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La pelota no se mancha: a 24 años del partido homenaje a Maradona

El 10 de noviembre de 2001, La Bombonera fue el escenario de la despedida de Diego Armando Maradona. Más de 50 mil personas lo ovacionaron en un partido entre la Selección Argentina y un combinado de estrellas internacionales.

Priscila Perez Por Priscila Perez
10 de noviembre de 2025
Maradona homenaje

El 10 de noviembre de 2001, La Bombonera dejó de ser un estadio para convertirse en un templo. Fue así porque estaba Diego Armando Maradona en el centro de la escena, un jugador al que el pueblo argentino había elevado a la categoría de dios. Ese día, el fútbol se volvió emoción pura, y la devoción de la gente transformó la cancha en un altar para su ídolo. La tarde estaba gris y lluviosa, pero cuando se acercaron las cuatro, el sol salió como si también quisiera homenajearlo. Alrededor de 50.000 almas desbordaron el estadio para ver al mayor inspirador de sueños de los argentinos. 

Fue Diego, Diegote, el Pelusa, el Cebollita, el pibe de Fiorito. También fue el Diez, el D10S, el Barrilete Cósmico. Ídolo indiscutido, genio imperfecto, amado y cuestionado. Con el paso del tiempo, los recuerdos se mezclan con las leyendas y los rumores, cada intento por reconstruir ese día confirma que fue único.

Los años previos

Cuatro años antes de aquella jornada en La Bombonera, Maradona había disputado su último partido oficial con la camiseta de Boca Juniors, el 25 de octubre de 1997, en el superclásico frente a River en el Monumental. A los 40 minutos del primer tiempo, Sergio Berti abrió el marcador para River, y cuando los equipos regresaron del entretiempo, Diego ya no estaba en el campo. Héctor Veira decidió reemplazarlo por Claudio Paul Caniggia, aunque la creencia popular indique que su sustituto fue Riquelme. En la planilla, Román ingresó por Nelson Vivas. 

Sin su capitán, Boca revirtió el resultado con goles de Julio César Toresani y Martín Palermo, quien de cabeza marcó bajo la lluvia para sellar el 2-1. Maradona, ya fuera del juego, volvió al campo para festejar con sus compañeros y lanzar gestos hacia la hinchada rival. Más tarde, dejó una frase que quedaría grabada: “Boca jugó a lo Boca y River fue River. Jugó un gran primer tiempo y en el segundo tiempo se le cayó la bombacha”.

Días posteriores, envuelto en rumores de un supuesto caso de doping tras el superclásico ante River y la falsa noticia sobre la muerte de su padre, el capitán de Boca decidió ponerle punto final a su carrera el 29 de octubre de 1997, un día antes de cumplir 37 años. 

El Diez eligió los programas De una con Niembro (Radio La Red) y Mediodía con Mauro (América TV) para hacer pública su decisión. “No voy a jugar más, al menos en la Argentina”, declaró, dejando abierta la posibilidad de despedirse del fútbol con una gira internacional. “Estoy desilusionado y ya lo tengo decidido. Acabo de hablar con mi papá y él fue el primero en enterarse”, sentenció.

Visiblemente afectado, Maradona explicó que una de las razones que lo empujaron a alejarse fue la difusión del rumor sobre la muerte de su padre, un hecho completamente falso. “Le había prometido a mi viejo que no le iba a dar disgustos ni motivos que dañaran su salud. Lo que se dijo con respecto a él fue una canallada”, expresó con dolor.

También se mostró indignado por las versiones que indicaban que el control antidoping realizado después del clásico había dado positivo. “Con todo el dolor del alma ha llegado el momento de anunciar mi retiro. Se terminó el jugador de fútbol. Nadie está más triste que yo. Mi papá se fue llorando de mi casa y yo le prometí que cuando pasara una cosa así, largaba todo”.  Su voz entrecortada y las pausas entre frase y frase mostraban a un hombre abatido, quebrado por las circunstancias. 

