Por Melani Cordi
En el ámbito de la educación, hay momentos en que las normas y las rutinas deben ceder ante circunstancias extraordinarias. La Educación Hospitalaria y Domiciliaria es un claro ejemplo de cómo el sistema educativo busca adaptarse a las necesidades de los estudiantes que atraviesan situaciones de salud complejas. A través de este modelo, los docentes se convierten en verdaderos acompañantes en el proceso de aprendizaje, brindando una oportunidad para continuar la escolaridad incluso en los momentos más difíciles.
Daniela Rivero, quien coordina la Modalidad Hospitalaria y Domiciliaria en el ámbito de la Dirección General de Educación Especial y Hospitalaria, explicó a HOY DÍA CÓRDOBA cómo el trabajo se ha ido consolidando y ampliando a lo largo de los años.
Este modelo de educación, que en sus inicios era un proyecto no formal y una práctica aislada, hoy es una modalidad con reconocimiento y estructura bajo la Ley de Educación Nacional, que a su vez fue convalidado por la Ley de Educación de la Provincia de Córdoba. En nuestra provincia, las escuelas hospitalarias se encuentran en el Hospital de Niños, el Hospital Infantil Municipal y el Hospital Pediátrico, pero los docentes también dan clases en otras clínicas y espacios de salud.
La misión de este equipo de educadores es clara: garantizar que los estudiantes continúen su educación mientras atraviesan el desafío de una enfermedad, ya sea en el hospital o en su hogar. En ese sentido, Rivero señaló: “Buscamos dar respuesta a las necesidades de chicos que tradicionalmente quedaban afuera del sistema educativo y que muchas veces repetían el año por haber tenido la desgracia de enfermar. Es una modalidad que tiene una dimensión sociocomunitaria muy importante”.
A su vez, la coordinadora identificó algunas de las diferencias entre esta modalidad y una escuela convencional y reivindicó la figura del docente: “Nuestros estudiantes están dispersos por toda la ciudad y la provincia, en hospitales, en clínicas, y en sus domicilios. Es otro modelo de escuela, donde no se espera que los alumnos lleguen a ella, sino que se sale a buscarlos. Esta es una de las principales características, que no existe la rutina de una escuela común. No hay recreos, no vas a ver un edificio que diga ‘escuela’. Acá se trata de la figura del docente, de su esencia y el vínculo que crea con el alumno”.
El trabajo de estos docentes también es distinto al que se hace en otras escuelas. Los maestros no tienen un grupo de estudiantes fijo de principio a fin de año, sino que trabajan “uno a uno” con el alumno, y en lugar de enseñar a 30 niños al mismo tiempo, trabajan en grupos muy reducidos, a veces con solo dos o tres chicos.
Según detalló Rivero, la jornada de los docentes hospitalarios comienza con un relevamiento en el hospital, donde identifican a los pacientes que podrían necesitar el acompañamiento educativo debido a su situación. De acuerdo al diagnóstico médico y en consulta con los profesionales de la salud, se determina quiénes son los niños y adolescentes que, por su tratamiento, podrían perder el contacto con la escuela durante varios meses.
Se destaca también un elemento característico y simbólico que usan los docentes para distinguirse del personal de salud. «Se ponen un guardapolvo rojo y van con un carrito lleno de cosas, de recursos y elementos para empezar la atención educativa», contó.
El acompañamiento educativo inicia muchas veces con pequeños gestos que marcan una gran diferencia, como la entrega de kits escolares al comienzo del proceso. Rivero comenta: «Inclusive les preparamos kits como regalo de inicio. Un cuadernito con una cartuchera y algunos útiles. Cuando ven eso, los niños piensan: ‘Bueno, no estoy tan enfermo si voy a tener clase’. Parece que no todo está tan mal, ¿no?». Este acto no solo facilita el aprendizaje, sino que también ayuda a los estudiantes a resignificar su experiencia en el hospital, conectándolos nuevamente con el mundo escolar.
Una enseñanza individualizada y la importancia del vínculo
Uno de los mayores desafíos para los docentes es la individualización del aprendizaje. Cada estudiante tiene un recorrido y una situación distinta, lo que implica que cada uno requiere un abordaje personalizado. En este sentido, la coordinadora subraya que la modalidad es “muy dinámica” y moviliza a los docentes a adaptar constantemente su tarea educativa. Los maestros se desplazan entre los diferentes hospitales y domicilios, diseñando estrategias y recursos didácticos adaptados a las circunstancias de cada niño o adolescente.
