Macri no será candidato a Presidente en 2023. Lo anunció por redes (con algún aviso previo a sus conmilitones preferidos). Era una alternativa barajada dentro de su coalición, y del oficialismo, que tienen registrada la muy baja intención de voto que persigue al ingeniero desde la segunda mitad de su fracasado gobierno (2015-1019) en el vasto conurbano bonaerense. No debemos olvidarlo: Macri tuvo la capacidad de construir un liderazgo que lo llevó a la Casa Rosada, pero, una vez al mando, se encontró muy rápido con sus propios límites, haciendo una gestión malograda.
Sus adláteres rápidamente hablaron de “renunciamiento”. Pero el gesto no va más allá de una fuga. En todo caso, será una resignación: ya no es el referente categórico. Su partido está desordenado. A duras penas quizá logre acomodar a su primo Jorge como candidato en el pago chico, la CABA, pero las pujas por las candidaturas nacionales, provinciales y municipales -como en Córdoba- hablan a las claras de lo difícil que les resultará afrontar esta campaña (y a Macri incidir en ella).
¿No hubiera sido el momento para plantarse? ¿No es acaso don Mauricio el cuadro más experimentado de su coalición? El ex mandamás boquense vuelve a defraudar. Que lo reclaman Juliana y Antonia, que encara un gran desafío en la FIFA, que es la hora de Patricia u Horario: pura cháchara. Arrugó porque pierde.
Y así, montando farsas, los días fueron corriendo. Pasó una semana horrible, en la que, de algún modo, todos nos volvimos negadores seriales de nuestro desbarranco.
Mientras Alberto concretaba el 29 su postergada visita a Biden, Cristina cargaba contra Washington, cuando un senador polémico pidió investigarla. Aunque, por ahora la principal preocupación de la Administración Fernández (que inequívocamente alcanza a los dos, más allá de sus posturas públicas) es el desahogo financiero, y el FMI aflojará algunos dólares, indispensables para sobrellevar las circunstancias, complicadas por la sequía (también de ideas) que esmerila al esforzado equipo económico que conduce Sergio Massa. Resignación que conduce a una nueva claudicación.
Claudicación, si. La Argentina ha capitulado. ¿No lo estamos viendo? Sobran los indicadores. Confirmamos que es pobre en nuestro país el 29,6% de los hogares: el 39,2% de las personas. ¡Casi 12 millones! De las cuales dos millones y medio son indigentes. El Conurbano tiene un 41% bajo la línea (que equivale a la mitad de la cantidad de pobres del país). Otros superan esa cifra: Concordia, Resistencia, Corrientes, San Luis, Catamarca, La Rioja, Salta, Santa Rosa, Rawson-Trelew, Salta. Gobernadas por referentes de diversas ideologías. Muchos medios han recordado que los números actuales superan a los de diciembre de 2001, cuando la crisis se llevó a cinco presidentes en una semana.
Se maquilló el tremendo dato, afirmando que la buena noticia es que la pobreza está por debajo del 40%. Nadie se hace cargo de estas derrotas. Cierto es que Macri fue un bluff; pero Desde 2001 a la actualidad hemos tenido 18 años de gobiernos conducidos por el “Partido de la Provincia de Buenos Aires”, con cuatro timoneles: Duhalde, Kirchner, Cristina, y Alberto.
Hablando de batallas perdidas, una jueza de Manhattan determinó que la Argentina deberá pagar indemnizaciones por la modalidad utilizada en 2012 (Presidenta: CFK; ministro de Economía: Axel Kicillof) para re-estatizar YPF. Los ganadores del pleito son dos fondos, Burford Capital y Eton Park, que en su momento compraron los derechos a litigar. La petrolera se liberó de responsabilidades, pero la Nación debería pagar (quedan dos instancias judiciales) entre 8.500 (lo que vale YPF hoy) y 19.800 millones de dólares.
Debe ser muy duro, si se tiene un mínimo de responsabilidad, saberse autor de decisiones que le causan al país tanto perjuicio. Pero seguimos ocultando las malas praxis, en este caso tras discursos de “soberanía energética”. Ya una vez tuvimos que pagarles a los llamados “fondos buitre” tras unas cuantas idas y vueltas ¿Por qué ahora evitaríamos esa circunstancia?
Y por casa, ¿cómo andamos? Esta semana Juan se hizo “selfies” con unos “lavagnistas sin Lavagna”. Estamos salvados: sumó a Diego Bossio a su campaña, aquel que, dirigiendo la ANSES, realizó grotescos desplantes al ex gobernador José Manuel de la Sota.
Otrosí: dijo Schiaretti en febrero que el nuevo nombre de la justicia social era educación, pero paga salarios basura a los docentes, y para “ajusticiarlos” les descontaría los días de paro.
Hubo histórica sentencia en el caso Blas Correas y, además de las condenas, se vienen investigaciones hacia el corazón de la Policía y el ministerio de Seguridad pedidas por la propia Cámara interviniente. Y en la causa de los bebés muertos en el Neonatal, la ex directora Asís, en prisión, brindó una nueva declaración indagatoria en la que, se dice, habría base para repasar la actuación del ministerio de Salud desde meses antes de la fecha en la que sus principales autoridades dicen haberse enterado de los fallecimientos. Si este es el “Modelo Córdoba”, mejor pasar.
El mismo 31, en la céntrica esquina porteña de Paseo Colón e Yrigoyen, falleció una beba de tres meses, en situación de calle. Indigentes, sin chance. Cerca de la Casa Rosada, en el corazón de la ciudad que gobierna el principal candidato opositor. Pero podría haber pasado en cualquier urbe de la Argentina. También en el centro de nuestra Córdoba, donde vemos a cada vez más personas durmiendo sobre colchones sucios, tapándose con cartones, aprovechando cobertizos bajo edificios públicos o inmuebles desocupados sin que nadie parezca tomar el asunto a fondo.
Esa beba es mártir de la negligencia de quienes, gobernando en cualquier lugar del país, participan de esta caída libre y siguen fingiendo estar a cargo.
Nos hemos resignado. ¿Acaso no nos damos cuenta?