Vecinos, instituciones y organizaciones sociales del barrio Campo de la Ribera de nuestra ciudad decidieron homenajear con el nombre de sus calles a personas comprometidas y solidarias que en distintos momentos históricos fueron militantes sociales y políticos por el bien común y pelearon por los derechos de sus habitantes.
Dicha barriada del este de esta capital es conocida porque en los años 1970 funcionó un centro clandestino de detención (hoy convertido en sitio de la memoria). En Campo de la Ribera y zonas aledañas viven unas 4.500 personas, muchas en situación de vulnerabilidad, que han visto en los últimos 20 años la transformación de su territorio.
Pasó de ser asentamiento a vecindario urbanizado, logró sacar a las escuelas del edificio del ex centro clandestino donde funcionaron por años, peleó por la construcción de tres colegios y gestionó una ludoteca y biblioteca en el centro de salud. Hoy, también, hay un parque educativo municipal.
Todo fue producto de la movilización de sus habitantes, de organizaciones como la Red Social de la 5°, de las directoras de las escuelas y de trabajadoras de los Ministerios de Educación y de Desarrollo Social comprometidas con el acceso a derechos de los más desfavorecidos. Ahora se honra y recuerda a algunas de estas personas con los nombres de sus calles para que perduren en la memoria colectiva, con la convicción de que sin esa lucha los cambios no habrían sido posibles.
El “proyecto calles” nació hace ocho años como una idea de la Red, a la que se sumó el Sitio de Memoria Campo de la Ribera, con el apoyo del equipo de Hábitat de la Provincia, la Dirección de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba, la concejal Natalia Quiñones y la Comisión de Derechos Humanos del Concejo Deliberante. La ordenanza para nombrar las calles fue aprobada por unanimidad en la última sesión del Concejo el año pasado.
Historias de mujeres que ofrecen servicios y espacios seguros para otras mujeres
“Cuando comenzamos a trabajar con Hábitat y la Red la 5°, el proyecto se llamaba ‘Habitar el territorio’. Cuando se suma el Sitio de la Memoria, el proyecto se termina presentando como ‘La memoria se hace calle’”, explicó en declaraciones al diario La Voz del Interior Graciela Córdoba, coordinadora de la Red de la 5° y de la Pastoral Social de la parroquia Crucifixión del Señor de barrio Muller.
El fundamento, detalló Córdoba, se basa en garantizar el derecho a la identidad, el derecho a la memoria colectiva y el derecho a los servicios (demarcar las calles permitirá, por ejemplo, que los recolectores de residuos y los carteros tengan una hoja de ruta).
El proyecto incluye 15 nombres, algunos escogidos por los vecinos entre las personas que participaron activamente en la defensa de los derechos de los habitantes, y otros nombres de personas que pasaron por el ex centro clandestino, desaparecidas o militantes asesinados durante la última dictadura militar.
“Es importante que las calles lleven los nombres de estas personas porque hay que resignificar el valor del compromiso social”, dijo Córdoba. Varias eran trabajadoras del Estado que realizaban su tarea laboral en esos barrios.
Graciela consideró que es un homenaje a quienes “construyeron bien común” en las calles y cree que es un mensaje potente para las futuras generaciones. “Se resignifica el valor de ese trabajo solidario, comprometido. Algunos fallecieron por enfermedades y otros fueron secuestrados, torturados y murieron por los mismos valores, por las mismas ansias de inclusión social para muchas personas”, piensa.
Las calles llevarán los nombres de Silvia Melani, Marina Tutor, Vanina Binello, Luisa Rafini, Pablo “Tata” Guerrero, Cooperativa Huanqueros, Héctor Oberlin, Carmen Rivero, Miguel Angel Morán, Marta Rosetti, Bárbara Miranda, Andrés Ariza, Salvador Verón, Salvador Privitera, José Funes y Alberto Lozada.