También, la modalidad busca acompañar a los estudiantes en su desarrollo social y emocional a través de actividades como la participación en ferias de ciencias, la publicación de revistas escolares, o la realización de proyectos conjuntos, los niños y adolescentes mantienen el contacto con el resto de la comunidad educativa, aún en situaciones de aislamiento. «Estos espacios les permiten sentirse parte de algo, son momentos que los llenan de expectativas a futuro», destacó.
Pero el docente no solo tiene la tarea de enseñar, debe también crear un vínculo afectivo con cada estudiante, que es fundamental para llevar adelante el proceso educativo. Esta relación cercana logra que los niños no se sientan completamente aislados de su entorno escolar.
Sobre esto, la coordinadora asegura: “Acá no está el aporte del par, no hay grupos ni amigos. El vínculo que sostiene el docente es la primera herramienta que no tiene un recurso físico, pero que es lo que le permite entrar en relación con el alumno e indagar cuáles son sus intereses para poder desde ahí plasmar una propuesta pedagógica que esté atendiendo los objetivos formativos”.
El impacto emocional en la vida personal
El trabajo en la Modalidad Hospitalaria y Domiciliaria es emocionalmente desafiante. Los docentes deben lidiar no solo con las complejidades del proceso de enseñanza, sino también con la carga emocional de acompañar a estudiantes que muchas veces enfrentan enfermedades graves, de las que no se sabe su resolución. «Es un trabajo que tiene una implicación subjetiva muy alta», reconoce.
Surge también otra complicación, y es que no existe un dispositivo institucional que ayude a atravesar estos momentos. Los recursos se han ido construyendo colectivamente al interior del equipo docente para sostener la tarea, abriendo espacios de contención emocional para procesar las experiencias difíciles en conjunto y mantener el bienestar de los profesionales. “En estos espacios se le da un lugar a las emociones y las situaciones que nos atraviesan, que van más allá de lo pedagógico y que tienen que ver con lo humano”, expresó la coordinadora.
«Cuando un estudiante fallece es un momento muy duro para todos, pero intentamos sostenernos colectivamente, hablamos entre nosotros, nos apoyamos. El docente tiene considerado ese día, y si lo desea puede acompañar a la familia, porque se construye un vínculo con ellos también. Los docentes van a la casa y ven al perrito, al hermanito, las familias les cuentan cosas. Son situaciones muy fuertes”, agregó.
¿Es válido evaluar en estos contextos?
Uno pensaría que evaluar en estas situaciones no muchas veces es lo adecuado. ¿Cómo puede un niño enfermo estar con todos los ánimos para estudiar y someterse a los procesos de evaluación mientras realiza un tratamiento médico? Sin embargo, la evaluación en la Educación Hospitalaria y Domiciliaria es una extensión natural del proceso pedagógico.
«La evaluación se plantea como un momento más del proceso, con el mejor sentido pedagógico. El docente va asumiendo una evaluación, porque entiende cómo va avanzando el estudiante», enfatiza Rivero. De este modo, la evaluación se despoja del peso de los exámenes formales, priorizando el progreso y el aprendizaje genuino del estudiante.
Trabajo en red
Además de las escuelas mencionadas en la ciudad, la modalidad también se extiende hacia el interior de la provincia, con presencia en La Falda, Río Tercero, Río Cuarto, Villa María, Deán Funes, entre otros. Los docentes están distribuidos por toda la provincia, trabajando principalmente en domicilios, ya que en muchas de estas localidades no existen hospitales con la complejidad pediátrica necesaria para el tratamiento de enfermedades graves.
Este trabajo en red incluye también la colaboración con organizaciones de la sociedad civil y fundaciones como la Fundación Soles, que acompaña a niños con cáncer, proporcionando recursos y espacios para que los chicos puedan continuar sus estudios.
La Modalidad Hospitalaria y Domiciliaria no sólo enseña contenidos, sino que transforma vidas al ofrecer una visión esperanzadora en tiempos de adversidades. Con sus guardapolvos rojos, carritos llenos de recursos y una sensibilidad única, estos docentes demuestran que la educación puede adaptarse a cualquier circunstancia.
El impacto de su labor va más allá del aprendizaje; es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, la educación tiene el poder de construir puentes, generar vínculos y abrir caminos hacia el futuro.