Antonio Tello nació en Villa Dolores. Es poeta, narrador y periodista. En 1975, amenazado de muerte, abandonó el país, exiliándose primero en París y luego en Barcelona. Actualmente es director del “Correo Mediterráneo”, revista cultural editada en Río Cuarto y, entre otras ocupaciones, se desempeña como gestor de cultura en el ámbito provincial. Algunos de sus libros publicados en Barcelona: “Sílabas de arena” (2004); “Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias” (2009); “Nadadores de altura” (2011); “Poesía visual” (2013); “Lecciones del tiempo” (2015), “Romance de Melisenda” (2017); “En la noche yerma” (2019).
En 2022 publicó una reedición de “O las estaciones”, en Ediciones del Callejón, Traslasierra, Córdoba, presentado recientemente en la Biblioteca Córdoba: es este libro el objeto de mi lectura.
En este caso se trata de un conjunto de poemas de alto impacto poético, razón por la que me pareció que reseñarlo al modo tradicional era de alguna manera profanarlo; quizás lo apropiado aquí hubiera sido publicar una selección de los poemas, pero ¿cuáles seleccionar en un corpus en el que cada poema se conecta con el otro, y, en conjunto, conforman la arquitectura del todo? Por ello, he preferido construir un texto compuesto de paráfrasis o versos del propio Antonio Tello, al que titulé “Las estaciones del exilio” puesto que mi eje de lectura es precisamente ese:
“¿Qué saben los que se quedan/ sobre el desespero del otro?// ¿Qué saben sobre la doble sombra/ o media sombra/ de ese árbol partido en sus raíces?// ¿Qué saben sobre lo que se ha perdido/ en las estaciones del tiempo?// ¿Qué saben de los adioses/ en pos de la corriente que nos lleva?// ¿Qué saben/ de ese río que corre por la tierra muda?// ¿Qué saben sobre la grieta/ abierta entre las piedras?// ¿Qué saben de los sueños/ del espejismo/ del laberinto?//
¿Qué saben de las grafías de la ausencia/ de los trazos/ de la última mirada sobre el horizonte?// ¿Qué, de los muertos que acechan/ del agua que corre/ bajo el hielo último del río?
¿Qué saben de lo que se ha ganado/ en el follaje de las estaciones?// ¿Qué saben del grano de polen en la herida/ del gozo en la espesura?// ¿Qué saben del amor/ –ese dios de los bosques vestido de eternidad– /que nos salva de la orfandad/ nos salva/ de los rumores del tiempo/ de las voces en desgarro/ de los truenos entre las hojas/ que nos llegan como rayos y se pierden/ en el abrazo/ en el gozo del instante/–ese escudo de los amantes–?//
¿Qué saben de ella?/¿De la boca que riega ese árbol exótico/ en tierra extraña?// ¿Qué saben del hada del bosque/ que nutre al deseo?//¿Qué saben de los cuerpos desnudos/ de esos gemidos de nieve que dieron/ nacimiento a la estación primera/ en la nueva casa del desterrado?// ¿Qué saben de aquella/ que fundó los plazos de la dicha?/ ¿Qué saben del latir y la semilla?/ ¿Qué, de ese fruto del verano/ y de todas las estaciones?//¿Qué saben de la mano que restaña la sangre/ y cura las heridas que el hacha/ o el viento del tiempo ha dejado en el árbol/ partido en sus raíces?
¿Qué saben de los despojos/ de la furia del viento que dobla las ramas/ y desgaja los vástagos?// ¿Qué saben de las hojas que caen/ oxidando los gemidos de nieve?//¿Qué saben/ de los instantes en suspenso?/ ¿Qué saben de la fuerza que arrebata?/ ¿Qué, de las violentas vestiduras del otoño?//¿Qué saben del destino del árbol/ escrito en las líneas de sus ramas?// ¿Qué saben del árbol/ que crece hacia la luz/ mas conoce/ desde las lindes de su sombra?//¿Qué saben de la lengua de los muertos que le hablan/ –esos agujeros vivos en la oscuridad–?// ¿Qué saben del desamparo del hada:/ ni sus caricias, ni su magia oculta ya/ la noche entre las ramas/ del árbol partido en sus raíces?// ¿Qué saben de la orfandad del hada/ de su soledad?// ¿Qué, de las brasas en sus entrañas/–ascuas tibias del tiempo–?/ ¿Qué, del coito con las sombras/–lengua que la penetra–/ mas dejan/ las cenizas del silencio/ el reflejo distante del dios de los bosques?// ¿Qué saben ellos/ de la ninfa que suelta la mano del fauno/ para salvarse?
¿Qué saben de los árboles que arden?/ ¿Qué, de la casa de los amantes que arde/ –aunque primavera–?// ¿Qué saben de la guerra que estalla?/¿Qué, de los latidos del cuerpo que fueron?/ ¿Qué, de la resaca de la violencia?// ¿Qué saben de las almas/ que buscan refugio en el bosque?
¿Qué saben de las alas/ que vuelan a cielo abierto/ y cubren la distancia/ salvan el abismo?// ¿Qué saben de las aves/ que avizoran los confines del bosque?// ¿Qué, del muro de ausencia/ que nos separa del mundo?// ¿Qué saben del dolor/ que cruza todas las estaciones?// ¿Qué saben del exilio del alma/ de las voces de Babel/ de los signos de Ur en el cielo?// ¿Qué saben de la ceniza escrita/ que trae el aire?// ¿Qué, de la ciudad que arde/ del llanto del fauno/ del rugido del tigre/ de Sheherezade muerta?// ¿Qué saben de la ira de los dioses?// ¿Qué, de la gravedad/ del adiós de los amantes/ de la dicha imposible del uno sin el otro?
¿Qué saben del tributo ciego/ que el fauno paga al tiempo/ para que no se acaben las estaciones/ para que los amantes no se busquen en el caos/ en los espectros del bosque?// ¿Qué saben de las semillas de voluntad/ que esparce/ para que el amante recuerde el grano de polen en la herida/ y la amante/ la magia de la fue despojada?
¿Qué saben de ese día en el que nuevamente/ ardieron las estaciones/ –que siguen ardiendo–/ y con ellas/ la escritura del bosque/ en su eterno retorno/ desde la boca muda del origen?
Ahora saben ellos/ oh, de las estaciones del exilio”.