El trabajo, ese bien tan escaso entre los humanos, transita hoy una nueva encrucijada en nuestro país. Aunque existen y circulan distintos proyectos de leyes de reforma laboral, intentamos advertir que algunos caminan lejos de las soluciones buscadas, e intentan retrasar el reloj de la historia. Se alega, en efecto, que nuestra sociedad mejoraría si se acordaran algunas reformas legales que significarían rebajas de las indemnizaciones por despido y otras flexibilidades en beneficio de los empleadores y en perjuicio de los trabajadores.
El problema existe, desde luego. Aseguramos sin embargo que la solución no podría partir nunca de la pérdida de derechos ganados por los trabajadores, y que esas pretensiones significan sólo el intento de perjudicar la armonía social necesaria para intentar el equilibrio y el crecimiento económico.
En procura de una mejor comprensión, recordaré aquí dos episodios históricos distintos, muy distantes uno del otro en el tiempo, que demostraron diferentes consecuencias. El primero resulta un intento lúcido y logrado de cambio legal positivo; y el segundo fue tan solo un intento torpe y vergonzante de intentar atrasar el reloj de la historia.
Un cambio positivo se dio en Roma, año 493 a.C., con la huida de los plebeyos al Monte Sacro. La creciente asfixia económico-social aplicada por los patricios sobre la clase social plebeya determinó un día a todos los plebeyos romanos con sus familias a abandonar la ciudad y establecerse en campamentos sobre una de las siete colinas que rodean la ciudad, el Monte Sacro. Permanecieron allí largo tiempo en demostración de rechazo a las injustas condiciones socio-económicas que les aportaba Roma, actitud ésta que muchos jus-laboralistas señalan como la semilla de la huelga y sus derechos en Occidente.
Tras deliberar sobre el problema, los patricios enviaron una embajada al Monte Sacro rogando el retorno de los plebeyos a Roma, y ofreciendo innúmeras mejoras, y excusas por su injusta rapacidad económica anterior. Les ofrecieron también, la inmediata creación de una nueva autoridad política como garantía de las mejoras convenidas. Nació así el tribuno de la plebe romana. Los plebeyos creyeron y aceptaron estos ofrecimientos y sus garantías, y regresaron con sus familias a trabajar y vivir en Roma, y se configuró más adelante el imperio romano. En esta historia triunfó la justicia.
Un cambio negativo se dio en Argentina, a partir del golpe militar de 1976. De manera explícita, el militarismo argentino pretendió eliminar garantías del derecho laboral. En efecto, desde la fecha de su promulgación -20.10.1974- las relaciones laborales estaban regidas por la ley 20.744. Tras el golpe, los militares y algunos empresarios decidieron modificar el texto original de esa ley, y a partir del 29.4.1976 se derogaron ciento veinticinco artículos de la misma en perjuicio de los trabajadores.
No conformes con la decisión tomada el 7.7.1977, el Dr. Norberto Oscar Centeno radicado en Mar del Plata, autor del anteproyecto principal de dicha ley, ingresó a la lista de los desaparecidos. Cuatro días después, apareció el cadáver del Dr. Centeno, con signos evidentes de torturas previas a su muerte. Este hecho se enmarca en la llamada “noche de las corbatas” en la que desaparecieron además otros destacados abogados laboralistas. Las barbaries entonces acontecidas tuvieron con el tiempo correcciones legales, pero debemos tener memoria de la historia de nuestro país.
Así las cosas, y porque percibimos entre nosotros la existencia de mucha frustración social, que puede corresponderse con el cierre de una época, señalamos la necesidad fundamental de intentar entre todos, la construcción de nuevos caminos generadores de esperanzas y que alejen las incertidumbres. Debemos permanecer siempre atentos y abiertos a las posibilidades de cambios y construcciones solidarias en nuestra sociedad. Y entretanto, mientras se buscan, detectan, y asimilan los nuevos problemas del trabajo, es necesario mantener y preservar los derechos de los trabajadores.
¿Qué hacer? ¿Cómo integrar la fuerza del trabajo a esta realidad de hoy tan virtual, creativa, cambiante, descentralizada, veloz, impredecible? ¿Cómo generar mayor protección para el cuentapropista que, sin vacaciones pagas, ni licencias por enfermedad, ni goce de feriados, y sin calificar para operación alguna de crédito para vivienda, sigue peleando el día a día? ¿Cómo ayudar al pequeño emprendedor? ¿Cómo transformar los “planes” en trabajo efectivo? ¿Y cómo entender y encuadrar el lenguaje del futuro, la robotización y el cibertrabajo, las industrias verdes, y todas las demás palabras o mejor, conceptos sociales nuevos?
Es urgente encontrar las correcciones legales que ayuden a la generación de jóvenes, poco habituada al trabajo formal, que llevan como marca el trauma de la crisis, y que está constituida por tantos sujetos sociales educados, proactivos, e innovadores.
Ya pasadas estas últimas elecciones nacionales, pedimos a nuestros dirigentes que, busquen las mejores soluciones. Y mientras tanto, continuar los “planes”, sabiendo que son detestados por los contribuyentes y ahogan al Estado, y aún más, que son mal vistos por los propios beneficiarios, pero que, hasta la creación de fuentes de trabajo genuino, significan contención social.