Durante 1998 y 1999, Maradona se mantuvo alejado del fútbol profesional, aunque continuó vinculado al ambiente deportivo y mediático. Fue comentarista televisivo, conductor y figura publicitaria, además de participar en eventos benéficos y homenajes. En lo personal, atravesaba la separación de Claudia Villafañe, mientras lidiaba con problemas de salud derivados de la hipertensión y las adicciones. En paralelo, recibió importantes reconocimientos, el Círculo de Periodistas Deportivos lo distinguió como Deportista Argentino del Siglo y la revista World Soccer lo ubicó entre los mejores jugadores del siglo XX, detrás de Pelé.

A comienzos del año 2000, su progresiva adicción a la cocaína lo llevó al límite en Punta del Este; logró sobrevivir, se internó en Cuba y poco después regresó al fútbol amistoso para participar de dos partidos homenaje de su generación. También arrastraba una lesión en la rodilla izquierda que le impedía entrenar con normalidad, por lo que el 8 de octubre de 2001 se sometió a una artroscopia con el doctor colombiano Ochoa.

Pocos días antes de su regreso desde La Habana, donde residía temporalmente, visitó a Fidel Castro y lo invitó al partido homenaje en la La Bombonera. El líder cubano finalmente desistió de la invitación, pero aprovechó la visita para pedirle que le enseñara a patear penales en el Palacio de la Revolución.

En la víspera de la misa

El Diez arribó a Buenos Aires el martes 6 de noviembre de 2001 y enseguida mostró su carácter cuando fue consultado acerca del partido homenaje: “Muchachos, no vayan a promocionar este partido como mi despedida, ¿eh? Es un partido homenaje. ¿Estamos? Partido ho-me-na-je. Si dicen despedida, los boxeo a todos, uno por uno”, advirtió entre risas.

Ya le había dejado en claro tanto a su representante, Guillermo Coppola, como a los organizadores, que no iba a permitir que se hablara de despedida. “Yo nunca me voy a ir del fútbol”, repitió ante los medios.

El exfutbolista se hospedó en el Hotel Hilton, donde el sábado la escena fue de película, a las dos de la mañana las administradoras del hotel llamaron a su puerta para expulsarlo. “A usted y Maradona lo queremos fuera del hotel” le dijeron a Coppola. Diego había convertido los pasillos del Hilton en un campo de paintball improvisado. Algunos testigos relataron que andaba con máscara de Bin Laden y una ballesta de juguete, disparando bolas de pintura indiscriminadamente, hasta dejar pintadas las paredes y al personal del hotel.

Años más tarde, Coppola recordaría la escena con una mezcla de resignación y cariño:

“El mozo estaba con la cara azul al lado de las hermanitas Hilton. Me mira y me dice: ‘Perdón, yo soy maradoniano, pero me pegó un balazo de pintura’. Me arrodillé para pedir disculpas e implorar que nos dejaran hasta el día siguiente”.

Cuando fue a buscar a Diego, lo encontró “agazapado con el paintball”, como el mismo Coppola contó. Maradona se rió y le pidió perdón: “Estaba mal de puntería”.

La procesión hacia el templo

Una de las primeras grandes ovaciones de la jornada fue a las 14:25, cuando las pantallas gigantes del estadio mostraron en vivo a Diego Armando Maradona preparándose en el hotel para su despedida. La imagen del ídolo, todavía fuera de la cancha, desató una emoción colectiva que anticipaba lo que vendría.

«Esa es mi casa, el templo del fútbol argentino. Los amo, y les agradezco a todos los que hicieron posible que yo tenga esta fiesta ahí», dijo Maradona en la transmisión del canal de aire América.

«Les repito, les agradezco con el alma que estén en ese estadio. Me parece demasiado, todo este cariño, todo este afecto. Espero poder darles algo de lo que siempre les pude dar. Amo Boca, amo la selección y amo este país», dijo Maradona cuando se le requirió un especial mensaje al público, que lo saludó con el clásico «Maradó, Maradó».

