El psicopedagogo italiano Francesco Tonucci propuso una verdadera reinvención de las escuelas para el período pospandemia y analizó las pautas para planificar el regreso a las aulas, durante un seminario virtual organizado por el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE) de la Unesco en conjunto con el Servicio Social del Comercio (Sesc) de Brasil. Tonucci, también conocido como Frato, es investigador, psicopedagogo y dibujante. Creador del proyecto La ciudad de los niños” (La città dei bambini), iniciado en 1991, es valorado mundialmente por defender la importancia de los niños en la organización de las ciudades.
Desde el comienzo de la pandemia, Tonucci abogó por formas creativas para continuar el proceso educativo y se mostró escéptico ante los anhelos e intentos de mantener la misma estructura educativa en un mundo donde todo cambió repentinamente. En este contexto, señaló que la cuarentena dejó al descubierto que la escuela no funciona; pero, al mismo tiempo, que es una oportunidad única para que los niños y las niñas aprendan cosas nuevas.
Durante la pandemia realizamos una encuesta en distintas ciudades europeas y latinoamericanas preguntando a los niños: ¿qué te pasa?, ¿cómo lo estás viviendo?, ¿qué proponés?, ¿qué necesitas? y los niños y las niñas expresaron sus puntos de vista y fueron muy similares tanto en Italia, España y en América Latina”, afirmó.
En primer lugar extrañan a los amigos, la falta de los amigos les costó mucho, fue el sacrificio principal. La segunda es que les gustó pasar más tiempo con sus padres. Para muchos de ellos fue la primera vez que compartieron tanto tiempo con ellos, y la tercera cuestión es que estaban hartos y cansados de tantas tareas y tantas horas frente a las pantallas”, dijo.
Considerando estas respuestas, hicimos una propuesta a las escuelas: convertir la casa en un laboratorio donde los padres sean los asistentes de los maestros y en el que cada espacio, desde la cocina hasta un cajón de fotos viejas, se convierta en la oportunidad de aprender algo nuevo. La escuela se hace en familia, en casa. Vivir experiencias nuevas, que en general muchas veces los niños desconocen, como por ejemplo usar las máquinas que hay en el hogar, poner la ropa a lavar o secar, planchar, coser botones o desmontar un enchufe”, explicó. Según el pedagogo, constataron que donde se aplicó esta modalidad, anduvo muy bien y observó que en vez de pensar en lo que los niños perdieron o deben recuperar, después de la cuarentena, sería mejor evaluar todo lo nuevo que han adquirido como experiencias y enriquecimientos”.
Sobre la cuestión de la vuelta a las aulas, una vez que sea posible y con los protocolos sanitarios que se están evaluando, Tonucci sugirió algunas propuestas. Lo primero que recomendó es que lo que se vaya a hacer, no puede decidirlo solamente el ministro de Educación”, sino que pidió incluir a autoridades, docentes, padres y a los niños”.
En segundo lugar, para favorecer la distancia social, que los chicos no estén tantas horas en la escuela, sino que mientras un grupo se queda en la escuela, otro salga, visite lugares, industrias, negocios, una granja, darse cuenta cómo nace un libro, visitar una panadería y hacer su propio pan. Son pequeños ejemplos”, dijo.
«La idea es que cuando el grupo que salió vuelva a la escuela cuente la experiencia al otro grupo y se produzca un intercambio, aprenden a contar, a relatar experiencias vividas de distinta manera y no sólo contarse la tarea del día anterior, que todos la hicieron igual», expresó.
Otra recomendación del pedagogo es en relación a «la autonomía de los niños», y es «que los chicos vayan a la escuela caminando y solos». «Este punto es fundamental», dijo, y puso como ejemplo a Italia, donde «hace unas decenas de años los niños han perdido totalmente la posibilidad de salir de sus casas sin un adulto que los lleve de la mano. Esto significó una pérdida a nivel cognoscitivo, social, emocional y de las habilidades», subrayó.
El siguiente consejo que aportó tiene que ver con la propuesta de «renunciar al aula» y «pensar en una escuela de talleres y laboratorios». Que la escuela aproveche «todos» sus espacios y los transforme en laboratorios. Desde una huerta, hasta un taller de bicicletas, música, teatro, ciencias, para que cada uno de los niños pueda encontrar su propio lenguaje y dedicarse a éste especialmente, y ahí «está la fuerza de su desarrollo: realizarse tiene que ver con su propia felicidad», consideró.
Por último, Tonucci insistió sobre el tema de la participación de los niños.
«Todo esto tiene sentido si los niños no son sólo destinatarios sino protagonistas», dijo, y concluyó que «no hay otra posibilidad que confiar en ellos, son nuestros hijos, merecen nuestra confianza porque la autonomía, la confianza es un hecho de amor. Un acto de amor no es llevarlo de la mano o atarlo con un celular, ya que es igualmente una falta de confianza», explicó.
«Protegerlo significa dejarlo frágil, por supuesto que hay riesgos, pero los riesgos son necesarios para crecer y superar obstáculos, y los ayuda mucho a gozar de la vida», concluyó.