La música se retrata como un lenguaje universal y de capacidad única para despertar emociones, sensaciones y sentimientos únicos y al mismo tiempo compartidos. Las melodías y armonías, sea cualquiera su origen, cultura e idioma, tiene la capacidad de desempeñar un papel fundamental en la vida de las personas. La música genera esta magia en los seres humanos desde tiempos inmemoriales estando presente en todas las épocas y civilizaciones, con sus distintas formas, estilos y géneros.
Esta forma de expresión tiene una habilidad para desatar y reflejar nuestras más profundas emociones, siendo capaz de ponernos alegres o tristes, de hacernos llorar o bailar. Se trata de un punto clave para lograr el bienestar en nuestro día a día contando con una influencia positiva que se extiende por múltiples dimensiones y abordando tanto la salud física como la mental. La música ofrece un refugio sereno para la mente y el cuerpo, tejiendo un puente hacia la calma interior, proporcionando un alivio necesario en medio del caos cotidiano. Emerge como una fuerza terapéutica, un arte sanador que eleva el bienestar humano a través de sus múltiples facetas.
Uno de los químicos que se libera cuando escuchamos música es la dopamina, un neurotransmisor que se relaciona con la sensación de placer y bienestar. Por lo que cuando escuchamos música que nos gusta, nuestro cerebro libera este químico y puede mejorar nuestro estado de ánimo y hacernos sentir más felices. Del mismo modo se libera serotonina, que se relaciona con la regulación del sueño, el apetito y el estado de ánimo. La serotonina también juega un papel en la regulación de la temperatura corporal y la función cardiovascular, ayudándonos a sentirnos más tranquilos y relajados.
Según un informe publicado en 2019 y realizado por la oficina regional de Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) las artes, como la música, desempeña un papel importante en la prevención de problemas de salud, la promoción de la salud como un todo humano y la gestión y el tratamiento de enfermedades a lo largo de la vida. Entre algunos de los beneficios comunicados se encuentran mejoras en la vitalidad, el rejuvenecimiento, la resiliencia, el propósito y la calidad de vida.
El informe de la OMS también afirma que actividades como hacer música, escuchar música y bailar se asocian a la gestión y prevención del estrés y reducen los niveles de ansiedad. Además, la participación en las artes también puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar trastornos mentales como la depresión, tanto en la adolescencia como en la vejez. Porque la música no es solo un calmante sino también un catalizador para el cambio de nuestro estado de ánimo y lo que nos ocurre en la vida. Con su capacidad única para evocar emociones, la música puede pintar paisajes vibrantes y arrojar luz sobre días nublados. Es por eso que muchos dicen que hay canciones que tocan el alma.
La conexión entre los sonidos y la mente va más allá de la simple apreciación auditiva, por eso se habla de los beneficios de la práctica de tocar un instrumento musical o involucrarse en la composición. Esta es una forma de estimulación cognitiva que beneficia la memoria, la atención y la concentración, se trata de un ejercicio mental que despierta la creatividad y fortalece las capacidades intelectuales. “La participación en actividades artísticas puede aumentar la autoestima, la autoaceptación y la confianza en uno mismo, lo que ayuda a proteger contra los trastornos mentales. Por ejemplo, los niños y adolescentes que participan en actividades artísticas tienen mejores niveles de bienestar, socialización y resiliencia”, se afirma en el documento de la OMS.
Es que en definitiva, la música no sólo es un acto solitario; es también un nexo social. Participar en actividades musicales en grupo fortalece los lazos comunitarios, creando un sentido de pertenencia y conexión. Y esto no se logra solo tocando en una banda o cantando en un coro, se encuentra en los actos más simples como compartir una canción con amigos: la música nos une en una sinfonía colectiva. En ese sentido, además de la dopamina y la serotonina, la música también puede liberar otras sustancias químicas en nuestro cerebro, como la oxitocina. La misma se relaciona con el afecto y la empatía y nos ayuda a sentirnos más conectados con los demás.
En la vida, la música resuena como una melodía que atraviesa nuestra humanidad y plasma hasta el sentimiento más profundo y complejo que ocurre en nuestras mentes y corazones. De alguna forma, logra reconocer lo que a veces es extraño y nos enfrenta a un mundo en donde lo que sucede en el día a día ajeno puede ser entendido por completo por alguien más. La música une, desarma, acompaña y da vida. En el continuo diálogo entre las notas y nuestros sentimientos más profundos, la música no solo enriquece nuestra experiencia personal, sino que también teje una red de conexiones sociales que trasciende el tiempo y el espacio. Así, en cada acorde, este arte de combinar los sonidos persiste como un testimonio perdurable de la capacidad humana para encontrar significado, consuelo y alegría.