El pasado martes, la represa de Kajovka, en el río Dniéper y a 60 kilómetros de la ciudad de Kherson, fue destruida, lo que provocó un desastre pocas veces visto desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania.
El gobierno ucraniano acusó a Moscú de encontrarse detrás del hecho, ya que “técnicamente no es posible” volarla desde afuera, sino que tiene que estar realizado desde adentro. La región de Kherson se encuentra, efectivamente, bajo control militar y administrativo ruso.
De acuerdo con el gobernador interino actual de Kherson, Vladimir Saldo, son entre 22.000 y 40.000 las personas que se encuentran en la zona del desastre, y cerca de 2.700 casas han quedado inundadas.
Para el alcalde de Nueva Kajovka, Vladimir Leontiev, lo peor de la situación ya pasó y los niveles de agua comienzan a reducirse, sin embargo, el presidente del gobierno de la Administración de Kherson, Andréi Alekseenko, afirmó que otras localidades como Olehski y Prostan quedaron inundadas completamente.
La guerra parecía en una especie de punto muerto tras la batalla de Bakhmut y el fracaso de la contraofensiva ucraniana; con estos acontecimientos se reactiva y vuelve al centro de la escena de la opinión pública.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, aseguró el mismo martes que la destrucción de la central hidroeléctrica fue “un sabotaje deliberado por parte de Ucrania”, en una zona que ya controla Rusia. En la misma línea se expresaron los hombres de Moscú en Kherson, que aseguraron que la central fue destruida a causa de los bombardeos, lo que hizo que se destruyeran tres vanos bajo la presión del agua, afirmó Peskov: “El sabotaje de Kiev en la represa está relacionado con la falta de éxito durante la ofensiva de las tropas ucranianas en el campo de batalla”.
Para Rusia se trató, sin lugar a dudas, de un “ataque de falsa bandera”, es decir un evento en el cual un país u organización lleva a cabo un acto violento o provocativo y luego se lo atribuye a la otra entidad, con el propósito de generar una reacción específica en la opinión pública o en la política. El término “falsa bandera” se deriva de la idea de que alguien ondea la bandera de un país o grupo al que no pertenece para engañar y atribuirle el acto a ese país o grupo.
Para la Organización de Naciones Unidas (ONU), la voladura de la represa se trata de la destrucción más significativa de infraestructura civil desde el recrudecimiento del conflict, en febrero de 2020. El responsable de Asuntos Humanitarios del organismo, Martin Griffiths, incluso calificó de “aterradoras” las imágenes de las inundaciones y afirmó: “La gran magnitud de la catástrofe sólo se hará realidad en los próximos días, pero ya está claro que tendrá consecuencias graves y de gran alcance para miles de personas en el sur de Ucrania, en ambos lados de la línea del frente, con la pérdida de viviendas, alimentos, agua potable y medios de subsistencia”.
Lo cierto es que 82 localidades debieron ser evacuadas durante el transcurso de los días, ya que probablemente terminen inundadas.
La central nuclear de Zaporiyia, una de las diez más importantes del mundo y la mayor de Europa, se encuentra apenas a 150 kilómetros de la represa de Kajovka, por eso hubo preocupaciones respecto de si las consecuencias podrían extenderse hacia allí. Sin embargo, de acuerdo con los expertos, la voladura de la represa y las consecuentes inundaciones, no implican necesariamente un riesgo nuclear inmediato.
Si bien las acusaciones cruzadas dejan lugar a muchas dudas, y es complejo acceder a información precisa al respecto, tal y como viene sucediendo desde los mismos comienzos del conflicto, los ataques de falsa bandera no son nada nuevo en la guerra y se han utilizado a lo largo de la historia por diferentes razones (como justificar la intervención militar, desacreditar o desestabilizar a un gobierno, y, especialmente manipular la opinión pública en favor de una determinada agenda política). Esto sucede en un momento donde el presidente ucraniano, Volodmir Zelenski, se encuentra cuestionado ante los lideres occidentales, que se preguntan hasta qué momento deberán seguir ayudando a Ucrania, en el contexto de un conflicto donde los fracasos militares del bando pro Otan son permanentes.
La contraofensiva, anunciada con bombos y platillos hace algunos meses, no tuvo, ni por asomo, el éxito deseado; más bien, todo lo contrario. El mismo Emmanuel Macron, presidente francés, se preguntó recientemente hasta qué punto es necesario continuar aportando ayuda a Kiev no sólo en el aspecto económico, sino también en lo militar.
La guerra de información es parte de una guerra más grande, y lo sucedido en Karjovka no es la excepción.