Sr. Director:
Es la tarde del viernes 12 de noviembre pasado, un grupo de mujeres pertenecientes a XR Córdoba -movimiento internacional que trabaja con acciones directas no violentas para que los Estados declaren la verdad respecto a la emergencia ecológica y climática planetaria- llevó a cabo un evento en la explanada del Patio Olmos: el “Siluetazo de la extinción”, tal y como lo denominaron.
De un hilo atado a los troncos de unas palmeras, intentan colgar siluetas de animales cordobeses en peligro de extinción o ya extinguidos. Están dibujadas y pintadas en papel con la denominación de cada especie representada. Luchan con el viento que empezó a correr. Intentan modos y estrategias para que el papel donde han dibujado las siluetas no se rompa. Les hacen bordes gruesos, los perforan para que el aire pase y no destruya. Pero toda tentativa se convierte en una lucha en sí misma. Algunos dibujos quedan frágilmente colgados. La voluntad de estas mujeres sigue firme y deciden pegar algunas de esas siluetas sobre el piso. El viento continúa interviniendo de forma poco colaborativa. Unos animales se rompen, pero vuelven a unirlos con cintas y broches.
Es, ni más ni menos, la lucha que se pretende instalar. La de la emergencia, la del conocimiento del desastre para unir y resistir, para modificar y restaurar. Dos de ellas extienden la silueta de un águila con sus alas desplegadas y lo sacan en procesión por toda la explanada. Es un momento sagrado, pero lo efímero parece imponerse.
Suena una música bolichera que proviene de una carpa instalada en una plazoleta ubicada exactamente en diagonal al Siluetazo. En esa carpa se realiza un evento solidario en el que se ofrecen tatuajes a las personas que se acercan. Resulta extraño. De un lado, se procuran dibujos permanentes sobre los cuerpos humanos, y, del otro, las integrantes de XR Córdoba intentan que permanezcan enteras (al menos por un rato) las siluetas de animales que prácticamente ya no existen, o que están al borde de pertenecer a lo in-permanente.
A pesar del calor aplastante y el viento, en la explanada de este shopping conviven varias realidades simultáneamente. Se pueden ver a personas que se disponen a estar quietas. Permanecen firmes, como si hubiesen ensayado esa quietud, mirando al frente, esperando a alguien, haciendo tiempo. Medio muertas. Está también un grupo de promotoras de una nueva empresa de internet por fibra óptica. Parecen entusiasmadas y se toman fotos con sus uniformes rojos. Y el evento de XR Córdoba, cuyo motivo pide acción a gritos. Un sacudón, para que al menos se mire lo que se está volviendo irreparable. De tanto en tanto hay un recambio de las estatuas humanas. Son reemplazadas por otras estatuas que toman la posta para esperar con esa inmovilidad espantosa.
Bolsas de nylon movidas por el viento atraviesan las siluetas dibujadas y se cuelan por entre las piernas de ese pelotón de personas estatuas. Las bolsas, esas bolsas, son como los fardos de la extinción que llegan para danzar la tragedia que parece invisible.
El viento, siempre el viento, que se mueve a su antojo, destruyendo las representaciones de lo ya extinto o a punto de desaparecer. Generando remolinos de basura que pasan por el lado de todos los que permanecen o caminan por ahí.
Más fuerte o más despacio, dependiendo de su arrollador carácter, el viento trae la música dance de la carpa de enfrente y los bocinazos de la calle. Los jirones del papel donde fueron dibujados los animales ausentes se sacuden siguiendo el ritmo.
Leandro Pineda