La muerte de la joven kurda iraní Mahsa Amini bajo custodia policial desató una ola de manifestaciones y protestas por gran parte de la ciudadanía en Irán, que a más de un mes iniciadas no parecen tener fin.
El gobierno de clérigos apuntó contra las potencias occidentales, como partícipes del levantamiento. No obstante, lejos quedaron esas acusaciones con el continuo e ininterrumpido levantamiento de trabajadores, estudiantes, docentes, entre otros que provocaron la movilización de los tres niveles de seguridad: la Policía, los Guardias de la Revolución y su subgrupo de paramilitares (Basidsh-e Mostaz’afin) y las fuerzas infociales de seguridad, que no usan uniforme. La característica más importante de la represión es la intensidad y la violencia ejercida.
Sobre la censura, Irán es el tercer país con más limitaciones a internet. Solo se puede acceder a redes sociales como Facebook o Instagram a través de conexiones privadas, o VPN.
A su vez, el domingo comenzó un boicot en escuelas de las provincias kurdas del noroeste, organizado por el mayor sindicato de maestros. También hubo protestas en la Universidad Sharif, en Teherán, donde los estudiantes destrozaron los paneles que separan a hombres de mujeres en el comedor.