Pocas presidencias recientes en América Latina generaron tanta atención internacional como la de Javier Milei. Su llegada al poder, con la “motosierra” como símbolo y la promesa de un cambio de raíz, despertó expectativas y temores por igual. Hoy, a dos años de ese inicio, el “experimento argentino” ofrece resultados que desafían los pronósticos más lineales.
En Córdoba —territorio clave para su ascenso— el impacto se percibe con matices propios. El balance combina avances macroeconómicos contundentes con una fragilidad social persistente.
Según el relevamiento Promesas Chequeadas, la mitad de sus compromisos de campaña están cumplidos o en marcha. Este análisis resume cinco claves para entender el rumbo del Gobierno.
La paradoja del ajuste: dolor social y apoyo sostenido
El mayor logro económico es evidente: una fuerte caída de la inflación, de 211% anual a cerca del 30%. La baja se alcanzó mediante un ajuste fiscal profundo que afectó especialmente a jubilados y empleados estatales.
Lo inesperado fue la reacción social. Lejos de erosionar su capital político, el oficialismo salió fortalecido de las elecciones legislativas. La baja de la inflación contribuyó a reducir la pobreza a su nivel más bajo desde 2018, y la oposición más dura no logró capitalizar el malestar. En ese clima, parte de la sociedad terminó viendo el ajuste como un remedio desagradable pero inevitable.
La economía a dos velocidades
La recuperación avanza de manera desigual. Los mercados financieros celebran: el riesgo país cayó a un tercio, los bonos se recuperaron y el país volvió a los mercados de deuda, impulsado por la gestión de Luis Caputo. Sectores como finanzas y minería muestran dinamismo.
En contraste, la economía real padece el ajuste. La industria registra cierres frecuentes, el consumo sigue deprimido y miles de comercios y pymes enfrentan meses críticos. Es una recuperación que beneficia a algunos sectores mientras otros siguen en retroceso.
Promesas entre convicción y pragmatismo
Del total de 20 promesas centrales, el 50% está cumplido o en proceso de avance. Se destacan la baja del gasto público, la creación del Ministerio de Capital Humano, la desregulación económica y medidas contra el narcotráfico. Pero quedaron pendientes metas emblemáticas como la dolarización y el cierre del Banco Central.
Expertos señalan que Milei combina convicciones firmes con un giro pragmático en temas donde las condiciones económicas no acompañaron, como la llamada “dolarización endógena”. También quedaron sin avances la mejora del sistema hospitalario, la defensa plena de la universidad gratuita y la reforma previsional.
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Quién paga el ajuste: la “casta” bajo debate
La promesa de cargar el ajuste sobre “la casta” no se plasmó tal como fue anunciada. Los recortes impactaron más en universidades, jubilaciones y servicios esenciales que en la estructura política. Aunque Milei mantuvo un estilo confrontativo, también recurrió a herramientas institucionales clásicas —como decretos— y tejió acuerdos con gobernadores cuando la agenda legislativa lo exigió. Analistas advierten que la confrontación permanente ralentizó varias reformas.
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Un salvavidas desde Estados Unidos
La política exterior jugó un rol decisivo. El alineamiento con Estados Unidos permitió acceder a un crédito de 20.000 millones de dólares en plena crisis de confianza antes de las elecciones de medio término. Ese apoyo contuvo la tensión cambiaria y fortaleció al Gobierno en un momento clave.
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Un equilibrio frágil
A pesar de los avances, la estabilidad sigue siendo precaria. Las reservas del Banco Central —unos 41.700 millones de dólares, mayormente préstamos— están por debajo de las metas del FMI. La rotación de funcionarios y la minoría legislativa también suman incertidumbre. Para especialistas, es un “control provisorio” sujeto a variables económicas cambiantes.
Un contrato ciudadano a medio cumplir
Los primeros dos años de Milei combinan logros macroeconómicos visibles con costos sociales profundos. Frente a Macri y Fernández en el mismo punto de gestión, el Presidente muestra un desempeño relativamente mejor en el cumplimiento de promesas, pero aún con fuertes desafíos pendientes.
La pregunta que persiste es si la estrategia de shock podrá traducirse en una prosperidad sostenible o si las tensiones actuales terminarán limitando su alcance. El vaso, por ahora, está a mitad de camino. ¿Logrará llenarlo sin romperlo?









