Sólo era cuestión de tiempo. Seis meses fueron suficientes para licuar la buena imagen de la que gozaba el Presidente. Así lo confirma el último estudio realizado por la consultora Zuban-Córdoba, que indica que Javier Milei logra sostener poco más del 43% de imagen positiva a nivel nacional, pero la percepción social de la gestión libertaria recibe más del 56% de desaprobación. A su vez, el 72,5% de los encuestados reconoce que su situación económica empeoró desde que Milei asumió el gobierno, mientras que más de la mitad (54,9%) admitió recurrir a sus ahorros para poder llegar a fin de mes. Contra todos los pronósticos, la economía parece ser el talón de Aquiles de la presente gestión.
Es evidente que el relato de que el ajuste (el más importante de la historia mundial, según el propio Milei) lo iba a pagar la “casta” fue perdiendo fuerza con el paso de los meses. En efecto, en diciembre el 47% de los consultados validaba aquella afirmación, pero ya en enero ese porcentaje había bajado al 31% y, según la reciente medición, sólo el 25,3% de la población aún lo sostiene. El resto ya se ha convencido de que el ajuste lo estamos pagando todos, en especial los sectores de menores recursos (trabajadores y jubilados).
Otra de las cuestiones que la maquinaria oficial procuró instalar es que “Milei quiere cambiar el país, pero la casta no lo deja”. No obstante el éxito comunicacional inicial, ahora un 52% de los encuestados rechaza de plano tal aserto, contra el 46,6% que la aprueba. Todo indicaría que desde fines de mayo se está gestando un cambio en el humor social, y el gobierno parece no advertirlo, o al menos, no ha enviado ninguna señal en tal sentido.
En el universo libertario la ministra Patricia Bullrich es quien tiene la mejor imagen (con 47,1% de positiva y 41,5% de negativa). En tanto, Victoria Villarruel -antes de su histriónico desempate en la votación de la Ley Bases en el Senado- tenía una positiva similar (46,2%), pero su imagen negativa trepaba al 52%. De todos modos, cuenta con mejor imagen que el propio Presidente, que alcanza el 43,7% de positiva y el 55,8% de negativa, con un diferencial de -12 puntos a seis meses de haber asumido el cargo.
Por lejos, entre los miembros del gabinete nacional la peor imagen corresponde a Sandra Pettovello (con apenas 36,3% de positiva y 59,7% de negativa), la titular del mega ministerio de Capital Humano, que cuenta con dos récords muy difíciles de igualar: de denuncias en su contra y de renuncias de funcionarios de su cartera, durante el primer semestre de gestión.
En tanto, en el peronismo el dirigente social Juan Grabois encabeza las preferencias con 46,2% de positiva y 52% de negativa, superando claramente a Guillermo Moreno, el controvertido ex secretario de Comercio durante la era kirchnerista, que alcanza el 34,9% de positiva pero tiene más del 60% de imagen negativa. Para sorpresa de propios y extraños, Cristina Kirchner cuenta con un 45,5% de imagen positiva y el 53,6% de negativa (con un diferencial de -8%), lo que representa una sensible mejora en la imagen de la ex mandataria.
En la isla cordobesa, en cambio, Javier Milei aún logra mantener un núcleo mayoritario de adhesiones. No en vano se trata del principal bastión libertario del país. Sin embargo, su imagen ha experimentado un leve retroceso en las últimas semanas. En efecto, según la consultora local Pulso Social, el 54% de los cordobeses mantiene una valoración positiva de su gestión, cuatro puntos menos con relación a la medición anterior. En espejo, el rechazo creció cuatro puntos también. Es decir que en Córdoba, donde Milei obtuvo casi el 75% de los sufragios en el ballottage de noviembre, hoy tiene un diferencial positivo de 12 puntos.
Es interesante observar que, exceptuando a los votantes de Sergio Massa, los que apoyaron en primera vuelta a Juan Schiaretti son los que menor confianza tienen en que Milei encuentre la solución a los graves problemas que enfrentamos: 36% no le tiene “ninguna confianza” y un 20% apenas muestra “algo de confianza”. Incluso, cuando los encuestadores de Pulso Social preguntaron cómo estará la situación económica en los próximos meses, el 53% dijo que su capacidad de consumo y/o ahorro será menor a la del primer semestre de la administración libertaria.
En consonancia con las mediciones nacionales, el relato de que el ajuste lo hará la “casta” está destruido también en Córdoba: únicamente el 12% de los cordobeses lo sostiene, mientras que la mayoría considera que las medidas de ajuste son padecidas principalmente por los trabajadores (46%) o la clase media (36%). Asimismo, de a poco empieza a consolidarse la idea de que el responsable del brutal aumento de las tarifas es el propio jefe de Estado: prácticamente la mitad de los cordobeses así lo cree, para alivio de la gestión provincial y de la municipal.
Con respecto al principal problema de la economía, tal como se advierte en otros estudios, la inflación quedó relegada (28%) frente a la caída de los salarios reales (39%). Esto es realmente novedoso: un mes atrás la inflación preocupaba al 37% de los consultados. Es evidente que la problemática salarial y la pérdida del empleo van ganando terreno día a día en el campo de las preocupaciones. Un dato más: la pobreza ya está colándose en la discusión pública y desvela al 16% (cuatro puntos más que en el mes de abril).
En cuanto a la imagen de los dirigentes locales, el ex gobernador Schiaretti sobresale con una imagen positiva que ronda los 60 puntos. Por eso casi con seguridad va a ser candidato en 2025. Muy lejos aparece el resto: Martín Llaryora tiene 46% de aceptación, un punto más que el senador Luis Juez, quien parece decidido a tender puentes con La Libertad Avanza. Y del lado radical, Rodrigo de Loredo apenas roza el 35%. La principal ventaja que exhibe el actual gobernador es que su imagen negativa es idéntica a la positiva, mientras que en las filas opositoras todos colectan mayor rechazo que aceptación.
Este último es un aspecto compartido tanto por la dirigencia provincial como nacional. Y precisamente fue lo que posibilitó el ascenso vertiginoso al poder de Javier Milei, una figura disruptiva y sin mayores antecedentes que tempranamente ha comenzado a evidenciar los mismos problemas que el resto de la clase política argentina.