Observadores avezados señalan que, tras su normalización en democracia, la UNC mutó cada tres mandatos (9 años) a un nuevo ciclo político, haciendo la transición en el trienio final.
Ofrecen pruebas: seis años de Francisco Delich dieron paso a una metamorfosis administrada por Eduardo Staricco (respaldado por la misma Franja Morada que ungió y luego combatió al sociólogo). El vicerrector de Staricco, Hugo Juri, sintonizó fenómenos nacidos dentro de la UCR (como el ascenso de su amigo y referente Rubén Martí) y en la UNC (Derecho y Ciencias Médicas abrían sus puertas al peronismo), creando una coalición que dividió a la hegemónica “Franja”, sumando una parte. El resto del grupo estudiantil radical, liderado por Jhon Boretto, prefirió ser oposición.
Aquel ciclo de Juri (renunció en 2000 para sumarse a la presidencia de De la Rúa) se completó con dos turnos conducidos por su delfín, el fallecido ingeniero Jorge González, el último con nuevas diásporas; facilitándose en 2006 el ascenso de Carolina Scotto, primera mujer rectora en la UNC, aglutinando a la izquierda universitaria (donde el kirchnerismo tendrá creciente injerencia), toda la Franja Morada, pacientemente recuperada por Boretto (ocupó la Secretaría General en las dos gestiones de Scotto), y algunos juristas desencantados.
Francisco Tamarit prolongó por tres años la experiencia cristinista, y Scotto llegó al Congreso de la Nación (2013). Se crearon nuevas facultades y el gobierno universitario se endureció ideológicamente. La oposición, donde ya mandaba Franja Morada (retirada del esquema scottista por el avance “K”) con decanos surgidos del sector como Boretto -Ciencias Económicas- y Marcelo Conrero -Ciencias Agropecuarias-) reunió fuerza suficiente para desempolvar, en 2016, a un retirado Hugo Juri de su bunker en Ciencias Médicas y hacerlo rector de la UNC, luego de 4 vueltas (elección indirecta) y por apenas 4 votos de diferencia, contando apoyos diversos: conservadores, peronistas y facultades que volvieron al redil.
Juri leyó el cambio de clima. Sabedor del derrumbe kirchnerista, hizo un guiño a Cambiemos, sin ser macrista, respaldando a su amigo Esteban Bullrich. No renegó de sus opositores ni de sus viejos aliados: brindó cobertura a Scotto y mantuvo a Tamarit en importantes iniciativas oficiales. Otorgó a su vice, el abogado cordobesista Pedro Yanzi Ferreira -y al elenco decanal oficialista que lo respaldó- el manejo de importantes asuntos de la agenda, reteniendo Juri los puntos más innovadores y monopolizando las relaciones institucionales de máximo nivel.
Con peso internacional, el rector defendió en numerosos foros sus ideas sobre créditos académicos o educación virtual. Jean-Michel Blancher (ministro de educación de Francia), Unesco, el papa Francisco o la cubana Casa de las Américas, que premió a la renovada Editorial de la UNC, entre otros, respaldaron sus iniciativas.
Terrenal, Juri practicó animadas relaciones con los gobiernos municipales de Mestre o Llaryora, y su relación con el Panal fue inmejorable. Implementó las Universidades Populares, visitando decenas de municipios o comunas en toda la provincia. Abrió a Franja Morada una oportunidad extramuros con el programa “Compromiso Social Estudiantil”. Pondrá en marcha el Campus Norte, en Estación Juárez Celman (contará con viviendas para docentes). Impulsó la reforma a los Estatutos con la elección directa (ponderada). Y tanto más: fueron seis años a todo trapo.
Pero la última elección general pareció más complicada hacia el interior del oficialismo que en la competencia frente a su rival. Tras mucha tensión se alumbró la candidatura esperada (Jhon Boretto), y, luego del triunfo, sobrevinieron crispadas negociaciones entre los distintos sectores y el rector electo.
El gabinete delineado por Boretto mostraría el fruto de los trabajosos acuerdos concertados. Mantendrá roles en Ciencias Exactas (en vilo por las definiciones que tome su decano, Pablo Recabarren, en cuanto a nombres); acrecentará funciones en Ciencias Económicas y en Ciencias Médicas (su decano, Rogelio Pizzi, busca más protagonismo); y, tanto abogados como ingenieros agrónomos, difíciles a la hora de comprometer apoyos, obtendrían espacios reservados a saciar el apetito de los ex decanos Yanzi y Conrero. Psicología estrenará condición de oficialista con importantes sillones para dos ex decanas que, entretenidas, otorgarían paz interna en la facultad hoy conducida por Germán Pereno.
Arquitectura sumó a la vicerrectora electa, Mariela Marchisio, quien sueña con abarcar Planeamiento (actualmente a cargo de Ian Dutari, ex titular de la misma facultad). Lenguas y Odontología esperarían del nuevo Rectorado apoyos más orientados a su desarrollo institucional, sin perjuicio de ocupar, eventualmente, si se los convoca, posiciones en el área central (ocurrió en la gestión Juri).
Franja Morada cuenta con su jefe al mando, multiplicándose a lo largo y ancho del gabinete: un implacable Gran Hermano. Sectores estudiantiles y graduados de diverso calibre, predominantemente ligados al peronismo, negociaron al menudeo algunos casilleros que serían concedidos a sus referentes.
Poco se sabe de medidas gubernamentales a tomar en el corto o mediano plazo. Mucha rosca y pocas nueces, podríamos concluir.
¿Serán tres años de transición, o se rompe el molde? Dicen los que saben que, inexorablemente, se mantendrá el ciclo de 9 años (tan caro a la numerología) porque, con Boretto a cargo, por un mandato (se comenta que ambiciona prontas escalas fuera de la UNC), o dos mandatos, el trienio que empieza el 1 de agosto será de inclemente renovación dirigencial.
¿Habrá ideas, si no nuevas, suficientes? La comunidad universitaria, formada por centenares de miles de personas, requiere gestión dedicada y atención constante. Quienes comandarán la torre de marfil que se ve desde cualquier rincón de la Ciudad Universitaria, confortablemente instalados en el segundo piso del Pabellón Argentina, no deberían perderlo de vista.