El humo de los incendios forestales puede desencadenar una serie de síntomas respiratorios y cardiovasculares, que van desde la secreción nasal y la tos hasta un ataque cardíaco o un derrame cerebral potencialmente mortales. Un nuevo estudio sugiere ahora que los peligros que plantea el humo de los incendios forestales también pueden extenderse al órgano más grande del cuerpo humano, y nuestra primera línea de defensa contra la amenaza exterior: la piel.
Durante las dos semanas de noviembre de 2018 en las que el humo de los incendios forestales del Camp Fire ahogó el área de la bahía de San Francisco, en Estados Unidos, las clínicas de salud en San Francisco vieron un aumento en el número de pacientes que visitaron con preocupaciones de eczema, también conocido como dermatitis atópica, y picazón general, en comparación con la misma época del año en 2015 y 2016, según el estudio.
Los resultados sugieren que incluso la exposición a corto plazo a la peligrosa calidad del aire del humo de los incendios forestales puede ser perjudicial para la salud de la piel. El informe, realizado por médicos investigadores de la Universidad de California en San Francisco, en colaboración con investigadores de la Universidad de California en Berkeley, lo publican en la revista JAMA Dermatology.
«Las investigaciones existentes sobre la contaminación atmosférica y los resultados de salud se han centrado principalmente en los resultados de salud cardíaca y respiratoria, y es comprensible. Pero hay un vacío en la investigación que relaciona la contaminación del aire y la salud de la piel», señala el autor principal del estudio, Raj Fadadu, estudiante del Programa Médico Conjunto de la UC Berkeley-UCSF.
«La piel es el órgano más grande del cuerpo humano y está en constante interacción con el medio ambiente externo –prosigue–. Así que tiene sentido que los cambios en el entorno externo, como el aumento o la disminución de la contaminación atmosférica, puedan afectar a la salud de nuestra piel».
La contaminación atmosférica provocada por los incendios forestales, que consiste en partículas finas (PM2,5), hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) y gases, puede afectar a la piel, tanto a la normal como a la propensa al eczema, de diversas maneras.
Estos contaminantes suelen contener compuestos químicos que actúan como llaves, lo que les permite traspasar la barrera exterior de la piel y penetrar en las células, donde pueden alterar la transcripción de los genes, desencadenar el estrés oxidativo o causar inflamación.
El eczema, o dermatitis atópica, es una enfermedad crónica que afecta a la capacidad de la piel para servir de barrera eficaz contra los factores ambientales. Dado que la barrera de la piel se ha visto comprometida, las personas que padecen esta enfermedad son propensas a sufrir brotes de piel roja y con picores en respuesta a los agentes irritantes, y pueden ser incluso más propensas a sufrir daños por la contaminación atmosférica.
«La piel es una excelente barrera física que nos separa y protege del medio ambiente –recuerda la autora principal del estudio, la doctora Maria Wei, dermatóloga y especialista en melanomas de la UCSF–. Sin embargo, hay ciertos trastornos de la piel, como la dermatitis atópica, en los que la barrera no es totalmente funcional. No es normal incluso cuando no se tiene una erupción. Así que tendría sentido que, al exponerse a una contaminación atmosférica importante, las personas con esta afección pudieran ver un efecto en la piel».
Estudios anteriores han encontrado una relación entre la dermatitis atópica y la contaminación atmosférica en ciudades con altos niveles de contaminación atmosférica procedente de los automóviles y la industria. Sin embargo, este es el primer estudio que examina los impactos de una ráfaga muy corta de aire extremadamente peligroso procedente de los incendios forestales. A pesar de estar situada a casi 300 kilómetros del Camp Fire, San Francisco vio un aumento de aproximadamente nueve veces en los niveles de referencia de PM2,5 durante el tiempo del incendio.
Para llevar a cabo el estudio, el equipo examinó los datos de más de 8.000 visitas a las clínicas de dermatología de adultos y niños entre octubre de 2015, 2016 y 2018, y febrero del año siguiente. Descubrieron que, durante el Camp Fire, las visitas a las clínicas por dermatitis atópica y picor general aumentaron significativamente tanto en pacientes adultos como pediátricos.
«El 89 por ciento de los pacientes que tenían picor durante el tiempo del Camp Fire no tenían un diagnóstico conocido de dermatitis atópica, lo que sugiere que la gente con piel normal también experimentó irritación y/o absorción de toxinas en un período de tiempo muy corto», señala Wei.
Aunque las afecciones cutáneas como el eczema y el picor pueden no ser tan peligrosas para la vida como los efectos respiratorios y cardiovasculares del humo de los incendios forestales, pueden afectar gravemente a la vida de las personas, afirman los investigadores. El estudio también documentó un aumento de las tasas de prescripción de medicamentos, como los esteroides, durante los periodos de alta contaminación atmosférica, lo que sugiere que los pacientes pueden experimentar síntomas graves.
Las personas pueden proteger su piel durante la temporada de incendios forestales permaneciendo en el interior, llevando ropa que cubra la piel si salen al exterior y utilizando emolientes, que pueden reforzar la función de barrera de la piel. Un nuevo medicamento para tratar el eczema, llamado tapinarof, se encuentra ahora en fase de ensayo clínico y podría ser también una herramienta útil en épocas de mal tiempo.
«Muchas de las conversaciones sobre las implicaciones sanitarias del cambio climático y la contaminación atmosférica no se centran en la salud de la piel, pero es importante reconocer que las afecciones cutáneas afectan a la calidad de vida de las personas, a sus interacciones sociales y a cómo se sienten psicológicamente –apunta Fadadu–. Espero que estas repercusiones en la salud puedan integrarse más en las políticas y los debates sobre los amplios efectos del cambio climático y la contaminación atmosférica en la salud».