adultos mayores). “Córdoba responde con acciones, con trabajo y con respeto”, comunicó el Gobernador a través de su cuenta en Twitter.
Inmediatamente después que el Gobierno ratificara su decisión de eliminar el Fondo Compensador del Transporte para el interior, el “cordobesismo” salió a cuestionarla. Una de las voces más críticas fue la del intendente Daniel Passerini, cuya gestión es la más perjudicada (se estima que en Córdoba el precio del boleto de transporte podría volar hasta los $ 1.000). Junto a él se ubican intendentes de siete provincias reunidos en una red que el propio Passerini promueve.
Los recortes dispuestos afectan a su vez a la Educación. Por ello, todos los titulares de la cartera educativa, sin distinción de banderías políticas, han puesto el grito en el cielo ante la decisión de no transferir más los recursos del Fondo de Incentivo Docente (Fonid), creado por ley hace más de dos décadas y que representa casi el 10% de los salarios docentes en todo el país. Esto hace peligrar el inicio del ciclo lectivo en todas las jurisdicciones.
El avance incontenible del ajuste “libertario” del ministro “Toto” Caputo, preocupa al Gobernador en otros dos aspectos: los fondos para la Caja de Jubilaciones, y los destinados a la obra pública. El tijeretazo sin aviso previo ha puesto a Llaryora ante a una cruda realidad: Milei es un presidente que, a diferencia de los anteriores, juega todas las pelotas como si fueran la última; lo que obliga a repensar su juego con mayor inteligencia y cautela, sobre todo en una provincia donde el dirigente “libertario” aún mantiene altos niveles de aprobación, a pesar de la profundización de la crisis económica y social.
Para colmo de males, lejos de adaptarse a las reglas de juego imperantes, Milei se jacta de odiar a los políticos y al propio Estado (al que califica como una organización ilícita), sin reparar que hoy él es el jefe de ese Estado que dice odiar, y es tan político como el que más. Y es en ese punto donde se complican los activos que le permitieron al mandatario cordobés avanzar en una construcción trasversal, e incluso intentar proyectar ese diseño a nivel nacional: con todo, Llaryora no está dispuesto a ceder en sus ambiciones políticas personales.
Durante un par de semanas se instaló en Buenos Aires y logró estar en boca de todo el mundo. Defendió con fuerza y habilidad su posición frente a la Ley ómnibus y negoció, hasta donde pudo, con los funcionarios nacionales, siendo el ministro Guillermo Francos su principal interlocutor. En aquellas horas frenéticas, trascendió incluso una conversación que habría mantenido con sus pares Axel Kicillof y Maximiliano Pullaro, de Buenos Aires y Santa Fe, para reflotar el Pacto de San José de Flores, previo a la reforma constitucional de 1860 que sellara la incorporación de Buenos Aires a la Argentina. Más que la cuestión ideológica, la distribución de los recursos es lo determinante para entender todas las movidas políticas. Fue así en el pasado y sigue siendo así en el presente, donde pareciera que todo podría suceder.
“Córdoba nunca se arrodilló y tampoco lo hará ahora, porque es el legado que su pueblo le dio con el voto, también a este gobernador”, proclamó para tratar de erigirse en el paladín de la autonomía provincial. “La grandeza de nuestro país requiere de la mesura y la cordura de sus dirigentes”, agregó, mostrándose dispuesto a construir, mediante el diálogo, “una Argentina democrática, federal y productiva”. Sin embargo, nada de esto parece figurar en los planes de Milei, quien carece de toda mesura en sus declaraciones y en su accionar político.
Por ahora, Martín Llaryora ha quedado en la línea de fuego de trazó el presidente. En la guerra contra los gobernadores, el cordobés es su blanco preferido, porque es “la representación perfecta del problema” que se propone enfrentar, es decir, un conjunto de políticos que hará todo lo posible “para mantener sus privilegios”. Esto es medular en el relato “liberal-libertario”, y quizás el mayor mérito de Milei es haber logrado que una parte importante de la población le creyera.