A las 14:55, Maradona llegó a la Bombonera en medio de un imponente operativo de seguridad. Su primera acción fue abrazar a sus hijas, vestidas con camisetas argentinas que llevaban su nombre grabado en la espalda.

Suena casi insólito, pero el Diez dudaba del éxito del homenaje. Apenas dos horas antes del partido, todavía en el hotel, vio por televisión las tribunas despobladas y se enojó con Coppola: “¡Me prometiste que la cancha iba a estar llena!”, le espetó, con evidente ansiedad. “Dirigí en muchas canchas llenas, pero como esto nunca vi nada igual”, dijo el técnico de las Estrellas, Alfio Basile. La prensa mencionaba que había más de 2000 personas afuera de la cancha esperando para ingresar, antes de que comience el partido y con las tribunas repletas. 

Comenzó la ceremonia

Si algunos de los protagonistas no pudieron contener las lágrimas puertas adentro, en las tribunas la emoción se mezclaba con los primeros shows musicales del día. Andrés Ciro Martínez, líder de Los Piojos en ese entonces, realizó una versión en armónica del himno que estremeció a toda la Bombonera. Con los jugadores ya en la cancha, Luciano Pereyra interpretó el Himno Nacional Argentino. También Los Ratones Paranoicos hicieron vibrar el estadio con “Para siempre Diego”, su clásico dedicado a Maradona: “Quisiera ver al Diego para siempre, gambeteando por toda la eternidad”.

Estaba previsto que el cuartetero Walter Olmos participara, pero debido a los retrasos en el cronograma su actuación fue cancelada y se lo reservó para animar la cena posterior. Entre los presentes en los vestuarios y las plateas se destacó Charly García, quien no cantó pero fue parte del homenaje y saludó efusivamente al Diez.

En los vestuarios, Diego vivió otro momento íntimo: reunió a los jugadores (muchos de ellos compañeros suyos en la selección y otros nuevos) y les agradeció con la voz quebrada: “Mil gracias por estar acá”. Algunos futbolistas legendarios no pudieron contener las lágrimas. Mientras tanto, el partido iba a ser una especie de exhibición: Estrellas vs. Selección. 

El encuentro fue una celebración total del fútbol. De un lado, la Selección Argentina dirigida por Marcelo Bielsa; del otro, un “Equipo de las estrellas” conducido por “Coco” Basile. La Albiceleste presentó una formación de lujo: Germán “Mono” Burgos, Roberto Ayala, Mauricio Pochettino, Walter Samuel, Javier Zanetti, Juan Pablo Sorín, Matías Almeyda, Juan Sebastián Verón, Diego Armando Maradona, Cristian “Killy” González y Julio Cruz. 

El equipo rival no se quedaba atrás: Óscar Córdoba, Ciro Ferrara, Jorge Bermúdez, Iván Ramiro Córdoba, Carlos Gamarra, Nolberto Solano, Juan Román Riquelme, Carlos Valderrama, Enzo Francescoli, Hristo Stoichkov y Davor Suker.

También participaron Fabián Carini, Álvaro Recoba, Carlos Alberto Aguilera, Antônio de Oliveira “Careca”, Leonardo Rodríguez, Éric Cantona, Mauricio Serna y Lottar Matthäus. Otra de las grandes estrellas en asistir fue Pelé, aunque no jugó.

La misa

Cuando la música se apagó y los equipos salieron al campo, el fervor alcanzó su punto máximo. A las 16:11, Diego Maradona entró a la cancha. El grito unánime de “¡Maradoooo!” retumbó en cada rincón. Diego miraba a la hinchada, con la pelota en una mano levantando el brazo saludaba a la gente de las tribunas.

Llegando a mitad de cancha, se fundió en un abrazo con Riquelme, quien aquella tarde jugaba para el equipo rival, el de las Estrellas. Nadie imaginaba entonces que esa amistad se quebraría con el tiempo. Desde las tribunas, los hinchas reclamaban a viva voz su presencia en la Selección: “Borombombón, borombombón, para Riquelme la Selección”, coreaban con fervor.

