Michel Hudson es un economista estadounidense que ha analizado esta historia de los mecanismos imperiales utilizados por EE.UU. en sus libros “Superimperialismo” (1972), que trabajó en el Chase Manhattan Bank y el gobierno de su país, como analista de balanza de pagos.
Él explica que la primera guerra mundial comenzó a cambiar el predominio europeo, por el pago de deudas de guerra por las armas que les proporcionó EE.UU. antes de ingresar al conflicto, y éstos trasladaron a Alemania en el Acuerdo de Versalles, en el que éste cedió Alsacia y Lorena, además de tener que imprimir grandes cantidades de marcos que le provocaron una desvalorización de su moneda e hiperinflación que devino en el nazismo.
Washington entonces impuso aranceles a los países con monedas devaluadas para que no invadieran su mercado y simultáneamente comenzaron a prestarle al Banco Central Alemán que pagaba a los aliados y estos a EE.UU., por lo que aumentó así su respaldo en oro, mucho más cuando Alemania colapsó y los capitales se fugaron a EE.UU.
Finalmente, la segunda guerra mundial, impuso a EE.UU. como imperio al darle la hegemonía del dólar en el comercio mundial y exigirle a Gran Bretaña que abandonara sus dominios coloniales de modo que éstos nuevos países independientes dejaran de comerciar en libras esterlinas y lo hicieran en dólares, mientras tras la cortina de hierro la URSS se debatía entre su poderío militar y su ineficiencia e ineficacia económica, hasta que cayó.
La hegemonía del dólar se basó inicialmente en su capacidad de sostener su conversión en oro (una onza = 35 dólares) porque tenía el 80% del oro monetario.
En ese tiempo, se constituyeron las instituciones –Banco Mundial, FMI, etc.- que comenzaron a prestar dinero a los países del sur global menos desarrollados en un proceso que les imponía deudas impagables, en especial si contaban recursos naturales que los países centrales necesitaban y a los que accedía interviniendo a través de golpes de estado, o sobornos a sus gobiernos, o imponiendo devaluaciones y ajustes draconianos.
En 1971 el mecanismo de conversión de dólares en oro dejó de existir porque ya no contaba con oro suficiente y fue reemplazado por los petrodólares, por el aumento del precio del petróleo que impuso la OPEP creada en 1960 quienes asumieron el compromiso de esos países exportadores a realizar sus operaciones exclusivamente en dólares y cuyo superávit podían utilizar al comprarle armas, invertir en bonos de EEUU y sus empresas –aunque sin obtener control-.
En los años 80 y 90, el déficit fiscal de EE.UU. que aumentaba la emisión monetaria lo hizo muy por encima de su presupuesto militar y el déficit comercial creciente hizo que su deuda aumentara aún más rápidamente. Mientras que sus empresas externalizaban su producción en países de bajo costo de mano de obra -especialmente en China y luego en otros países de Asia-Pacífico- y así aumentaban su valor bursátil y los beneficios a los cuerpos directivos de sus empresas.
Pero esos países, lograron aumentar su ahorro, invertir en educación, producción y tecnología financiadas por los déficits presupuestario y comercial de EE.UU., acumulando dólares y bonos del imperio.
Así hoy la deuda estadounidense superó el 120% del Producto Bruto Interno y la deuda federal está llegando al 700% de la recaudación por impuestos, por lo que se comienza a dudar de la capacidad del Tesoro en pagar los intereses y como consecuencia disminuye la voluntad de los mayores compradores –Bancos Centrales de países más desarrollados- en seguir prestándole.
Mucho más como consecuencia de los aranceles que está imponiéndoles a adversarios y aliados, el gobierno de Trump. Lo que los lleva a establecer mecanismos de pago en otras monedas –especialmente los BRICS- y vender los bonos de EE.UU. que tienen en stock, que así bajan sus precios y aumentan las tasas de interés implícitas en sus renovaciones.
Por lo que no resulta extraño que:1) EE.UU. amenace a los BRICS en imponerles aranceles del 500% si reemplazan el dólar; 2) exija a los países europeos hasta un 5% de su PBI en inversión militar que en un 70% le comprarán a su complejo militar industrial; 3) que Ucrania le pague su deuda de guerra con acceso a sus recursos naturales; o 4) que Israel domine Gaza para aprovechar el gas que hay en sus costas y también pueda cederle la costa gazatí para emprendimientos turísticos lo que implica desplazar a su población actual.
Nuestro país, endeudado por los gobiernos neoliberales –militares o electos-, no es más que un caso sin guerra de ese mecanismo de dominación financiera que está en crisis por los efectos de esa adicción de EE.UU. a la deuda y la maximización de resultados financieros de sus empresas transfiriendo su capacidad productiva y tecnológica a otros países –especialmente China- que hoy puede imponerle condiciones similares a las que impuso EE.UU. en los últimos 80 años al resto del mundo.
Pero EE.UU. no está dispuesto a pagar su deuda ni mucho menos ceder recursos naturales o empresas estratégicas –servicios públicos o tecnológicas- como recomendó a los países dominados por sus deudas en los últimos 80 años, por lo que solo le queda utilizar su poder militar residual para sostener su imperio decadente, frenando a sus acreedores e imponiendo ajustes draconianos a sus deudores más dóciles.
De allí que el oro haya aumentado en el siglo XXI un 800% y más del 100% en los últimos dos años. Aun así, el poder de EE.UU. hoy es el de ser el mayor deudor y como tal puede incautar activos extranjeros –como a Rusia y Venezuela- y puede desconocer su deuda si sus acreedores pretenden reemplazar al dólar o enfrentarlo en sus conflictos.
De ese modo puede entenderse que los países árabes –Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Kuwait, Bahrein- no actúen en defensa de gazatíes o Irán y continúen comerciando su petróleo mayoritariamente en dólares, aunque buscan alternativas.
La pregunta es ¿Cuánto tiempo las amenazas y coacción pueden sostener el liderazgo de EE.UU. basado en su deuda? Mucho más cuando su accionar actual con derechos de importación, sanciones unilaterales, reclamaciones territoriales y agresiones militares son tácticas que minan la confianza de todos los países con EE.UU., todo lo contrario a lo que sería una estrategia sostenible de su hegemonía financiera.
Por lo que el sistema se sostendrá si, y solo si, los países “aliados” de EE.UU. se nieguen a aceptar a Rusia, China y los países de Asia-Pacífico como una alternativa a la actual extorsión de Washington.