Los cordobeses fuimos a las urnas para elegir Gobernador, Vicegobernador, legisladores provinciales y miembros del Tribunal de Cuentas. Fue la decimoprimera vez, desde que empezamos a recuperar la democracia representativa aquel 30 de octubre de 1983.
Sin dudas, con la elección de ayer se inició una nueva era en la política cordobesa. La tercera era. La primera fue iniciada por Angeloz, el 10 de diciembre de 1983. La segunda incluyó tres mandatos de José Manuel de la Sota y tres mandatos del actual gobernador, Juan Schiaretti.
En esta elección compitieron dos candidatos principales. Martín Llaryora le ganó a Luis Juez, pero no por lo que predecía la mayoría de las encuestas. Será gobernador, pero no tendría mayoría en la Legislatura y, además, tendría un Tribunal de Cuentas en manos de la oposición.
Entre ambos candidatos polarizaron una campaña que no fue ni extensa ni intensa. Llaryora tenía que demostrar que el ciclo del peronismo en Córdoba no estaba agotado, una tarea nada fácil. Por su parte, Juez tenía a su favor una oposición unida, por primera vez.
En un primer análisis, tres factores sirven para explicar, por lo menos parcialmente, el resultado: los apoyos que recibieron o dejaron de recibir, los antecedentes como gestores de cada uno de ellos y, finalmente, los mensajes y las propuestas de sus respectivas campañas.
Martín Llaryora tuvo el apoyo de Juan Schiaretti, el líder del justicialismo. El gobernador es el dirigente con mejor imagen pública en la provincia y su gestión es bien valorada por la mayoría. Ese sostén fue la base y el punto de partida de Llaryora, aunque no rindió todo lo esperado.
Sobre esa base, el oficialismo quiso construir una coalición amplia, incluyendo dirigentes de otros partidos. La incorporación de la radical Myrian Prunotto fue el ejemplo más paradigmático. También hubo incorporaciones de otros dirigentes radicales y del PRO, aunque tampoco rindieron lo esperado.
Del otro lado, Luis Juez tuvo el apoyo de Mauricio Macri y, sobre todo, de Patricia Bullrich. Rodrigo de Loredo se bajó de la fórmula provincial e inició una campaña por la intendencia como si la elección provincial no existiera. Su ausencia no fue determinante. Sí lo fue el apoyo de Bullrich.
La gestión municipal hizo la diferencia
Una incógnita era el impacto de la intentona de Rodríguez Larreta y Gerardo Morales de incorporar a Schiaretti a Juntos por el Cambio. No lo lograron. Quedó claro que el gobernador era apreciado por esos dirigentes. Sin embargo, ese acto fallido le dio a Juez un protagonismo que no había tenido.
Como intendente de la capital provincial, Llaryora viene desarrollando una gestión con una altísima imagen positiva. Después de Rubén Américo Martí, la capital provincial venía “en caída libre”. Así lo dijo lo dijo el mismísimo Rodrigo de Loredo al lanzarse como candidato a intendente.
A pesar de la pandemia y de la crisis económica del país, Llaryora ha puesto en marcha políticas muy innovadoras y la mayoría se lo reconoce. A la luz de los resultados, los votos de la capital fueron determinantes y derivaron de la gestión municipal, claramente.
Del otro lado, los antecedentes de Luis Juez como intendente de la capital no son buenos. Su paso por la Municipalidad de Córdoba (2003-2007) fueron catalogados como una “catástrofe” por Rodrigo De Loredo en la campaña de 2019, cuando fueron competidores. Ese antecedente también influyó, negativamente.
El candidato oficialista trató de hablar más sobre el futuro, de los cambios que se debían enfrentar. Se mostró como el candidato que continuaría lo bueno que hicieron las gestiones del justicialismo, pero que cambiaría todo lo que hubiera que cambiar. La nacionalización de la campaña se lo impidió.
Del otro lado, Juez se enfocó más en el pasado. Su estrategia fue criticar fuertemente los 24 años del justicialismo en el gobierno de la Provincia, le negó cualquier mérito y repitió hasta el cansancio que el ciclo estaba agotado. Esto le sirvió para aunar el voto opositor.
Las encuestas previas mostraban un porcentaje mayoritario de los cordobeses que querían un cambio. Paradójicamente, muchos cordobeses apoyaban la gestión de Schiaretti y, a la vez, expresaban ese deseo de cambiar. Sobre el final, Juez encarriló la narrativa de su campaña en ese sentido.
Martín Llaryora logró imponerse y es muy meritorio. El justicialismo seguirá en el poder. Dicho eso, a partir del 10 de diciembre necesitará una muy buena gestión y una efectiva capacidad de negociación para demostrar que representa esa “nueva generación” a la que aludió durante la campaña.