La nieve llegó mucho antes de lo habitual en la provincia de Córdoba. Hace apenas unos días, la Capital se vistió de blanco y lo mismo las Sierras. Ahora, La Cumbrecita volvió a cubrirse de nieve y ya aparece en la menta de muchos cordobeses ir a disfrutar de un chocolate caliente y observar este magnífico paisaje que siempre brinda este pueblo pero blanco.
Si bien siempre nieva en La Cumbrecita, esta año sucedió bastante temprano y de forma muy copiosa, por lo que la cantidad de nieve que hay es bastante importante. Una gran opción para hacer siempre en este pueblo peatonal, sea verano o invierno, es recorrer el bosque de abedules, el cual componen la gran forestación en la que está inmerso La Cumbrecita.
Para llegar a él, es necesario cruzar el arroyo Almbach por un pequeño puente de madera y bordear la tradicional Confitería Liesbeth. Ascendiendo lentamente a la sierra se llega a este hermoso bosque de abedules, uno de los más importantes de toda la región.
Durante la primavera y el verano, el abedul se distingue del resto las especies por el color plateado de sus ramas y el verde intenso de sus hojas. En el otoño es el momento cuando más deslumbra este bosque, por la increíble variedad de colores que va adquiriendo el follaje con el paso de los días. Pero en invierno, se tiñe de blanco y se convierte en un cuadro salido de un cuento de hadas.
La Cumbrecita es un gran lugar para el ecoturismo y resalta en este aspecto al ser completamente peatonal. Las autoridades comunales la declararon zona de protección ambiental y desde 1996 es Pueblo Peatonal” debido a que rige una restricción vehicular permanente para el acceso en automóviles, principalmente durante el día.
Otra opción de La Cumbrecita, bastante famosa, es «La Capilla». Se encuentra coronando el camino del bosque, en una de las zonas más elevadas del pueblo. Como muchas de las construcciones de este lugar, fue diseñada por Helmut Cabjolsky, uno de los pioneros de La Cumbrecita.
Se construyó con materiales de la zona en el año 1967 con el fin de que permanezca abierta a todos los credos. La predominancia de la madera, la arquitectura alpina, los espacios reducidos del templo y el bosque rodeándolo todo, lo convierten en un lugar austero y de un particular encanto. Visitarla siempre es una excelente, así sea primavera o invierno, el paisaje de su alrededor vale le pena.
Otro lugar que se puede conocer en La Cumbrecita es «El Castillo», el cual fue construido por Erwing Müller, a principios de la década del 40, junto al lugareño Don Rito Merlo. Ubicado en una de las zonas altas del pueblo, se caracteriza por los símbolos y escudos grabados en la madera de su amoblamiento y en la piedra de sus paredes.
Erwing Müller vivió sólo en él castillo durante un tiempo. Por medio de un sistema de códigos comunicaba su estado de salud a los vecinos. En un mástil ubicaba una bandera de color verde cuando se encontraba de humor y bien de salud. La bandera roja significaba que su salud no andaba bien y era propicio para recibir visitas y asistencia de sus vecinos y amigos.
Pero si lo que te interesa es disfrutar de una tarde de nieve observándola desde un lugar calentito, La Cumbrecita tiene varias opciones. Una de ellas es la tradicional Confitería Liesbeth. También se encuentra el Bar Suizo y Hemult, Casa Bar. Todos ellos con un estilo alemán del siglo XV que enamora a todo aquel que se inserta en este pueblo.
«Visitar nuestro pueblo es ingresar a un refugio de tranquilidad, donde la naturaleza y la mano del hombre han logrado mantener el equilibrio» sostiene la página oficial del pueblo. Sin dudas, una afirmación con la que estoy completamente de acuerdo.