Por José María Las Heras
El presidente electo, Alberto Fernández, ha anunciado la creación de un Consejo Económico Social. Reunir a muchas voluntades e intereses contrapuestos requiere de consensos; es confiar entre los que nos sentamos en una mesa común. “Con-fiar” es respetar con buena “fe” lo que, con otros, se conviene.
Hay una fábula que me gusta recordar, porque resulta muy ilustrativa: dos tortugas se perdieron en el desierto; el inmisericorde sol quemaba sus lomos, haciendo arder las sedientas lenguas. Es busca de un oasis, encontraron una lata de cerveza. Pero… ¡no tenían cómo abrirla!
Una de las tortugas propuso a la otra que fuera en búsqueda de un abrelatas; “Yo me quedo aquí, vigilando”, le dijo. Pasaron las horas, y la tortuga guardiana comenzó a preocuparse al no regresar su compañera. Desesperada, trató con sus mandíbulas desdentadas de abrir la lata. Esfuerzo inútil.
En tanto, apareció su compañera, que se había escondido detrás de una duna para espiar y controlar a la primera, increpándola por su actuar desleal ante el intento de tomar sola la bebida. Su par, a su vez, le recriminó que no había ido a buscar el abrelatas, y que ahora no lograrían abrirla. Ambas desconfiadas murieron de sed.
Este es el desafío de los argentinos, si queremos éxitos perdurables: evitar la mutua desconfianza. Se cita como ejemplo el Pacto de la Moncloa, firmado en 1977 al fin del franquismo en España, con la participación de la totalidad de los partidos con representación parlamentaria –incluso el Partido Comunista, que había estado proscripto hasta ese mismo momento- y representantes de intereses corporativos. Se convalidó fortalecer la economía de mercado y “la democratización efectiva del sistema político y económico”.
Moncloa, a partir de compromisos de corto plazo (“restablecer en dos años los equilibrios fundamentales de la economía”), aún perdura por sobre los vaivenes de la economía y las pujas políticas de su clase dirigente. Si bien Pedro Sánchez no logra formar gobierno en estos tiempos, y ha renacido con fuerza el autonomismo catalán, ninguno de esos avatares hace mella sobre los acuerdos celebrados hace cuarenta años.
Nuestro país no ha sido ajeno a mega-acuerdos, aunque solo se concretaron en las presidencias de Juan Domingo Perón. En marzo de 1955 se celebró el Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar Social, entre la CGT y la CGE. Se pretendía aumentar la producción, una modernización empresarial, control del ausentismo y aumentos salariales en base a la productividad. A los pocos meses, el intento dialoguista se abortó con la Revolución Libertadora.
Dieciocho años después, con el retorno de Perón, se firmaron las llamadas Actas de Concertación, con la participación de partidos mayoritarios, la CGE y la CGT, cuya finalidad consistió en lograr “un desarrollo nacional autónomo con justicia social”. El ministro de Economía, José Ber Gelbard, fue acompañado por un joven equipo de economistas, entre ellos Roberto Lavagna (hoy, en una vuelta impensada de la historia, el candidato de Consenso Federal es probable que presida el Consejo Económico–Social propuesto por Alberto Fernández).
Los acuerdos de 1973 se abortaron por la muerte del presidente Perón en 1974. En medio de una crisis institucional aprovechada por los intereses reaccionarios, en marzo de 1976 se interrumpió la democracia con el surgimiento de la dictadura cívico-militar.
Hoy la democracia argentina está consolidada, posibilitando acuerdos que limiten desmedidos intereses corporativos. El Congreso debe ser partícipe y custodio de este novel pacto. Como el partido triunfador el domingo 27 de octubre no alcanzó la mayoría parlamentaria, probablemente la letra chica (y la grande) de lo pactado tendrá que ser más debatida. Esto es bueno para evitar que las grietas sigan perdurando en nuestra patria.
Como señala Stiglitz –numen de la propuesta de una economía social de mercado promovida por el papa Francisco- el éxito económico “proviene de la habilidad para mantener consensos basados en un amplio sentido de unidad nacional”. Los acuerdos exitosos se logran con el renunciamiento de las partes en pos del logro de todos. Necesitamos de un abrelatas generoso para reconocer nuestras riquezas humanas y naturales.