“Es algo muy fuerte y emotivo a la vez que una calle lleve el nombre de nuestra hija. Se ve que era bien conocida y respetada. Pese a la desgracia que tuvimos, estamos reconfortados. Es lo que eligió ella y luchó por eso”, dice Néstor Binello, papá de Vanina Binello, trabajadora social del Ministerio de Desarrollo Social, fallecida en 2021.
“Vanina vivía para su profesión, le gustaba muchísimo, trataba de luchar por esta gente, de ayudarla”, agrega la mamá Mirta Beltramo. “Es un honor, un orgullo que hayan puesto el nombre de ella a una calle, se ve que dejó una huella en este barrio. Cuando nos avisaron me conmovió porque pensamos que lo que hizo Vanina es importante para esa gente. De por vida estará acá”, sostuvo.
Mónica Romero, miembro de la organización La Barranquita, que pertenece a la Red, y ex empleada del espacio de la memoria de Campo de La Ribera, participó de manera activa en la lucha del barrio. Allí conoció a Silvia Melani, del programa Escuela y Comunidad del Ministerio de Educación, cuyo nombre quedará plasmado en una calle.
“Silvia fue mi madrina, ella me enseñó a defender los derechos. Tenía una hermana desaparecida y la seguía buscando y eso ayudó a que se metiera en esta zona. Era de Políticas Educativas, se jugaba mucho el puesto de trabajo”, cuenta. Y relata que el primer proyecto que realizaron con Silvia fue un taller de costura para mujeres en la vieja escuela que funcionaba en el excentro clandestino para poder ver las condiciones en las que se enseñaba.
“Que una calle lleve el nombre de ella es un orgullo. Lástima que estas cosas se hacen después de muerto; tendría que haber un homenaje en vida. Para mí este barrio es lo máximo. Yo vine acá cuando era campo, no había calles, todo era basural y hoy al ver esto digo: un granito de arena pusimos”, dice.
Rosana Piffareti, ex directora hoy jubilada del jardín Canónigo Piñero de Campo de La Ribera, fue compañera de trabajo comunitario de Marina Tutor, que fue directora del jardín Martín de Güemes, y de Silvia Melani. Destaca la presencia de Marina, que también será recordada con una calle, en estos espacios de mayor vulnerabilidad social. Recuerda que participó de diferentes acciones en los barrios, en la creación de las escuelas nuevas, en el sitio de la memoria y en la ludoteca-biblioteca del centro de salud. “Proponíamos trabajo social en base a la demanda que requería la sociedad. Marina era una persona muy querida y valorada en este sector. Silvia impulsó la idea de exigir escuelas con edificios propios, de calidad y que no funcionáramos más en esos espacios que habían sido cárceles. Ella impulsó la lucha colectiva, hacíamos actividades para garantizar la mejor calidad educativa de los niños y de la comunidad”, explica Piffareti.
Carina Suárez, exdirectora del jardín municipal Portal de Belén, recuerda a Tutor como una luchadora. “Que una calle lleve su nombre es perdurar en la memoria colectiva”, piensa.
Trabajo comunitario
La Red Social de la 5° surgió en 1997 frente a una demanda puntual de falta de medicamentos y de leche en el centro de salud de barrio Muller. Por entonces, y ante la creciente demanda por falta de empleo y el crecimiento poblacional en la zona, la parroquia Crucifixión del Señor decidió descentralizarse y formar centros comunitarios-capillas en los barrios de la zona Este de Córdoba Capital: Bajada San José, Maldonado, Muller, Villa Inés y Campo de la Ribera.
En 1998, explica Graciela Córdoba, advirtieron que solos no podían y convocaron a distintos sectores vinculados a la educación, a cooperativas y a organizaciones de la zona para trabajar en conjunto. La Red Social de la 5° se conformó formalmente en 1998, cuando inició proyectos para el fortalecimiento de la salud, para abordar los problemas de aprendizaje y para generar espacios para la estimulación temprana, entre otras cosas.