En septiembre de 1984, el fiscal federal Julio César Strassera pronunció, al finalizar su alegato en el Juicio a las Juntas Militares, las palabras que condensaron el pacto moral de una nación que se esforzaba por restañar sus heridas: “Hemos tratado de buscar la paz por la vía de la violencia y el exterminio del adversario, y fracasamos: me remito al período que acabamos de describir. A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la memoria; no en la violencia sino en la justicia. Esta es nuestra oportunidad: quizá sea la última. […] Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ‘Nunca más’»
No fue un recurso de ocasión. Era la síntesis de un proceso judicial y político sin precedentes, en el que la Fiscalía actuante se apoyó en el informe Nunca Más elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que presidía el escritor Ernesto Sábato, como prueba central de los crímenes cometidos por la dictadura. El informe, como es sabido, fue publicado por la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (EUDEBA), en sucesivas reimpresiones desde 1984.
El libro Nunca más es hasta hoy, el más editado y vendido en la historia de EUDEBA, documentando el terrorismo de Estado y marcando a fuego una advertencia que todavía resuena en la frase final de su prólogo:
“Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el período que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.”
Decir “nunca más” implicaba un compromiso profundo: que la democracia se consolidara,que el terrorismo de Estado no se repitiera y que la memoria colectiva no se resignara.
Cuarenta años después
En Villa Celina, partido de La Matanza, el presidente Javier Milei levantó hace pocos días una pancarta con la consigna “Kirchnerismo nunca más”, flanqueado por dirigentes de su espacio y aliados del PRO. Se sugiere al final de la frase, la tipografía que se hizo famosa por la publicación de EUDEBA: no hay dudas que existe un deliberado uso del concepto.
Se trató de una producción fotográfica que duró apenas unos minutos, sin contacto de Milei con los vecinos que se habían acercado para saludarlo, protegido por un imponente operativo de seguridad.
En la imagen se entremezclan figuras libertarias nuevas (o no tanto) con clásicos representantes de la derecha conservadora que malogró entre 2015 y 2019, junto a Mauricio Macri, una interesante oportunidad para renovar el rumbo de la desgastada política argentina.
Es cierto que la disputa por la apropiación y el sentido del “nunca más” no nacieron con Milei. Desde hace años, distintos actores políticos han buscado resignificarlo. El equipo del Presidente procura utilizarlo para señalar la conclusión de una etapa política, en la compleja provincia de Buenos Aires. Así se ha repetido por diferentes actores (candidatos, referentes a cargo de ministerios, etc.)mediante redes sociales y entrevistas, apuntando a déficits o flaquezas de la gestión conducida por Axel Kicillof.
La reducción de un símbolo de la memoria colectiva a mera munición retórica, en la disputa por algunas secciones electorales de la provincia más poblada del país, exige un análisis detenido. Según datos oficiales de 2024, en el Gran Buenos Aires habitan casi 13 millones de personas, de las cuales ocho millones son pobres y tres millones indigentes. En ese escenario de criticidad sobresale Villa Celina, sufrida localidad que alguna vez vio nacer a la banda de rock Callejeros, con una densidad poblacional que triplica la del partido de La Matanza (gobernada por el justicialismo), marcada por una amplia comunidad migrante y profundas carencias. “Kirchnerismo Nunca más”, en ese cuadro, alimenta la polarización, perdiendo su vocación original.
Señalaba con precisión Carlos Santiago Nino, uno de los juristas intelectualmente inspiradores de los Juicios a las Juntas Militares, que cuando las autoridades emiten mensajes, no interesa el acto en sí (en este caso, posar para la foto o los ruidos que se profieran al pronunciar las frases) sino lo que esos mensajes significan. Interpretando su contenido podremos anticipar criterios institucionales o reglas aplicables, dilucidando los comportamientos predecibles. O distinguir, en los mecanismos relacionales,las relevancias e irrelevancias. O determinar la presencia de arbitrariedades explícitas e implícitas.
Cuando muta -o directamente se vacía de sentido- a un símbolo como el “nunca más”, siguiendo las lecciones de Nino, no estamos “frente a un puro problema de palabras”. Pueden abrirse las puertas que nos habíamos comprometido a cerrar.
La frase “nunca más” no es de un partido y respondió a la decisión colectiva de vivir sin impunidad, en libertad, con memoria. Nuestra experiencia colectiva enseña que cuando esos límites se diluyen, regresan los más oscuros pasadizos de la historia.