El mundo está pendulando entre actitudes exasperadas, guerras, discriminaciones, grietas personales, discusiones encendidas, ira en ámbitos públicos, auto-victimizaciones, vulneración de derechos, sesgos, prejuicios y complejos de “salvadores del mundo”. Muchas veces creemos que eso es un problema de otros, pero ninguno de nosotros estamos exentos de alguna de ellos.
¿Has reaccionado muy enojado con ira en el tránsito? ¿Has juzgado con mucha dureza a personas o grupos que no conoces por su condición de planeros, ricos, militantes o políticos? ¿Te has mostrado ante otros como víctima de una persona que te cuestionó? ¿Has usado de tu poder para imponer tu opinión o decisiones ante personas que dependen de vos como empleados, hijos, etc.? ¿Crees que si los demás hicieran lo que dices, no habría los problemas que observas?
Si la respuesta a alguna de estas preguntas es afirmativa, posiblemente la sombra que describió Carl Jung y/o el Ego que describió Sigmund Freud, puede que te hayan dominado en ese momento.
En tal caso, no lo dramatices ni te sientas avergonzado, todos lo sufrimos. Pero debiéramos tomar conciencia que eso también es parte de lo que somos realmente, aunque tratamos de ocultarlo para ser aceptados.
El reconocerlo es el primer paso para comenzar a solucionarlo desde su mismo origen, sin la tensión de tener que ocultarlo.
Todos los medios masivos tienen líneas editoriales que responden a sus intereses y algunos de sus programas basan su recaudación en la viralización de sus contenidos extremos, prejuiciosos y discriminadores en las redes sociales.
Es así que las redes sociales, desde el anonimato, en el automatismo del sesgo confirmatorio de lo que nos llega y la instantaneidad de los retuits, “me gusta” o compartido a otros de forma casi anónima o en pequeños grupos de Whatsapp, son un ámbito propicio para afirmar aún más esa sombra o ego que afecta nuestras relaciones y nuestra propia vida.
Así la manifestación de nuestro inconsciente se apropia de nuestra existencia y define nuestro destino.
Si, por el contrario, miramos nuestro interior ante el rechazo, odio a alguien o ira; observando nuestra propia vida; aceptamos que somos diferentes –por eso que ocultamos-; no nos dejamos llevar por la ola definida por las sombras y egos de las manadas de la que formamos parte y las canalizamos hacia actividades productivas, creativas, innovadoras que nos alejen del rol meramente observador y críticos de los demás, podremos vivir una vida más plena, sin contradicciones ni conflictos personales.
Eso no quiere decir que seamos acríticos de hechos y actitudes ajenas, lo que no califica o descalifica a la persona o grupo que son mucho más diversos y complejos que la caricatura que nos hacemos de ellos. Así como tampoco lo somos nosotros cuando incurrimos en eso que rechazamos y ocultamos.
Es esa empatía, moderación y canalización de nuestras reacciones, lo que puede permitirnos disminuir discriminaciones, grietas personales, discusiones encendidas, ira en ámbitos públicos, auto-victimizaciones, vulneración de derechos, sesgos, prejuicios y complejo de “salvadores del mundo” convirtiendo este mundo en un lugar más agradable.
Parece que es un camino muy largo, y lo es; pero es un camino en el que los resultados positivos se observan pronto en nosotros mismos y en nuestro entorno inmediato, por lo que no constituye una utopía irrealizable o solo con resultados a largo plazo.
Mientras tanto, deberemos navegar entre quienes –especialmente en redes sociales- revelan sus peores sombras y egos a través de la agresividad, la intolerancia, las discriminaciones y el odio hacia los que piensan distinto, procurando refugiarnos en los oasis que construyamos desde nosotros mismos.
No importa quien pueda ser la próxima víctima de los que pueden pasar de las palabras a los hechos, porque nos podemos imaginar el escenario que le sigue a la muerte violenta de un dirigente político, social, empresario, sindical, religioso, etc. o un simple militante de cualquier sector o ideología, en donde las revanchas y venganzas podrán reinar, afectándonos a todos.