Durante el primer tiempo la dinámica fue amistosa, los jugadores se respetaban, los roces eran mínimos, el foco estaba en la emoción más que en la dureza del juego. Maradona, con la rodilla ya operada, había perdido un poco de su velocidad, pero aún así se lució. La Selección se puso en ventaja con un gol de Claudio López, pero antes del descanso el croata Davor Šuker empató para el combinado de las Estrellas.

En el complemento, el juego se volvió más vibrante. Maradona asistió a Pablo Aimar para el 2-1 y, poco después, convirtió un penal tras una falta sobre Julio Cruz. La Bombonera estalló de nuevo, especialmente cuando Diego se quitó la camiseta argentina y dejó ver la azul y oro de Boca, con el número 10 y el nombre “Román” en la espalda.

Luego llegaron más goles: Castromán amplió la ventaja, Cantona descontó y Aimar firmó otro tanto. Sobre el final, René Higuita anotó de penal para las Estrellas, pero Maradona volvió a ejecutar desde los doce pasos y selló el 6-3 definitivo. El árbitro Luis Olivetto dio por terminado el encuentro, y el estadio se rindió ante su ídolo. Husain lo alzó en andas frente a la tribuna, mientras el público coreaba “¡Y Diego no se va!”. En las tribunas, sus padres, Doña Tota y Don Diego, no pudieron contener las lágrimas. Dalma y Gianinna ingresaron al campo para abrazarlo, y Maradona recibió una camiseta firmada por los jugadores de la Selección y distintas plaquetas de homenaje.

La pelota no se mancha: a 24 años del partido homenaje a Maradona

La palabra de Dios

Con la fiesta llegaba el momento solemne. Maradona subió al pequeño estrado del círculo central y todos los ojos lo siguieron. Con la voz entrecortada por la emoción, agradeció sin poder contener el llanto. Paladeando cada sílaba, evocó su búsqueda incansable: “Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y de hacerlos felices a todos ustedes, y creo que lo logré”. Luego pronunció algo que ningún hincha de Boca ni del fútbol argentino jamás olvidó. Dijo que no hay cancha como esa, la Bombonera, “un templo del fútbol”. Tras pedir que aquel momento y aquel cariño no terminen nunca, lanzó la sentencia definitiva:

“El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha.”

Aquella frase fue el golpe final de la tarde. En un instante, la vivencia se transformó en leyenda.

El milagro en tiempos de crisis

Lo que sucedió ese sábado de noviembre excedió al fútbol mismo. El festejo fue un bálsamo en medio del naufragio social y económico argentino. Apenas veinte días después estalló el corralito y Argentina sufrió el quebranto político y la sucesión de presidentes en pocos días. Pero por unas horas y por tantos años, Maradona regaló a los argentinos algo que la crisis no podía opacar: una fiesta colectiva, una sonrisa compartida y la demostración de que había algo o alguien en quien todos podían creer.

Nuestro Dios en la Tierra aceptó su error terrenal y el castigo consiguiente, pero protegió el juego. Al absolver al fútbol de sus faltas, nos dio la máxima maradoniana. Es que la pelota, el objeto sagrado de nuestro rito, es inmaculada. Él nos rogó que este amor no se termine nunca. Y 24 años después el argentino solo puede dar fe de que nunca terminará.

“A puro sentimiento”: el archivo que retrató la emoción

Dos días después, el 12 de noviembre de 2001, el diario Hoy Día Córdoba tituló su cobertura con una frase que definía la jornada: “A puro sentimiento”. En la nota se leía:

“Se terminó. Alguna vez tenía que suceder. Diego Armando Maradona, el Diego más famoso, el Pelusa de Villa Fiorito, se despidió oficialmente del fútbol… Poco importa el anecdótico triunfo de la selección nacional por 6 a 3, con dos goles convertidos por el eterno Diez”.

La nota cerraba con esta frase:

“Lo que no se puede negar, es la infinita alegría que seguramente tendrá por estas horas quien fue objeto de semejante acontecimiento”.

La pelota no se mancha: a 24 años del partido homenaje a Maradona

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